23/5/19


LA CHICA DEL NORMAL 

 Poema lunfardo
 Héctor Gagliardi


Héctor Francisco Gagliardi (29-11-1909 / 19-1-1984) fue un destacado poeta, recitador y letrista de tango argentino, conocido por sus poesías y textos en lunfardo. Fue probablemente el poeta que mayores ventas de libros alcanzó en la historia argentina, si se exceptúa el Martín Fierro, alcanzando un millón y medio de ejemplares.

Decía de sí mismo: “Nací en la calle Lima al 900, barrio de Constitución. Mi familia era muy pobre y papá murió cuando yo era un pibe, apenas terminé el colegio me puse a trabajar. Cuando llegué a la juventud nos fuimos a vivir a San Telmo y comencé a frecuentar un café en la esquina de Defensa y Chile; cuando con los muchachos nos portábamos mal, el dueño nos suspendía o no nos dejaba entrar o no nos servía el café. Era la época que con dos pesos en el bolsillo uno era dueño del mundo, pero costaba conseguirlos.” 

Lo llamaban “el Triste” no porque lo fuera, sino porque quienes asistían a sus recitados de poemas terminaban indefectiblemente llorando. Héctor Gagliardi se dedicó a describir, a través de versos sencillos y trillados, escenas y personajes de la vida porteña. Con su voz conseguía exaltar el sentimiento melodramático.[1] Falleció el jueves 19 de enero de 1984 en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, víctima de un infarto agudo de miocardio.

Varias de sus composiciones se relacionan con la infancia y la vida escolar, como el conocido poema "La Maestra", "Cinco Guitas", "La pelea", "Bolita de ojito".

Consideramos oportuno hacer una lectura crítica de esta visión de la mujer, de la maestra, de la madre, del ama de casa. Una lectura propia del siglo XXI y comprender la diferencia con la época en que este poema fue escrito y recitado, sin menoscabo ninguno por el autor ni por el texto. 

   
   Dejó de ser criatura
   cuando ingreso a la Normal,
   y ya empezó el delantal
   a marcarle la cintura;
   soñaba con la dulzura
   del novio que ya tenia
   y cuya foto escondía
   en el libro de lectura.

   Maestra por vocación,
   estudiaba sin desmayos;
   llamaba equino al caballo,
   y a un apuro, sofocón...
   estudió declamación,
   arte escénico, francés...
   y con el piano, después
   ¡cuántas siestas malogró!

   Las manos muy bien cuidadas
   las agitaba al descuido,
   y con un gesto compungido,
   por los deberes “que daban”
   en el subte protestaba
   con las demás compañeras,
   pero joven que subiera...
   si era lindo se callaba.

   Ya maestra recibida,
   con su diploma flamante,
   a la espera de vacante
   dejaba pasar los días,
   pero, con ellos se iba
   esperanza de ejercer,
   y entre maestra y mujer,
   no anduvo con mediodías.

   Lo apuró al pretendiente
   que hacía tiempo la esperaba,
   y en el Civil, rubricaba
   el mejor sobresaliente,
   él, le salió suficiente
   y de conducta muy buena,
   y Dios le mando una nena
   para ejercer diariamente.

   Se diplomó en cocinar,
   en lavado y planchado,
   y en los puestos del mercado
   hace pruebas de restar.
   Ya no puede recitar
   esos versos de Rubén...
   es que la nena, también,
   ¡no le deja respirar!

   El piano, que está enfundado,
   añora tiempos de ayer,
   cuando Schubert o Chopin
   lo dejaban descolado...
   La polilla, ha debutado
   con su tatuaje en las patas,
   que fielmente se retrata
   contra el piso bien lustrado.

   ¡Cómo ha cambiado la vida,
   los sueños de la niñez!
   cuando sacarse algún diez
   en Historia o Geografía
   le daban esa alegría
   que nada podía igualar...
   Hoy, su dicha es el hogar
   que por nada cambiaría.

   Y cuando cuelga cansada,
   en un clavito, el plumero
   que ha reemplazado al puntero
   de los tiempos que estudiaba,
   y va a dar una puntada
   mientras escucha la radio,
   la nena corre el rosario
   de preguntas continuadas.

   Deja entonces la costura
   para explicarle a la nena
   que se llama “luna llena”
   cuando es más grande la luna,
   y piensa en la criatura
   que, en los años del Normal,
   se ajustaba el delantal
   para marcar la cintura.




Fuente: POEMAS Augusto Ybarra LA CHICA DEL NORMAL H. Gagliardi