LA GRIPE ESPAÑOLA
1918 - 1919
Prof. Raquel Gail
Hace más de 100 años, entre 1918 y 1919, se cernió sobre el planeta una de las más importantes pandemias de gripe. Murieron aproximadamente 50 millones de personas en el mundo aunque se desconoce la cifra en virtud del silencio que se pretendió guardar y de la coincidencia con el final de la Gran Guerra. Fue conocida como “La dama blanca” o “Gripe española”. La enfermedad ingresó a nuestro país en 1918 por el puerto de Buenos Aires y avanzó en dos oleadas. Primero se propagó hacia el norte del territorio, entre octubre y noviembre de ese año. Y permaneció latente hasta el invierno de 1919, cuando comenzó a descender desde Salta hacia las provincias del centro y sur. Según el Departamento Nacional de Higiene, la primera oleada provocó 2.237 muertes, mientras que la segunda tuvo un mayor impacto: 12.760 casos fatales, la mayoría de ellos en las provincias del norte y Cuyo.
31 Oct 1918
A sus efectos cúmpleme comunicarle que el P. E. ha resuelto mantener
clausuradas las clases de los colegios nacionales escuelas normales y enseñanza
especial hasta nueva disposición.
Salúdale atentamente
J. S. Salinas
Ministro de Justicia e Instrucción Pública
Oficial *
Un dato a considerar es que por entonces las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego eran Territorios Nacionales, de los que se carece de datos poblacionales y epidemiológicos.
Se la denominó española, porque España fue el único país que reconoció e hizo pública la epidemia, por lo que se la consideró el epicentro de la misma. Lo cierto es que el paciente cero fue registrado en Kansas el 11 de marzo de 1918, aunque su origen fue en Francia. Tampoco es que fuese mucho más grave en la península que en otros países. Como España no participó en la primera gran guerra, no tuvo ningún inconveniente en mencionar la existencia de una epidemia mortal. Los otros países involucrados en la guerra temían desmoralizar a la población si hablaban de las víctimas. En mayo y junio de 1918, los periódicos argentinos comenzaron a dar noticias sobre la extraña enfermedad que estaba haciendo estragos en España.
Según opiniones de médicos de la época, la enfermedad habría llegado a Buenos Aires a través del puerto, traída por un vapor: el Demerara “que había tocado un importante puesto español de los más azotados por dicha enfermedad y después se había detenido en Río de Janeiro” (Pena, 1918: 2). Así, el primer caso de gripe, atendido en el hospital Muñiz en la ciudad de Buenos Aires fue un tripulante de la mencionada embarcación (Pena, 1918:4).
Comenzó como una versión más severa de la gripe común, aparte de los dolores de garganta, dolores de cabeza y fiebre habituales, en muchos pacientes, pero la enfermedad progresó rápidamente en algo mucho peor, mutó; sólo la quinta parte de los infectados tuvieron síntomas leves, el resto cayó gravemente enfermo y muchos murieron, algunos en cuestión de horas, otros aguantaron algunos días. Sufrían escalofríos y fatiga extrema que a menudo iban acompañadas de líquido en los pulmones, agravado con neumonía bacteriana. Un médico que trató a las personas infectadas describió una escena lúgubre: “Las caras se vuelven de un tono azulado, una tos trae a colación el esputo manchado de sangre por la mañana, los cadáveres se apilan alrededor de la morgue como leña..”
No había cura posible, todo lo que los médicos podían hacer era tratar que los pacientes se mantuvieran en reposo, que era un buen recurso ya que sus pulmones llenos de líquido no los ahogarían tan rápidamente, incluso algunos, muy pocos, sobrevivían. Pero alargar el tiempo de agonía tiene un inconveniente, el “tono azulado” de las caras de las víctimas con el tiempo se volvió marrón o púrpura y sus pies se volvieron negros. Los más afortunados simplemente se ahogaron en sus propios pulmones. Los desafortunados morían de neumonía bacteriana, una infección secundaria para la que no había antibióticos y, de haberlos, no habrían sido efectivos. La gripe era esencialmente incurable...
Si algo hay que destacar fue su extremada virulencia, ya que no solo afectó a ancianos y niños, como suelen hacerlo las epidemias de gripe, sino que muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos sanos. Ni siquiera los animales, como perros y gatos, estuvieron a salvo.
Un cronista de la época describe los síntomas de la gripe española: “fiebre de 40 grados, dolor agudo en la cuenca de los ojos, en los oídos y en la zona lumbar”. Los síntomas incluían los típicos de la gripe: fiebre alta, tos, cansancio, dolor corporal y, en algunas ocasiones, diarrea y vómitos. Había también otros menos corrientes como dificultades para respirar (por inflamación y hemorragias en los pulmones), hemorragias nasales violentas, marcas rojas en el blanco de los ojos y manchas de color caoba en la cara.
"Uno de los aspectos que llama la atención con respecto a esta enfermedad fue la denominación que se le dio por parte de las autoridades sanitarias y por los médicos en general: "grippe". Posiblemente esa doble "p" se haya constituido en un elemento diferenciador de la enfermedad que aparecía todos los años, menos devastadora y más recurrente que la «gripe española»..." La palabra gripe procede del francés grippe (del suizo-alemán grüpi, acurrucarse). En Buenos Aires se cantaban por entonces los tangos “El resfriao”, de Ángel Metallo, “Nene no te resfries”, de Esther Seoane, y la “La grippe”, tango contagioso, con música de Alfredo Mazzucchi y letra de Antonio Viergol.
El 16 de octubre de 1918 el periódico La Nación publicaba noticias sobre la gripe que habría ingresado a la Argentina bajo el encabezado "La grippe no debe alarmar, su presentación benigna". Se trataba de una columna tranquilizadora acerca del impacto que podría llegar a tener la "grippe" en el país. Lo comparaba con las condiciones en que se había desarrollado en Europa: la guerra y las deficiencias alimentarias provocadas por ésta; y con el caso de Brasil, y observaba que en Buenos Aires las condiciones sanitarias y alimentarias eran completamente distintas, por lo tanto aconsejaba no temer a esta enfermedad. Este medio emitió otro mensaje tranquilizador dos días después, el 18 de octubre, al observar que la sociedad de la ciudad de Buenos Aires se burlaba de la enfermedad saliendo a pasear por sus calles y haciendo caso omiso de la posibilidad de un contagio. Las mismas páginas daban cuenta de un fenómeno que es una constante cuando aparece alguna epidemia: la especulación alrededor de ciertos productos con los cuales era posible preservarse de la "grippe", según el conocimiento popular. El periódico denunciaba que las pastillas de alcanfor, los laxantes y las sales de quinina habían aumentado su valor en diez veces. En días posteriores, en el mismo periódico, comenzó a aparecer publicidad de distinto tipo acerca de productos cuya utilización, aseguraban, serviría para evadir o curar la "grippe".
Hacia fines del mes de octubre, el clima de calma que, según el diario mencionado, había predominado hasta el momento, comenzó a descomponerse. El 26 de octubre de 1918 el gobierno dispuso la limpieza del Riachuelo, un río completamente contaminado que pasa por la ciudad de Buenos Aires. Ordenó que se sometiera a examen a aquellos inmigrantes que llegaban en barco desde Europa y que los que presentaran síntomas de la gripe fueran internados en un lazareto dispuesto en la isla Martín García. Incluso se "desinfectaría" a aquellas personas que migraran desde Chile. Las autoridades sanitarias dispusieron también la inspección de talleres con el fin de que los obreros trabajaran en las mejores condiciones higiénicas. Se aconsejaba evitar las reuniones en lugares cerrados, y se dispuso el riego de calles,
el cierre de escuelas en todo el país y la clausura de los lugares de diversión como cines, music halls y circos.
La opinión pública porteña fue la que cambió su ánimo. Según los datos con que se cuenta, de las 422 muertes que sucedieron como consecuencia de la "grippe", 32.7% se dieron en el mes de octubre, es decir, ocurrieron 138 muertes en tan sólo 12 días aproximadamente. A esto se sumaba el número cada vez mayor de enfermos que pedían asistencia. Estos indicadores generaron alarma en la sociedad porteña. El Estado comenzó a tomar medidas mucho más drásticas para prevenir el contagio de la enfermedad. Así, la primera percepción optimista sobre la "grippe" desapareció en tan sólo seis días y el pánico comenzó a apoderarse tanto del Estado como de la sociedad. Confirma esto la revista Caras y Caretas, con su publicación de una serie de caricaturas del ámbito económico social y científico sobre diversos personajes que aprovechaban la gripe con el título "La epidemia de moda o el pánico de la gripe".
Las disposiciones, para ambos brotes epidémicos, ponían el énfasis en tratar de evitar la aglomeración de gente, tanto en lugares cerrados como en lugares abiertos y en tratar de aislar a aquellos que eran detectados como enfermos. El 30 de Octubre de 1918 el presidente Yrigoyen llamaba a una reunión al ministro del interior, al director de la Asistencia Pública, al jefe de policía, al intendente de la ciudad de Buenos Aires y al director del Departamento Nacional de Higiene. Tras ese encuentro se establecieron mandatos destinados, en principio, a cortar la cadena de contagios. Así, el intendente de la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, impartía las siguientes órdenes: prohibía la entrada a los cementerios de la capital toda concurrencia extraordinaria; mandaba a cerrar –después de las 11 pm– los cafés, bares confiterías, hoteles, restaurantes y casas de lenocinio, permitiéndose los espectáculos públicos siempre que se desarrollaban al aire libre y antes de las 11 pm (La Nación, 1918). Se declaraba obligatoria la desinfección de templos de cualquier culto, mientras el Poder Ejecutivo –por decreto– cerraba todos los establecimientos educativos tanto públicos como privados, prohibía la visita a los cementerios que estarían vigilados por la policía (dado que por esas fechas se conmemoraba el día de los muertos, sólo se permitía el ingreso de personas que acompañaran a los fallecidos en esas jornadas).
En nuestro Archivo hemos visto los telegramas emitidos desde el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública a fines de octubre y comienzos de noviembre de 1918, instruyendo sobre la clausura de las actividades en todas las escuelas de su dependencia.
A sus efectos transcribo a Ud. el decreto dictado en esta fecha
“Habiéndose clausurado los establecimientos de educación como medida de
previsión indicada en defensa de la salud pública con motivo de la epidemia
reinante y teniendo en cuenta que han transcurrido ya la mayor parte del período
ordinario de clase se resuelve 1º) Dar por terminado el curso escolar en todos
los colegios y escuelas de la Nación 2º) A los efectos de la promoción de los
alumnos regulares de los institutos dependientes del Ministerio de Justicia e
Instrucción Pública se considerarán, A) como definitivas del cuarto bimestre
las clasificaciones obtenidas desde el 21 de septiembre hasta el 31 de octubre
B) para los alumnos que por cualquier circunstancia no se les hubiera
clasificado en dicho bimestre se les promediarán las clasificaciones de los
tres bimestres anteriores con el examen escrito de julio. C) Los alumnos que
tuvieran un promedio anual de cuatro puntos como mínimo quedarán eximidos de
rendir examen oral dándoseles por aprobado las asignaturas respectivas 3º A los
efectos de la promoción de los alumnos de los colegios escuelas y incorporadas
se considerará como clasificación definitiva de las pruebas escritas la
obtenida en el examen de julio debiendo promediarse para los alumnos a quienes
correspondiera dar examen oral, las clasificaciones de cada asignatura
asentadas en los registros de los establecimientos respectivos, siempre que
ellas, a juicio del rector o del Director del colegio o escuela a que el
instituto particular está incorporado merezcan plena fe. Estas clasificaciones
promediadas con la del examen de Julio indicará si el alumno debe ser
promovido.
Salúdale atentamente
J. S. Salinas
Ministro de Justicia e Instrucción Pública
(Oficial) *
Las medidas tomadas por el Estado tendieron a endurecerse en noviembre del mismo año: se suspendieron las congregaciones y la asistencia a los cementerios en el día de los muertos; se derivaron los enfermos graves de gripe de los hospitales de la ciudad al hospital Muñiz, que comenzó a hacer las veces de lazareto, y se profundizó la cuarentena en la isla Martín García para aquellos que llegaban al país en barcos. Al igual que en muchas otras epidemias que había sufrido la Argentina, nuevamente el Estado y la sociedad habían sido sorprendidos por la enfermedad. La "grippe" se encontraba en suelo argentino y las consecuencias serían de suma importancia una vez que pasara el estío.
Con la implementación de estas disposiciones, comenzaron diversas reacciones en la sociedad. Tal es el caso de un sector proveniente en particular de la ciudad Buenos Aires, que al verse perjudicado por estas instrucciones impulsó una serie de importantes protestas sociales. Según Carbonetti, que analiza las políticas instrumentadas por el Estado en el contexto socio-económico de la época, en el caso de Buenos Aires se puede pensar en cierta virtualidad de la enfermedad, puesto que la sociedad en su conjunto y algunas instituciones no obedecían las reglas mínimas con un importante grado de despreocupación.
En Córdoba, las manifestaciones sociales (procesiones) podrían haber sido parte de una estrategia de los sectores dominantes de la ciudad que vieron en la religión una alternativa frente al fracaso de la medicina para combatir la enfermedad y detener la epidemia. Estos sectores percibieron, desde una mirada conservadora y ultramontana, que la única opción eran la fe religiosa y los actos de sumisión a la ira de Dios, concibiendo a la dolencia como un azote divino. Esto mismo pudo observarse en la ciudad de Salta, donde el sector proveniente de la Iglesia ganó protagonismo a partir del considerado fracaso de la medicina en cuanto al combate de la enfermedad.
Ni la medicina ni los sistemas de sanidad públicos tenían el desarrollo actual, ni la población contaba con los medios de comunicación que tenemos hoy en día para ser informados de lo que debemos hacer.
NOTAS:
Ilustraciones de la Revista Caras y Caretas, noviembre de 1918
* El texto de los telegramas ha sido corregido en ortografía y puntuación para mayor claridad.
Fuentes: http://www.unciencia.unc.edu.ar/2016/mayo/la-gripe-causo-15-mil-muertes-en-argentina-hace-un-siglo/la-gripe-causo-15-mil-muertes-en-argentina-hace-un-siglo
http://mosaicosportenos.blogspot.com.ar/2011/06/acerca-de-la-gripe-y-el-tango.html
Carbonetti, Adrián. (2010) "Política en época de epidemia: La pandemia de gripe en Argentina (1918-1919)". Espaço Plural . Año XI . Nº 22.
Carbonetti, Adrián. (2010) "Historia de una epidemia olvidada. La pandemia de gripe española en la Argentina, 1918–1919". Revista Desacatos, 32,159-174.
Carbonetti, Adrián. (2012) "Epidemia en el interior de la Argentina. El caso de la gripe Española en la provincia de Salta. 1918-1919".
Carbonetti, Adrián. (2014) "Políticas de salud frente a la gripe española y respuestas sociales. Una aproximación a los casos de Buenos Aires, Córdoba y Salta a través de la prensa (1918-1919)". Revista Astrolabio, Nueva época, Nº 13.
Documentos del Archivo Histórico "Silvia Manuela Gorleri", Escuela Normal de Quilmes.