EL MAESTRO
por Juan Romulo Fernandez
Quince años de edad contaba Sarmiento cuando, constituido en maestro per se, abrió la primera escuela, en San Francisco del Monte, pequeña población de la provincia de San Luis. Sus alumnos, en número de siete, eran mocetones, algunos pertenecientes a familias de posición. Allí tuvo la sensación del triste cuadro que ofrecía un país entregado ya a sus propios destinos y cuyos hijos llegaban a adultos sin saber leer; y allí, a la vez que creaba su método en la práctica, dio una norma a sus ideas sobre enseñanza.
Pocos años después de aquel ensayo Sarmiento se ocupó como maestro de escuela en Putaendo, república de Chile, con un sueldo de trece pesos mensuales. Era la época del primer exilio de Sarmiento, quien con muchos otros, había salvado la cordillera, conforme se ha dicho anteriormente. Refiere J. Guillermo Guerra, publicista chileno que escribió la primera biografía de Sarmiento, que "en el propio año de 1831 los tribunales de Santiago condenaron a un pobre mozo decente, emigrado argentino, que había sido sorprendido en el robo de un candelero en la iglesia de La Merced, a ser maestro de primeras letras o de latinidad durante tres años en Copiapó." Muy baja estaba, según eso, la profesión de maestro. Y muy auténtica tenía que ser la vocación por el magisterio en Sarmiento, quien en las milicias de su país había alcanzado poco antes el grado de capitán, cuando en tales condiciones aceptaba la función para no desmentirla en ningún instante de su vida.
El Colegio de Santa Rosa, para señoritas, que, de vuelta en San Juan y sobre la base de un proyecto del extinto prelado fray Justo de Santa María de Oro, inauguró el 9 de julio de 1839 con un discurso que encabeza su obra oratoria, juntamente con los estatutos que redactó y con la dirección del establecimiento por dos años, con notables proyecciones sobre el porvenir educacional de la mujer, constituyen una arcada en su obra. Durante su segundo exilio en Chile, aquel que duró diez años a partir de 1841, Sarmiento fundó y dirigió la primera escuela normal de Sud América e hizo todas estas cosas: reformó el sistema de enseñanza de la ortografía y de la lectura; publicó su Método Gradual de Lectura, que ha enseñado a leer a millones de chilenos; compuso una gramática según su sistema racional; propagó la enseñanza de los idiomas vivos y del canto; tradujo libros morales y religiosos y La conciencia de un niño es también una obrita estimable en el género; implantó la enseñanza del dibujo lineal; abogó por la buena caligrafía, que es trasunto de buen carácter y de buen gusto; publicó Educación popular, fundó y dirigió El Monitor de las Escuelas, publicó su trabajo sobre Educación común; en sus viajes en calidad de comisionado del gobierno de Chile, estudió los métodos pedagógicos y el material escolar, como estudió también sericicultura, agronomía e irrigación, y en pláticas y discursos dió mayor amplitud a su plan de enseñanza en el sentido spenceriano. Y de regreso en su país, en el período de la organización jurídica, dio a la estampa su trabajo sobre La educación común en el Estado de Buenos Aires y dirigió en Buenos Aires el Departamento de Escuelas, fundó y redactó Anales de la educación común y mandó construir los dos primeros edificios escolares de esta ciudad.
En su gobierno en San Juan, en 1862, proyectó y promulgó la ley orgánica de la educación común que hacía obligatoria la enseñanza; creó el colegio preparatorio, con edificio rodeado de jardines, que después fue colegio nacional; fundó escuelas rurales; dispuso que los bienes de manos muertas, mayorazgos y capellanías pasasen a ser recursos para la educación e inauguró la Quinta Normal de Agronomía. Presidente de la República en 1868, extendió los beneficios de la escuela primaria a todos los lugares del país; dio a las escuelas normales bases más sólidas; fundó, entre otras, la de Paraná, y trajo un grupo de maestras norteamericanas que se establecieron en el país; creó nuevos colegios nacionales, quintas normales de agricultura, escuelas de minería y metalurgia, colegios profesionales con cátedras de ciencias naturales, físicas y químicas; fundó la Escuela Naval y el Colegio Militar en Buenos Aires, el Observatorio Astronómico y la Academia de Ciencias, en Córdoba; auspició la ley de subvenciones escolares y la introducción en el país del método cae Froebel; y como elemento auxiliar de la instrucción general fomentó las bibliotecas populares y les dio una ley. Al recibirse de la primera magistratura concurrían a las escuelas primarias del país 30.000 niños y al delegar el mando, seis años después, la concurrencia a las mismas aulas sobrepasaba el número de 100.000 niños; y en ese mismo espacio de tiempo el consumo de papel, que era de 12.000 resmas, subió a 200.000.
Pero no termina en eso su obra educativa. Después de haber sido el primer mandatario del país, dirigió el Departamento de Escuelas de la provincia de Buenos Aires; y una vez federalizada la ciudad de Buenos Aires y creado el Consejo Nacional de Educación, fue su primer presidente; Fundó El Monitor de la Educación Común, que subsiste, y dio, en el acervo de sus doctrinas pedagógicas confrontadas con el pensamiento filosófico y político universal, las directivas para la ley nacional de educación común, aprobada por el Congreso en 1884 y cuyos preceptos rigen hasta hoy la enseñanza en el país. Rentas propias, edificios cómodos, maestros aptos, niños inteligentes, patria grande: he ahí el principio y la finalidad del maestro que ejerció su apostolado - lo ejerció no solamente en el aula y en el libro, sino también en el gabinete, en el parlamento, en la prensa periódica y aun en la correspondencia particular - durante 62 de los 77 años que vivió, sin reclamar descanso y sin acogerse a los beneficios de jubilación.
En el año 1943, la Conferencia
Interamericana de Educacion recomendó celebrar el Día
Panamericano del Maestro el 11 de septiembre en recuerdo del fallecimiento del
educador y presidente de la
Argentina Don Domingo Faustino Sarmiento.
EL MAESTRO ES UN IGNORANTE
En 1831, con sólo veinte años, Sarmiento debió partir hacia Chile por no compartir las ideas de Rosas. Durante su exilio ejerció los más diversos oficios: escenógrafo, minero, mozo, periodista... También trabajó en una chacra cuyo dueño comentó una vez:
'Tengo un capataz loco que se pasa horas leyendo en voz alta entre los árboles. Cuando se le pregunta qué lee, dice que está estudiando para ser presidente de la Argentina'.
En 1856 Sarmiento era Inspector General de Escuelas. Llegó a un establecimiento y comprobó que los alumnos eran buenos en geografía, historia y matemáticas pero flojos en gramática y se lo hizo saber al maestro. Éste, asombrado, le dijo:
'No creo que sean importantes los signos de puntuación'.
'¡Que no!... -respondió Sarmiento-. 'Le daré un ejemplo. Tomó una tiza y escribió en el pizarrón:
"El maestro dice, el inspector es un ignorante".
'Yo nunca diría eso de usted, señor Sarmiento'.
'Pues yo sí', dijo tomando una tiza y cambiando de lugar la coma. La frase quedó así:
"El maestro, dice el inspector, es un ignorante."
('VIDA DE SARMIENTO', Manuel Gálvez)
FALTAN MENOS DE 50
DÍAS PARA EL
CENTENARIO
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