LA CHICA DEL NORMAL
Poema lunfardo
Héctor Gagliardi
Héctor Francisco Gagliardi (29-11-1909 / 19-1-1984) fue un destacado poeta, recitador y letrista de tango argentino, conocido por sus poesías y textos en lunfardo. Fue probablemente el poeta que mayores ventas de libros alcanzó en la historia argentina, si se exceptúa el Martín Fierro, alcanzando un millón y medio de ejemplares.
Decía de sí mismo: “Nací en la calle Lima al 900, barrio de Constitución. Mi familia era muy pobre y papá murió cuando yo era un pibe, apenas terminé el colegio me puse a trabajar. Cuando llegué a la juventud nos fuimos a vivir a San Telmo y comencé a frecuentar un café en la esquina de Defensa y Chile; cuando con los muchachos nos portábamos mal, el dueño nos suspendía o no nos dejaba entrar o no nos servía el café. Era la época que con dos pesos en el bolsillo uno era dueño del mundo, pero costaba conseguirlos.”
Lo llamaban “el Triste” no porque lo fuera, sino porque quienes asistían a sus recitados de poemas terminaban indefectiblemente llorando. Héctor Gagliardi se dedicó a describir, a través de versos sencillos y trillados, escenas y personajes de la vida porteña. Con su voz conseguía exaltar el sentimiento melodramático.[1] Falleció el jueves 19 de enero de 1984 en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, víctima de un infarto agudo de miocardio.
Varias de sus composiciones se relacionan con la infancia y la vida escolar, como el conocido poema "La Maestra", "Cinco Guitas", "La pelea", "Bolita de ojito".
Consideramos oportuno hacer una lectura crítica de esta visión de la mujer, de la maestra, de la madre, del ama de casa. Una lectura propia del siglo XXI y comprender la diferencia con la época en que este poema fue escrito y recitado, sin menoscabo ninguno por el autor ni por el texto.
Dejó de ser criatura
cuando
ingreso a la Normal,
y
ya empezó el delantal
a
marcarle la cintura;
soñaba
con la dulzura
del
novio que ya tenia
y
cuya foto escondía
en
el libro de lectura.
Maestra
por vocación,
estudiaba
sin desmayos;
llamaba
equino al caballo,
y
a un apuro, sofocón...
estudió
declamación,
arte
escénico, francés...
y
con el piano, después
¡cuántas
siestas malogró!
Las
manos muy bien cuidadas
las
agitaba al descuido,
y
con un gesto compungido,
por
los deberes “que daban”
en
el subte protestaba
con
las demás compañeras,
pero
joven que subiera...
si
era lindo se callaba.
Ya
maestra recibida,
con
su diploma flamante,
a
la espera de vacante
dejaba
pasar los días,
pero,
con ellos se iba
esperanza
de ejercer,
y
entre maestra y mujer,
no
anduvo con mediodías.
Lo
apuró al pretendiente
que
hacía tiempo la esperaba,
y
en el Civil, rubricaba
el
mejor sobresaliente,
él,
le salió suficiente
y
de conducta muy buena,
y
Dios le mando una nena
para
ejercer diariamente.
Se
diplomó en cocinar,
en
lavado y planchado,
y
en los puestos del mercado
hace
pruebas de restar.
Ya
no puede recitar
esos
versos de Rubén...
es
que la nena, también,
¡no
le deja respirar!
El
piano, que está enfundado,
añora
tiempos de ayer,
cuando
Schubert o Chopin
lo
dejaban descolado...
La
polilla, ha debutado
con
su tatuaje en las patas,
que
fielmente se retrata
contra
el piso bien lustrado.
¡Cómo
ha cambiado la vida,
los
sueños de la niñez!
cuando
sacarse algún diez
en
Historia o Geografía
le
daban esa alegría
que
nada podía igualar...
Hoy,
su dicha es el hogar
que
por nada cambiaría.
Y
cuando cuelga cansada,
en
un clavito, el plumero
que
ha reemplazado al puntero
de
los tiempos que estudiaba,
y
va a dar una puntada
mientras
escucha la radio,
la
nena corre el rosario
de
preguntas continuadas.
Deja
entonces la costura
para
explicarle a la nena
que
se llama “luna llena”
cuando
es más grande la luna,
y
piensa en la criatura
que,
en los años del Normal,
se
ajustaba el delantal
para
marcar la cintura.
Fuente: POEMAS Augusto Ybarra LA CHICA DEL NORMAL H. Gagliardi