26/11/22

Un aporte desde el Archivo Histórico

  

                 Una lección de Ética

 Este breve artículo fue redactado para la revista digital “El Provocador”, del ISFD Nº 104, y publicado en su edición 2022.

Para ver la revista completa https://isfd104-bue.infd.edu.ar/sitio/presentacion-y-ediciones/ 



«Obra sólo según aquella máxima por la cual
puedas querer que al mismo tiempo
se convierta en ley universal.». (E. Kant)

  

El episodio que voy a relatar a continuación nos da cuenta de una actitud moral, personal y profesional, cuyas consecuencias quizás no fueron evaluadas oportunamente y produjo efectos indeseados por los protagonistas, aunque luego se subsanaron felizmente.


José Domingo Sosa del Valle


Lugar y tiempo

Situémonos en la Escuela Normal de Quilmes, en el año 1925. La normativa que regía las actividades escolares era muy otra, comparada con la que los lectores y lectoras conocen y han experimentado en su vida académica.

Para graduarse como maestra o maestro había que cursar cuatro años de nivel secundario, bajo unas condiciones de gran exigencia académica. Esta escuela, que pronto celebrará sus ciento diez años de existencia y tenía, por cierto, mucho prestigio en la comunidad, contaba con una sola división por año; vale decir, un curso de primer año, uno de segundo y así sucesivamente.

Por añadidura, todo el estudiantado debía rendir exámenes a fin de año de la totalidad de asignaturas, más allá de las calificaciones (en aquel entonces de decía “clasificaciones”) obtenidas durante los períodos bimestrales, por excelentes que éstas fueran. Era necesario, también, que hubieran sido calificados (o, mejor dicho, clasificados) en cada bimestre.

Otra característica a tener en cuenta es que el personal directivo debía dictar cátedra como parte de sus obligaciones.

Regían el establecimiento los que fueron sus fundadores, en el cargo de Director el Profesor José Domingo Sosa del Valle y en el de Vicedirector el Profesor Olivio Jorge Acosta. El primero, de origen catamarqueño, había estudiado en la Escuela Normal de Profesores de la Capital Federal donde se había recibido en 1899. Desde 1900 se desempeñó en varias escuelas de General Sarmiento y de Capital. Había llegado a Quilmes después de ejercer como Regente en la Escuela Normal de Santa Rosa de Toay, Territorio Nacional de La Pampa, donde había sido nombrado en abril de 1908. Acosta, por su parte, se recibió en 1893 en la Escuela Normal de Paraná[1], Entre Ríos, y había ejercido la docencia en Nogoyá y Diamante (Entre Ríos), en Colonia Sarmiento y Trelew (Chubut) y en la Capital. Fue ascendido a Inspector en 1907 y ocupó ese cargo tanto en La Pampa como en Chubut, antes de ser destinado a nuestra ciudad.

Puede inferirse, en consecuencia, que ambos gozaban de la mejor formación que se podía esperar en su época. Tenían esposa e hijos. Sosa del Valle vivía en una finca alquilada muy cercana a esta escuela. La Sra. de Sosa del Valle era profesora de música y, según nuestro conocimiento, fueron sus hijos Elba (1910), Mario (1911) y Leda (1917).

Así es que, puesto en funciones, Sosa del Valle, aparte de dirigir la institución con férrea voluntad y gran dedicación, dictaba la cátedra denominada Idioma Nacional.


Olivio J. Acosta


 Los hechos

                Los acontecimientos que refiero más adelante surgen de la documentación conservada en el Archivo Histórico de la escuela. Ésa es la utilidad del Archivo, reconstruir una historia que ya nadie puede recordar, habida cuenta del tiempo transcurrido. No nos hablan las personas, nos hablan los documentos.

En 1925 la hija mayor de Sosa del Valle cursaba el segundo año del nivel Normal. Era su profesor de Idioma Nacional su propio padre. La nota que transcribo a renglón seguido, asentada -como las siguientes- en los Libros Copiadores, ahorra las explicaciones que yo pudiera exponer.

 


Quilmes, Noviembre[2] 10 de 1925

 

Al Señor Inspector General de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial de la Nación

Don Pascual Guaglianone

S/D

 

El suscripto, Director de esta escuela y, a su vez, profesor de Idioma Nacional de 2º año, curso en el cual figura la alumna Elba Sosa del Valle, hija del recurrente, tiene el honor de dirigirse al Señor Inspector General, a objeto de solicitar autorización para que la expresada alumna pueda presentarse a los exámenes de fin de curso, sin registrar clasificaciones en los bimestres.

La alumna de referencia no fue clasificada porque el profesor ha considerado que su honestidad profesional pudiera sufrir desmedro ante el juicio de los alumnos, por la mera duda o sospecha de parcialidad en el justiprecio del merecimiento de sus alumnos, dado que, es creencia muy general la de que el parentesco obra como fuerza de favoritismo.

No es una gracia la que solicita el recurrente, sino una medida de justicia que deje a salvo su decoro.

Saluda al señor Inspector General con el respeto que se merece

                                                                                                                         (Firma) José Sosa

 

 

El expediente generado por esta solicitud se ve acompañado por otra nota redactada una semana después por el Vicedirector, que dice así: 

 

 

Noviembre 17 de 1925

 

Señor Ministro: tengo a honra elevar a conocimiento y resolución de V. E.[3] la nota presentada por el señor Director de la Escuela Normal de Quilmes por la que gestiona que la Sta. [sic] Elba Sosa del Valle rinda las pruebas de fin de curso, correspondientes a Castellano de 2º año, sin haber sido clasificada en ningún bimestre del año escolar.

                Según expresa el señor Director no ha querido clasificar a la alumna de referencia porque como se trataba de su hija podría sufrir desmedro su honestidad profesional ante el juicio de los alumnos, quienes teniendo en cuenta el parentesco que mediaba, podían dudar o sospechar de parcial al apreciar la labor de su hija.

                El señor Director, al proceder de tal manera, ha tenido las razones de orden moral que menciona en su nota pero ha olvidado que con ese procedimiento perjudicaba a la Sta. [sic] Sosa del Valle en su carácter de alumna, toda vez que, como cabe suponerlo, no podía olvidar que el Reglamento vigente no admite semejante situación. Además, el señor Director debió advertir que ninguna disposición le autorizaba a proceder en la forma que lo ha hecho, correspondía plantear oportunamente el caso ante la superioridad a fin de que ésta resolviera lo que estimara conveniente. Teniendo, pues, en cuenta, que la falta de clasificaciones de la mencionada alumna no le es imputable en manera alguna y que es el señor Director el responsable exclusivo de lo ocurrido, considera el suscripto que V.E. podría autorizar a la Dirección de la Normal de Quilmes para permitir a la Sta. [sic] Sosa del Valle que rinda el examen escrito y la prueba oral de Castellano, debiendo promediarse las clasificaciones que obtuviera sin tener en cuenta su situación respecto de los cuatro bimestres del año escolar.

                Saludo al señor Ministro respetuosamente

 

 

                Realizados los trámites de rigor que suponían el pasaje por algunas oficinas ministeriales, finalmente el Dr. Antonio Sagarna, a la sazón titular de la cartera, aprueba la solicitud y se recibe la respuesta en la escuela:

 

 Buenos Aires, 25 de Noviembre de 1925

 

Visto lo solicitado, pase a la Dirección de la Escuela Normal de Quilmes para que proceda conforme a lo aconsejado por la Inspección General, que se apueba. Hecho, vuelva para su anotación y archivo.

Firmado Antonio Sagarna

 

 

 Quilmes, Noviembre 26 de 1925

 

Debidamente notificado, devuelvo estas actuaciones para su archivo.

                Firmado José D. Sosa del Valle

 

             

           Consultado el respectivo Libro de Actas de Exámenes, he visto que la niña fue aprobada con diez y, al pie, hay una nota en la que se lee:

 

               

“Al tomarse el examen de la alumna Elba Sosa del Valle, el miembro de la mesa Sr. José Sosa del Valle, se retiró, atento á [sic] su parentezco [sic] con la examinada”.

                Está firmada por el Director y por Sarah Vilá, quien era la Regente del nivel primario.

 

 

Andando el tiempo, Elba se recibió de maestra en 1927 y más delante de Profesora de Inglés, profesión que ejerció. Contrajo enlace con Edgardo A. W. Robinson, no tuvo descendencia y falleció en 1983.


        Con esta anécdota invito a las y los lectores a reflexionar sobre aquello que llamamos “deontología profesional”, es decir la rama de la ética que trata de los deberes, especialmente de los que rigen actividades relacionadas con el ejercicio de una profesión. A su vez, es parte de la filosofía moral dedicada al estudio de las obligaciones o deberes morales. La deontología también es la teoría en ética normativa según la cual existen ciertas acciones que se deben realizar, y otras que no se deben realizar, más allá de las consecuencias positivas o negativas que puedan traer. Para la deontología, las acciones tienen un valor en sí mismas, independientemente de la cantidad de bien que puedan producir. De acuerdo con la convicción de que hay acciones buenas o malas en sí mismas, se sigue el deber de realizarlas o de evitarlas. Una acción puede ser moralmente correcta, aunque no produzca la mayor cantidad de bien, porque es justa por sí misma. Según Jeremy Bentham (1748-1832), que acuñó el término, la deontología tiene como objetivo actuar de forma recta y apropiada.

  



Prof. Raquel D. Gail
Coordinadora (ad-honorem)
Archivo Histórico “Silvia Manuela Gorleri”
Escuela Normal Superior de Quilmes

Agosto de 2022
Especial para “El Provocador”



[1] La primera Escuela Normal Nacional, creada por iniciativa de Sarmiento en 1870.

[2] Según las normas ortográficas de la época, los meses se anotaban con mayúscula.

[3] Vuestra Excelencia.


17/11/22

Las palabras de una reconocida experta

  

Nos permitimos retomar las expresiones de la universalmente reconocida experta en la materia, Antonia Heredia Herrera, pronunciadas hace quince años sin que hayan perdido un ápice de vigencia.

El resaltado nos pertenece.


“Qué es un archivo” 

por Antonia Heredia Herrera, archivera



Para la cardiología, para los cardiólogos, transcurra el tiempo que transcurra, el corazón será siempre su objeto de mira para, día a día, ir descubriendo nuevas posibilidades, nuevas perspectivas. Siempre se preguntan ¿y qué más? Y de no hacerlo los pacientes dejarán de tener nuevas esperanzas.

Igual ocurre con los archiveros y con la Archivística con relación a los Archivos.

El Archivo, dice Duchein, “está situado en el centro del funcionamiento de la sociedad”, lo que no deja de ser otro corazón, y los archiveros no pueden dejar de observarlo y constatar las transformaciones que va teniendo al hilo del cambio, del desarrollo de esa sociedad en la que palpita. Por eso no debe sorprender que, a estas alturas del tiempo y de mi vida profesional, me pregunte ¿qué es un archivo?

La pregunta para responderla exige reflexionar sobre la evolución de la Archivística, sobre todo en estos últimos años en los que la aceleración marca el ritmo de todo, y situarse en el estatus de esta disciplina, permeable a todos los impulsos que afectan a los comportamientos sociales: normalización, integración, interdisciplinariedad, globalización.

Esta reflexión es necesaria para no quedarnos atrás y que la misma nos permita poner de manifiesto una evolución que, sin perder identidad, supone un cambio profundo que determinará nuestro trabajo como archiveros.

Esa evolución, sobre la que hablaremos, ha llevado al Archivo, como institución, dentro de cualquier Organización, a dejar de ser un accesorio aislado, apartado, y, en el mejor de los casos, un lujo innecesario. Hoy la integración que defendemos y hacemos nuestra, nos lleva a estimar al Archivo una unidad de gestión al lado de otras unidades de gestión como pueden ser la sanitaria, la urbanística, la económica, la educativa. Y la gestión documental es una más dentro de estas gestiones plurales. Valga un comentario.

Siendo hoy una de las manifestaciones de la integración la gestión de calidad, los Archivos y los archiveros no pueden quedarse al margen. A este respecto y desviándome algo del hilo conductor de mi exposición voy a introducir una cuña, como ocurre en los programas radiofónicos.

La gestión de calidad está obligando a los archiveros a confeccionar Manuales de procedimientos para incorporar al Manual de calidad de nuestras respectivas Organizaciones y en esos Manuales suelen incluirse definiciones específicas, aparte de los diagramas de los procesos inherentes a las funciones archivísticas que integran la gestión documental para adjudicarles los indicadores correspondientes. Y, ocurre, lo que no debe ocurrir, que en esos Manuales se siga diciendo que la finalidad del Archivo es la investigación y la cultura que, sin descartarlas, no son, desde luego, las primeras.

Gestión antes que cultura decía Vicenta Cortés Alonso. Tampoco los usuarios hoy son prioritariamente los investigadores, los historiadores. Administración y ciudadanos, al ejercitar el derecho al acceso de los documentos y a la información, han ganado puestos a aquéllos. La evolución teórica que detectamos no puede estar al margen de nuestro comportamiento práctico y la coherencia –que personalmente me ha jugado más de una mala pasada aunque sigo siendo su aliada- tiene siempre que estar presente.

Comentado esto vuelvo a la reflexión que marca la evolución, el cambio y el desarrollo del Archivo en la actualidad.

No tengo que recalcaros la relación indisoluble entre Archivos y documentos de archivo que no ha de impedir su respectiva acotación, por cuanto si los Archivos no pueden concebirse sin documentos, no ocurre otro tanto con los documentos de archivo que pueden existir sin aquellos. La relación, como digo, no puede evitar su distinción porque a los unos a y a los otros les convienen tiempos y elementos distintos para su reconocimiento y, como tales, diferenciadores. Es el caso del nacimiento ¿Cuándo se produce para unos y para otros? Los documentos de archivo que, desde mi punto de vista no son tales porque estén en un Archivo aunque algunos opinen lo contrario, se producen natural, inevitablemente como testimonio y prueba de acciones de la gestión de una Institución, familia o persona. No hablamos para ellos sino de nacimiento, de producción o formación. No sería pertinente hablar de creación, en lugar de producción, aunque dicho uso trascienda a significados textos normativos, como es el caso de la ISAF para las funciones y actividades de las Organizaciones. Por el contrario, el Archivo, como institución, hay que crearlo, regularlo, casi siempre después de iniciada la formación, la producción de los documentos de archivo. Si el nacimiento de éstos no está determinado por ninguna orden, el Archivo sí. Aquellos tienen productores, los segundos creadores, titulares en último lugar.

Y no quiero seguir adelante, sin hacer otro comentario al respecto. Creación, producción, son dos términos recurrentes en la Archivística actual que inciden en muchas manifestaciones de la gestión documental porque de alguna manera tienen que ver con el principio archivístico más genuino: el de procedencia o de respeto a los fondos. Un uso correcto de aquellos colaboraría en buena medida en el mantenimiento de nuestra identidad. No debíamos hablar de Instituciones/Organizaciones creadoras de documentos, sí de productoras. Cuando los aplicamos a los documentos hemos de entender que su producción empieza en la tramitación administrativa en las unidades de gestión y cuando hablamos de creación de documentos nos estamos refiriendo a su concepción, a su diseño, momento en que todavía aquéllos no existen. Momento que unos admiten como la fase primera de la gestión documental y otros no. Pero hay más con relación a estos conceptos aplicados a los documentos. A la hora de distinguir y formalizar las dos modalidades de fechas exigidas por la Norma ISAD(G) el uso de ambos términos vendría en nuestra ayuda para la identificación acertada de las mismas. Hecha la distinción y relación necesarias entre Archivos y documentos de archivo, antes de la disquisición que me he permitido, me voy a ceñir a los primeros porque difícilmente habrá ocasión, por razones de tiempo, para particularizar sobre los segundos que no son sino el contenido de aquéllos.

Archivar, según el DRAE, significa guardar, almacenar, conservar. Esta apreciación referida al Archivo se ha dimensionado a la hora de su uso por los lenguajes informáticos. Sin embargo, ni la custodia, ni el almacenamiento, ni siquiera la conservación son suficientes para acotar el concepto de Archivo, como unidad de gestión de las Organizaciones y como institución del Patrimonio documental. El verdadero concepto de Archivo, ya lo hemos dicho, empieza en la relación con los documentos, pero no con cualquier documento sino con los documentos de archivo y concluye en el servicio y utilidad que se les da para la sociedad.

Archivo General de Indias, Sevilla, España

Inevitablemente para continuar contestando a la pregunta formulada en el título de mi intervención habremos de analizar algunas de las definiciones – que solo sobrevolaré- en las que va a trascender su evolución.

De nuevo volvemos a recurrir al DRAE que nos dice, a la hora de precisar la voz “archivo”: “local en que se custodian los documentos públicos o particulares y conjunto de esos documentos”. Estas dos acepciones se acercan en buena medida a la estimación archivística más tradicional, pero el Archivo es mucho más que un local para la custodia y también mucho más que un conjunto de documentos sin más.

Durante mucho tiempo se ha hecho hincapié en la dualidad de continente y contenido. Los Manuales de Archivística, los diccionarios y los textos legales al respecto insisten una y otra vez en la doble acepción, sin perjuicio de irse reconociendo una importante evolución al concebirlo como institución, desplazando la referencia al local, al edificio. El local, el continente, siempre es una circunstancia, un elemento distintivo y hasta emblemático, pero no substancial al concepto que nos ocupa. De aquí, el abandono a la hora de muchas definiciones de esta acepción en cuyo lugar ha cobrado peso la dimensión de institución.

Para el reconocimiento de las dos acepciones, institución y contenido necesitamos elementos representativos distintos. Un Archivo como institución se reconoce por su fundación/creación, por su titularidad, por su tipología, por su contenido documental, por sus instalaciones, por sus recursos, por sus servicios. El archivo, como contenido, por su parte, podrá estar constituido por uno o más fondos en los que habrán de reconocerse a sus productores, amén de sus fechas y de su volumen y hasta por alguna u otra colección.

Actualmente, esa doble vertiente, reconocida de forma generalizada, no ha sido sin embargo interpretada de la misma manera. Así al Archivo, como institución, no debía caberle la atribución de cultural, que lo será por añadidura, pero antes habrá que reconocerle la dimensión gestora. El Archivo hoy es una unidad de gestión más. En cuanto al archivo, como contenido documental no puede identificarse con un fondo documental, cuando esto es casi la excepción. El fondo documental exige una definición propia. Pero tengo que reconocer que todavía son muchos los textos archivísticos y los textos normativos que mantienen, en España, esa identificación que llega a la sinonimia y que no es demasiado conveniente.

Las últimas definiciones para Archivo, apuntan a reconocerlo como sistema, más allá de institución. Es el caso de la definición que quizá aparezca en la próxima ley de Archivos del Ministerio de Cultura de España. Así pues hemos ido de continente/contenido a institución/contenido para concluir en sistema de información. A la hora de las Administraciones electrónicas para definirlo se está recurriendo a la funcionalidad del Archivo. Es decir, la denominada función de archivo que, como más adelante veremos, no es sino la sucesión de funciones e intervenciones archivísticas, a lo largo de la vida del documento desde su creación, o como menos desde su producción, hasta después de decidida su conservación permanente.

Lo que resulta incuestionable es que no hay Archivos sin documentos, sí documentos sin Archivo, lo que no obsta para que existan documentos de archivo desplazados a otras instituciones del Patrimonio histórico. Esta relación indisoluble entre el Archivo y los documentos de archivo ha de determinar que un centro que no tenga documentos de archivo, que no otros, sea imposible reconocerlo como tal y esto sin perjuicio de admitir – como ya he dicho- que puedan existir otros documentos (postales, carteles, periódicos) y hasta objetos en los Archivos. Lo que debe quedar claro es que no estaremos ante un Archivo si sólo conserva los segundos. En estos casos estaremos hablando de cartotecas, filmotecas, hemerotecas, museos, etc.

En efecto los Archivos para que sean tales, su contenido tiene que estar integrado fundamentalmente por documentos de archivo que forman parte de fondos documentales y excepcionalmente de colecciones, pero esto no quiere decir que en un Archivo pueda encontrarse cualquier fondo, cualquier documento. Cada Archivo debe tener asignada la conservación, tratamiento y servicio de una parte determinada del Patrimonio documental. No será posible localizar en cualquier Archivo la escritura de venta de un edificio, o una partida de bautismo, o una licencia de obra, o un acta de la Junta de gobierno de una Universidad, o el proceso contra un terrorista o el registro de la carga de un navío que hiciera la carrera de Indias. Habrá que recurrir, según los casos, al Archivo notarial o de protocolos, al Archivo parroquial, al Archivo del Ayuntamiento, al Archivo universitario, al Archivo de la Audiencia Nacional, al Archivo General de Indias.

En consecuencia los Archivos se reconocen por los documentos que custodian y por las funciones que a partir de ellos se realizan, de aquí que exista un tercer elemento indispensable, el archivero que ha de programar y llevar a cabo dichas funciones para mayor servicio a los usuarios/clientes. El papel de éste es tal que desde mi punto de vista puede afirmarse que, si no hay Archivos sin documentos, tampoco hay Archivos sin archiveros.

De todas las instituciones relacionadas con el Patrimonio histórico, el Archivo es la más antigua, aunque no la más reconocida ni la más estimada hasta ahora. Sin embargo, el Archivo es un servicio o unidad de gestión dentro de la estructura de las Organizaciones y bien organizado y gestionado constituye en sí mismo un sistema de información con respecto a dicha Organización y para los ciudadanos, de aquí la legitimidad de la última definición a la que nos referíamos hace un momento. El Archivo no está reconocido como un centro de investigación, aunque sin él es difícil que ésta prospere y por supuesto para la investigación archivística es la fuente primordial. El Archivo tampoco está reconocido como centro educativo pero esta facultad -no me refiero a España- por los numerosos Reglamentos existentes para programar y dictar enseñanzas archivísticas lo que supone un rol importante a la hora de la formación de los archiveros y de los usuarios.

Los Archivos están integrados en Sistemas, y de no estarlo es conveniente conseguirlo, para establecer los consiguientes subsistemas y redes.

Dicho esto, con carácter general, el reconocimiento de un Archivo empieza por su posición dentro de un subsistema o de una red que nos desvelará a simple vista su titularidad y sus funciones o, mejor, la prioridad de éstas. Dicho reconocimiento continúa por el local o edificio que ocupa, por sus instalaciones y equipamiento, por sus recursos humanos y económicos, y, como no, por el número y volumen de sus fondos y colecciones y por el valor informativo de éstos, amén de los servicios propios y de otros anejos como pueden ser una biblioteca auxiliar, un servicio de reprografía, un servicio de restauración, de encuadernación, etc. Serán todos ellos los elementos que, a la hora de representar a los Archivos, por ejemplo, en un Censo para éstos, habremos de precisar para difundir su conocimiento.

He hecho alusión en más de una ocasión a la integración de los Archivos en Sistemas y en redes y voy a referirme a la situación en España.

Los Archivos españoles están integrados en Sistemas y a su vez suelen formar parte de redes. Había hasta 1978 un Sistema del Estado, pero en la actualidad, dada la existencia de una Administración descentralizada, hay previstos diecisiete hasta completar todos los de las Comunidades autónomas. En este momento no puede decirse que haya un Sistema Nacional y subsistemas autonómicos, porque en virtud del reparto de competencias exclusivas a las Comunidades autónomas, no cabe esta situación. Lo que no hay es un desarrollo por igual de todos ellos. Existe, sin embargo, bastante coincidencia en la identificación de un Sistema de Archivos con una estructura técnico-administrativa y en el reconocimiento de sus elementos fundamentales: legislación (leyes, reglamentos, normas), órganos (consultivos y ejecutivos), centros, prioritariamente Archivos y algún que otro específico (de restauración, de reproducción, de información) y recursos (profesionales y económicos). En esto todos estamos de acuerdo. No ocurre otro tanto con el concepto de red que no es sino una agrupación de Archivos a partir de un elemento común. La estimación de este elemento común es lo que hace diferir unas redes de otras. En algunas Comunidades es la titularidad (Archivos universitarios, Archivos locales) con gestiones documentales paralelas, en otras, el tipo de Archivos, es el caso de los comarcales en Cataluña con gestión documental coordinada, pero hay otras opciones, como es el caso de Andalucía donde las redes quedan articuladas por el ciclo vital de los documentos que permite la sucesión de Archivos de oficina, central, intermedio e histórico como residencias para los documentos según su edad constituyendo una estructura archivística que permite una gestión documental integrada a lo largo de todos ellos. Este último concepto de red ligado al ciclo vital de los documentos–con el que me identifico- determina la ruptura de la frontera entre los Archivos administrativos y los históricos, asumiendo que el histórico no es distinto, sino culminación de los administrativos que le anteceden.

No terminaré de acotar lo que es un Archivo, como institución, sino me refiero a lo que últimamente hemos dado en llamar “función de archivo”.

Durante tiempo hemos distinguido, por una parte, las funciones del Archivo: recoger, conservar y servir, y por otra, las que hemos vinculado al tratamiento documental, en el que incluíamos la clasificación, la ordenación, la descripción y, aunque de orden menor, la instalación. Actualmente, al asumir el concepto de gestión documental, como proceso integrador y dinamizador, al aceptar el reconocimiento de las edades de los documentos que nos ha facilitado la idea de un fondo que sin perder la unidad puede estar repartido a lo largo de una red de Archivos, al incorporar como un término y concepto propios a la identificación, al arrinconar el término expurgo dándole en cambio consistencia al proceso de valoración, todas las funciones – las reconocidas al Archivo, las referidas al tratamiento de los documentos y alguna que otra nueva como la creación de documentos- se sucederán coordinadamente y se integrarán en la gestión documental, trascendiendo más allá de los propios Archivos.

Algo curioso. No ha existido nunca problema en reconocer como “funciones” a las tres referidas a los Archivos, pero cuando lo hacemos al tratamiento hay bastante arbitrariedad en denominarlas y se vacila entre funciones, operaciones, técnicas y tareas.

Así de la identificación se dice actividad u operación, de la valoración actividad o proceso, de la selección, operación, de la clasificación se dice operación, de la ordenación técnica o tarea, de la descripción tarea o proceso y de la instalación operación o tarea. Según esto ¿por qué la clasificación es una operación y la descripción una tarea? El DTA, al definir el tratamiento documental, en el que incluye la identificación, la organización y la descripción, da la consideración de operaciones a las tres.

Por otra parte, son muchos los que reclaman novedad para las funciones/operaciones archivísticas y sin duda que algunas son nuevas. Las hay aparentemente nuevas, como la identificación, y nuevas, propiamente dichas, como la creación de los documentos. Pero la mayoría vienen de antes y es bueno reconocerlas como tales. Lo novedoso, sin embargo, para el conjunto de todas ellas es la pérdida de autonomía, la integración, el cambio de posición para algunas con relación a las demás, la implementación de todas y, sobre todo, su normalización.

La interrelación entre ellas origina, en la práctica, un zigzag difícilmente acoplable a la línea recta. La conservación que durante tiempo fue distintiva para los archiveros –hemos sido conservadores antes que gestores- ya no es la primera y principal y ha cedido puestos a favor de la valoración y del servicio. Con relación a ella hemos de reconocer que tan falta de rigor es la eliminación indiscriminada como la conservación a ultranza que puede llevar a la desnaturalización de los Archivos al convertirlos en simples almacenes de documentos, la mayoría de los cuales no sirve para nada. La doble dimensión que se atribuye a la conservación, preventiva y curativa tiene que ir más allá de las cautelas y curas físicas. En este sentido la preocupación por la conservación, ligada durante mucho tiempo a los Archivos históricos, ha de iniciarse incluso antes de producirse los documentos y para tal fin nuestra contribución – a la hora de creación de los documentos, en el momento del reconocimiento de las funciones y de la normalización de sus procedimientos- de prever la producción documental innecesaria y así evitar el almacenamiento abusivo y costoso de documentos inútiles. La conservación a pesar de lo dicho –no vayáis difundiendo que Antonia Heredia dice que la conservación ya no es importante para los Archivos- cobra nuevos objetivos a medida que nos incorporamos a las nuevas tecnologías al perseguir no sólo la conservación de los nuevos soportes sino la permanencia e inalterabilidad de la información en ellos registrada. De aquí que la conservación es función decisiva cara a los documentos electrónicos para los que preservar su autenticidad y su integridad exige muchas más precauciones.

Curiosamente, la eliminación que, en principio, tendría que entenderse como el enemigo número uno de la conservación, es, hoy, su primer aliado. Conservación y eliminación irán de la mano porque son la cara y cruz de otra función, la valoración que cobra un protagonismo impensable al tener en su mano la solución a ese terrible problema que no es sólo de volumen documental sino de volumen de información. Problema que, sin duda, será, como menos, menor, en el momento de la implantación de las Administraciones electrónicas, a partir de una automatización prevista y archivística.

La valoración documental es un claro ejemplo de la integración reconocida a la Archivística y a sus funciones. La valoración se inicia en la creación de los documentos, está relacionada con la producción documental, necesita de la identificación y determina la selección para elaborar las tablas de valoración -o de retención, de temporalidades, como decís aquí- que precisan los plazos de conservación y establecen el calendario de transferencias. La valoración puede estimarse como función sin que en ella dejemos de reconocer los procesos que la integran algunos de los cuales son netamente administrativos y otros representan estudios y análisis puramente archivísticos. A pocas funciones va convenirle tan legítimamente el calificativo de novedosa. Su protagonismo queda de manifiesto en la inquietud y en la dedicación despertadas, reflejadas en la abundante bibliografía y en la celebración de Congresos, Jornadas o Seminarios sobre este tema. El término expurgo identificador de la acción de eliminar ha sido sustituido por otros más representativos como valoración y selección, estimadas como etapas sucesivas de un proceso que concluye en dos opciones: la eliminación o la conservación. Esas etapas hay que distinguirlas. Si la valoración se hace sobre las unidades documentales, los resultados de la selección están directamente relacionados con las series documentales y la eliminación afecta a las fracciones de series. La trascendencia del proceso evaluador es tal que determina la necesidad de creación de órganos específicos y multidisciplinares dentro de los Sistemas de Archivos, como son las Comisiones o Juntas calificadoras de documentos administrativos.

Hay que referirse a otras funciones, entre ellas algunas más tradicionales y no por eso excusables en ningún Archivo que están sufriendo cambios importantes a la hora de su aplicación.

Hasta el año 1991, en España, existía un término suficientemente expresivo como clasificación que utilizábamos a la hora de la organización de los documentos de archivo. Dicho término, ya que no dicha función, parece haber sido suplantado en esa fecha por el de identificación. Ahora hemos vuelto a recuperar clasificación sin rechazar el de identificación que, terminológicamente no existía entonces, pero sí como etapa previa de la clasificación y necesaria para la descripción. La identificación que no es sino el reconocimiento de los documentos y de sus agrupaciones por las funciones que testimonian dándoles nombres propios, tiene que estar presente en la creación de los documentos, es necesaria y previa a la hora de clasificar, a la hora de describir y además es también previa a la valoración, de aquí que puede decirse que si hiciéramos una enumeración, atendiendo al tiempo de ejecución de las funciones archivísticas, habríamos de colocarla entre las primeras. Y algo más, la norma ISAF, de acuerdo con lo expuesto, debía denominarse de identificación de funciones y actividades, y no de descripción de funciones y actividades.

La recuperación de la clasificación ha venido de la mano de la aplicación de la Norma ISAD(G). Dicha norma exige de los documentos de archivo la precisión de sus categorías jerárquicas para una representación adecuada a partir de los que se van a denominar niveles de descripción, poniendo una vez más de manifiesto la relación estrecha de la descripción con la clasificación. Hay algo importante por lo que afecta a la evolución de la clasificación. Durante tiempo nos aferramos a las clasificaciones orgánicas, cuando las Organizaciones eran estables, pero ahora las estructuras administrativas que no dan tregua en sus cambios, han determinado la opción por la clasificación funcional, mucho más permanente, buscando modelos de cuadros de clasificación de fondos para Organizaciones semejantes a la hora de sus competencias y funcionamiento. En mi país son numerosas las propuestas en esta línea: modelos de cuadros de clasificación funcionales para los fondos de Ayuntamientos, para los de Diputaciones provinciales, para los de Consejerías de Comunidades autónomas, que no tienen nada que ver con los cuadros de clasificación de los Archivos, como instituciones. Actualmente, la implantación de Administraciones electrónicas, con la presencia de archiveros, a partir de la identificación de funciones, de la normalización de sus procedimientos y la consecuente precisión de las series documentales- cuando los documentos todavía no existen- determinará la clasificación antes de la entrada de los documentos en el Archivo. La norma ISAF, todavía provisional pero cuya aprobación se prevé para el 2008 en el próximo Congreso Internacional de Archivos, dedicada a reconocer las funciones y actividades relacionándolas con los documentos producidos y con los órganos/instituciones productoras, tendría que venir a favorecer la normalización de la clasificación funcional de los documentos.

La novedad por lo que afecta a la descripción que sigue manteniendo una estrechísima dependencia de la clasificación, de la que no es sino su representación, no es sino haber logrado -todavía a nivel teórico más que a nivel real- la normalización de su aplicación, a partir de la Norma ISAD(G). Es novedad, sin duda, el hecho de poder describir de forma única los documentos de archivo y sus agrupaciones o categorías, además de haber incorporado la metodología del control de autoridades a partir de la ISAAR (cpf). En este momento, hemos dado prioridad a la función antes que a sus resultados. Es decir, nos importa la descripción antes que los instrumentos de descripción.

El hecho de que hayamos colocado a la identificación al inicio del proceso documental y hayamos recalcado la prioridad de la valoración en dicho proceso, no puede impedirnos la referencia a la también inexcusable “recogida” (entrada/salida) de los documentos, primera en el tiempo, tiempo atrás, sin la que las funciones organizativas y descriptivas no pueden tener lugar. La tradicional función de recoger tiene que ir más allá de la simple recepción pasiva, aunque tenga ciertas limitaciones. La limitación reside en que la recogida afecta prioritariamente a los documentos producidos por la Organización a la que está vinculado el Archivo, a los documentos que por normativa del Sistema le corresponda recoger y a aquellos otros adquiridos y adjudicados por el Órgano del Sistema que tenga competencias a este efecto o aquellos documentos donados por sus propietarios privados. La pasividad de la que adolecía ha de cambiar de signo hacía una actividad que desemboque en reclamación de los archiveros a los productores amigos de retener los documentos como propios.

Siendo la creación de los Archivos, como instituciones, ayer y hoy, posterior al inicio de la producción de los documentos, suele ocurrir que las primeras remesas son voluminosas y desorganizadas. Sin embargo, regulado el Sistema y reconocidas las redes de Archivos, los ingresos y salidas han de formalizarse a partir de transferencias regulares – por contraposición a las extraordinarias, llegadas a ser estimadas como irregulares, en algún Reglamento de Sistema, como es el caso del Reglamento del Sistema andaluz-. Las transferencias regulares se hacen de documentos de archivo – no de fondos, ni de documentación, aunque así se exprese en más de un texto normativo agrupados en fracciones de series identificadas y ordenadas, lo que no suele ocurrir con las extraordinarias que suelen hacerse de fondos completos o incompletos, casi siempre en desorden, trasgrediendo lo establecido para las transferencias regulares. Pero la transferencia no es una simple recepción de documentos, sino la adquisición de una responsabilidad por parte del Archivo receptor. Las transferencias, siempre entre dos Archivos, deben estar reguladas en plazo y forma, porque son punto clave en el funcionamiento de cualquier Sistema. Determinan la fluidez en las redes. Esos plazos varían de unas series a otras y ya no suelen coincidir con el estereotipo fijado a priori que reconocía cinco años para los Archivos de oficina, quince para los centrales y treinta o más para los intermedios. Los denominados calendarios de transferencias dan fe de lo que digo.

Pero no todo lo que ingresa en un Archivo llega por transferencias. Existen otras modalidades de ingreso y de salida que exigen procedimientos específicos a partir de su reconocimiento en Derecho. Lo que es obligado tanto para aquellas como para éstas es el registro correspondiente, cuya constatación, sin duda, dará buena cuenta del funcionamiento, malo, bueno o regular de los Archivos.

Todas estas funciones y sus correspondientes procesos o procedimientos de trabajo, con los cambios expuestos, han dimensionado el servicio de los Archivos más allá de la limitación que antaño tuvo –ceñido a los investigadores- y que hoy hay que someter a una medición de calidad a partir de la acotación de indicadores para evaluación y medida de aquellas funciones.

Antes de terminar algunas observaciones que directamente no afectan al título de mi conferencia, pero resultan procedentes en el entorno archivístico donde estamos situados:

* la digitalización no es la solución a los problemas de los Archivos. Es solo un instrumento para la conservación y la difusión, siendo muchos los modelos de gestión documental es necesario elegir el más conveniente y actuar en consecuencia.

* el archivero y no otros profesionales de la información o de la documentación ha de ser el responsable del Archivo y debe estar presente en todas las Organizaciones desde la creación de los documentos.

Para concluir alguna consideración personal. La integración, a la que tanto he aludido, la globalización, la interdisciplinariedad y con ellas el desarrollo son compatibles con el mantenimiento de la identidad de una disciplina, de unas instituciones y de unos profesionales. Archivística, Archivos y archiveros han de evolucionar al hilo de los cambios de la sociedad y para tal fin nada mejor que la defensa de un vocabulario propio que conviva con otros lenguajes específicos sin que ninguno suponga desvirtuación a partir de la suplantación por el otro, desfigurando y desnaturalizando la identidad archivística por la que merece la pena seguir manteniendo la ilusión y dedicarle todo nuestro esfuerzo.

Sevilla 29 de abril 2007

Exposición y Conferencias Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia)  



ADDENDA

¿Por qué crear un archivo escolar?

Los Archivos Escolares, dentro de los establecimientos educativos, en cualquiera de sus niveles y modalidades, son instituciones responsables de la organización mediante técnicas archivísticas que garantizan su conservación y acceso para las generaciones presentes y futuras. No sólo brindan un servicio de información de valor histórico como fuentes de investigación permanente, sino también, ofrecen un servicio de información a las áreas directivas, eficientizando el servicio administrativo. Además, la comunidad educativa puede revalorizar su historia, que es la historia de la escuela, docentes, directivos, las aulas, las clases, el recreo, los juegos del pasado, el contenido pedagógico, etc. Por lo tanto, sitúa a la institución escolar, como el medio responsable en su función de enseñar y difundir estas memorias.

¿Por qué conservarlos?

Porque desde la acción pedagógica dirigida a los alumnos permite acercar las fuentes primarias (documentos de archivo), como una forma más de mejorar su interpretación de la historia institucional o biográfica educativa, desde las ciencias sociales; ampliar su capacidad de análisis y su sentido crítico, a través del manejo de diferentes fuentes documentales que evidencien un mismo suceso de manera diferente; sensibilizar el respeto hacia el patrimonio histórico y una comprensión del pasado y del presente mejor fundamentado.


Archivo escolar, Chaco, Argentina

Fuentes: http://www.archiext.com/archique1.asp

http://actualidadchaco.com/vernota.asp?id_noticia=155451 

3/11/22

Pasantías, Prácticas y Voluntariado

EL SISTEMA DE PASANTÍAS Y PRÁCTICAS
 EN NUESTRO ARCHIVO
Prof. Raquel Gail

Una pasantía, internado, o puesto de interno es una práctica laboral bajo poca o nula remuneración que realizan algunos profesionales, para obtener experiencia de campo. Al que realiza la misma se le denomina pasante, en tanto que a los encargados de supervisarlo se les denomina tutores.


En México, se le llama «pasante» al estudiante de cualquier licenciatura que ha acreditado todas sus asignaturas y sólo le resta presentar una tesis, una tesina, un examen profesional o una práctica profesional para obtener su título universitario.

En Venezuela se conoce como pasante al profesional aún no graduado (por ejemplo diseñadores gráficos, ingenieros, administradores, etc.) que trabajan como profesionales no titulados en una compañía en donde obtienen experiencia de campo, y se dice que éste realiza una pasantía, o práctica profesional.

En Chile, Perú o España se le llama práctica profesional o preprofesional (dependiendo si el interesado la realiza antes o después de la obtención de su título universitario), y funciona de la misma manera. En el lenguaje coloquial también se le conoce como «prácticas».

En Colombia, COLCIENCIAS define una pasantía como aquellas actividades de investigación que enriquecen el proceso de formación y aportan de manera decisiva a la realización de la tesis de doctorado. La pasantía se realiza en el exterior en una universidad o centro de investigación de alto reconocimiento.

En Argentina, mediante la Ley 26.427 se crea el Sistema de Pasantías Educativas en el marco del Sistema Educativo Nacional. Dicha norma fue sancionada en noviembre 26 de 2008 y promulgada de hecho en diciembre 18 de 2008.
Los artículos 2, 3 y 4 de la Ley explicitan el concepto y alcance de las mismas.

Se entiende como "pasantía educativa" al conjunto de actividades formativas que realicen los estudiantes en empresas y organismos públicos, o empresas privadas con personería jurídica, sustantivamente relacionado con la propuesta curricular de los estudios cursados en unidades educativas, que se reconoce como experiencia de alto valor pedagógico, sin carácter obligatorio.

Los objetivos del sistema de pasantías educativas son lograr que los pasantes:

a. Profundicen la valoración del trabajo como elemento indispensable y dignificador para la vida, desde una concepción cultural y no meramente utilitaria;
b. Realicen prácticas complementarias a su formación académica, que enriquezcan la propuesta curricular de los estudios que cursan;
c. Incorporen saberes, habilidades y actitudes vinculados a situaciones reales del mundo del trabajo;
d. Adquieran conocimientos que contribuyan a mejorar sus posibilidades de inserción en el ámbito laboral;
e. Aumenten el conocimiento y manejo de tecnologías vigentes;
f. Cuenten con herramientas que contribuyan a una correcta elección u orientación profesional futura;
g. Se beneficien con el mejoramiento de la propuesta formativa, a partir del vínculo entre las instituciones educativas y los organismos y empresas referidos en el artículo 1º de la presente ley;
h. Progresen en el proceso de orientación respecto de los posibles campos específicos de desempeño laboral.

Los objetivos del sistema de pasantías apuntarán, además, a generar mecanismos fluidos de conexión entre la producción y la educación, a los efectos de interactuar recíprocamente entre los objetivos de los contenidos educativos y los procesos tecnológicos y productivos.

El resto del texto legal especifica las condiciones en que se llevarán a cabo, las obligaciones y derechos de cada una de las partes y los organismos de contralor, entre otras cuestiones.

Empresas, universidades y organismos del Estado o supraestatales suelen ofrecer pasantías, a menudo pero no siempre rentadas. 

La Provincia de Buenos Aires había legislado el Sistema de Pasantías para los estudiantes de la jurisdicción, mediante la Resolución 13.255 del 10 de octubre de 1997. En este caso, las pasantías son "de carácter voluntario y gratuito, no generando ninguna relación jurídica o vinculo con la Organización en donde se efectúe su práctica educativa." 

La resolución provee una Reglamentación del Sistema de Pasantías, un modelo de Contrato, un modelo de Cuaderno de Informe de la pasantía, un Modelo de Certificado de Capacitación y un Modelo de nota información de Pasantías y de Certificados otorgados. 


Durante el año 2009 el Archivo se benefició con la asistencia de cuatro estudiantes de la Tecnicatura que cumplieron, 3 de ellos, las 48 horas de pasantía reglamentarias; provenían del ISFDyT Nº 8 de La Plata. Una vez inaugurada la carrera en el distrito de Quilmes (ISFDyT Nº 83) hemos abierto las puertas a los estudiantes para que realicen las Prácticas Profesionales que establece el Plan de Estudios. Así es que contamos con ellos y su docente desde 2013, lo que redunda en ventajas mutuas. Los alumnos pueden experimentar en un ámbito real de trabajo lo que aprenden en sus clases y, al mismo tiempo, contribuyen a la organización de un valioso fondo documental que no cuenta con personal idóneo a cargo.

LAS PRÁCTICAS PROFESIONALES 
EN LA CARRERA DE GRADO







EL VOLUNTARIADO

Entre las numerosas virtudes del proyecto para la preservación de nuestro patrimonio histórico escolar, está la de capitalizar la cooperación voluntaria de diferentes miembros de las comunidades educativas que, por distintas razones, se sienten impelidos a participar en el mismo.

Docentes, alumnos, ex-alumnos y otros miembros de nuestra comunidad comprometen su esfuerzo a través de contratos verbales y éticos, empeñan tiempo, se capacitan, robustecen la continuidad de la labor de recuperación del acervo documental y se hacen dignos merecedores de respeto y encomio por este hecho. En nuestro caso, como en muchos otros, únicamente a cambio de la gratificación moral e intelectual que puede reportar esta tarea.

Sin embargo, muchos colaboradores tienen otras prioridades, igualmente respetables, y su dedicación al proyecto se verá afectada, cuando no subordinada, a cuestiones ajenas al mismo. 

Los alumnos deben avanzar en su carrera, obtener su título de grado y, probablemente, partir en busca de su destino laboral. Quizás de las nuevas cohortes de estudiantes surjan algunos que deseen incorporarse y será necesario –en consecuencia- repetir la capacitación e integrarlos en los siguientes tramos del trabajo. Tendrán una visión fragmentada del proceso; no obstante, su participación será no sólo valiosa sino valorada.

También los demás participantes pueden verse atraídos por otros proyectos o, presionados por circunstancias de la vida, abandonar éste transitoria o definitivamente.


La importancia de constituir un equipo de trabajo más o menos permanente se exhibe entonces en toda su magnitud. Si bien el compromiso es institucional, la cruda realidad es que el voluntariado es un camino horadado por baches más o menos profundos, que obstaculizan una fluida circulación.

Aparece -entonces- la necesidad de establecer cargos y salarios para preservar la continuidad de un programa de rescate del patrimonio que, día a día, adquiere  mayor relieve y alcance a nivel nacional.

Tal vez no sea necesario, al inicio, pensar que cada escuela debe tener un archivista. Pero al menos las instituciones que tienen una prolongada trayectoria y conservan todo o gran parte de su fondo documental lo necesitan con toda seguridad.

Por otra parte, parece legítimo preguntarse por las políticas públicas relacionadas con los archivos y con la educación. Algunas jurisdicciones, la Pcia. de Buenos Aires por ejemplo, ofrecen preparación profesional en esta especialidad (como se ha visto más arriba), enmarcada en el sistema educativo formal. Sin embargo, no disponen de nichos laborales para los graduados, aun cuando el desarrollo de la disciplina ha demostrado hace tiempo su importancia.

El Estado debería ser capaz de responder a las necesidades de los ciudadanos, promoviendo la implementación de mejores prácticas en el sector estatal y el desarrollo de más y mejores profesionales con vocación por lo público.

A quienes trabajan con el objetivo de contribuir a desarrollar herramientas que permitan a la sociedad civil incrementar su capacidad de participación en las políticas del Estado se les torna evidente que estos momentos requieren una mayor articulación de esfuerzos de los diversos actores de la sociedad -públicos, privados, organizaciones no gubernamentales y académicos- en pos de generar nuevas y creativas respuestas para enfrentar los desafíos.






Fuentes:
Ley 26.427 en 
Ducoté, Nicolás. “En tiempos de incertidumbre, es clave unir esfuerzos y compromisos”. CIPPEC, publicado en El Cronista, 16/12/2008.

24/10/22

Maqueta de la antigua casa

SEMANA del ANIVERSARIO (5)
 MAQUETA DEL ANTIGUO EDIFICIO

Este magnífico trabajo fue realizado por alumnos de 4º año del Profesorado de Historia a partir de las fotografías que se conservan en el Fondo Documental, y expuesto al público en el marco de los actos del Centenario de la fundación de la Escuela Normal de Quilmes, en octubre de 2012.

Felicitamos calurosamente a Juan Pablo Susevich, Marcos González y Celeste Fernández por su brillante producción (especialmente a las hábiles manos de Celeste). También les agradecemos, en nombre de toda la escuela, la donación de la misma para ser adecuadamente exhibida.


En base a las fotografías que se conservan en el Archivo de la Escuela, se ha podido construir esta maqueta tridimensional que considera hasta los más pequeños detalles que nos es dado conocer. Aquí funcionó el establecimiento desde 1915 hasta que la piqueta arrasó con el inmueble y el parque que la rodeaba, para construir el actual edificio, aún inconcluso.

Nota: véanse las entradas previas etiquetadas "Nuestro edificio" y  la del 4/8/12 sobre la confección de esta maqueta.
Agradecemos a la Profesora Matilde Salustio (Historia del Arte) por la propuesta a los estudiantes y al Sr. Antonio Domingo Drago la filmación y la subida a YouTube.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=hD2hIwtgOiI

23/10/22

SOBRE LA CREACIÓN DE 
LA ESCUELA NORMAL DE QUILMES
 Prof. Raquel D. Gail

El señor Alejandro Gibaut, integrante de la Junta de Estudios Históricos local, nos ha hecho llegar con su habitual gentileza un artículo periodístico publicado el 27 de octubre de 1912 en el semanario parroquial "La Unión" de Bernal, que refiere el acto de fundación de la Escuela Normal de Quilmes, ocurrida cuatro días antes.


Si bien el contenido de la publicación no aporta novedades respecto del acontecimiento y sus participantes, nos es grato destacar la importancia que tuvo esta creación en la comunidad, dando lugar a su difusión en diferentes medios de prensa.

La revista oficial del Consejo Nacional de Educación "El Monitor de la Educación Común" también había publicado una nota algo más extensa describiendo el fausto acontecimiento tan ansiado por los quilmeños. La hemos reproducido en nuestra entrada del 27 de abril de 2012.

Así mismo, nos hemos referido a algunos aspectos del evento en las entradas del 13 de junio y del 20 de octubre del mismo año.

Hoy agregamos las fotografías tomadas en ese momento, algunas de las cuales se encuentran lamentablemente deterioradas por el paso del tiempo. Las primeras evidencian el traslado de la comisión y las autoridades nacionales desde la estación de ferrocarril. Luego se observa al público asistente y a los funcionarios frente al edificio de la Escuela Nº 1, donde comenzó a funcionar es establecimiento por falta de otro local adecuado.










Fuentes: Documentos fotográficos del Archivo Histórico "Silvia Manuela Gorleri", de la Escuela Normal de Quilmes.
Semanario "La Unión", Bernal, edición del 27 de octubre de 1912
Revista "El Monitor de la Educación Común" Año 31, Nº 478 (1912) p. 5-7 disponible en
http://repositorio.educacion.gov.ar:8080/dspace/handle/123456789/105854