Sobre identidades nacionales, archivos y museos
Juan José Generelo Lanaspa *
No dejan de llamar la atención de archiveros y museólogos las continuas apelaciones a la “unidad de archivo” o a la “unidad del museo”, como principios básicos e inamovibles. La última es un Manifiesto de la Franja, avalado por más de 200 entidades tan respetables como variopintas, entre ellas la Associació de Practicants de la Psicoestética, Berguedans per la Independència de Catalunya o la asociación Llengua Nacional.
Empieza defendiendo un patrimonio (el de los bienes aragoneses en Lérida) “que explica quiénes somos, nuestra historia, cultura e identidad”. Argumenta que los bienes reúnen “características de índole técnica y relativas a la procedencia de las obras que constituyen la colección”, para concluir que la “colección diocesana, en su unidad e integridad, ha de ser un instrumento básico e imprescindible para explicar la historia, el arte y la identidad del territorio histórico del antiguo obispado de Lleida. La fragmentación de la colección supone borrar la unidad histórica del territorio actual de Cataluña con la Franja de Poniente” y supone “un intento más del genocidio cultural de una parte del territorio de habla y cultura catalanas”.
No entiendo mucho de identidades pero me resulta sorprendente que se mezclen con términos técnicos archivísticos y museológicos que las asociaciones firmantes parecen dominar. Me van a permitir explicar alguno de ellos que creo, modestamente, conocer algo mejor que los Berguedans per la Independencia o los practicantes de la psicoestética.
El principio de unidad de archivo o, mejor, principio de procedencia es la base de la archivística moderna. Se expandió por Europa a partir de las instrucciones de Natallis de Wailly para los Archivos Nacionales franceses en 1841. Como los grandes principios científicos, es de una sencillez apabullante: los documentos producidos por un organismo no deben mezclarse con los producidos por otros. Lo que quizá no sepan los firmantes es que se enuncia precisamente para evitar el caos que produjo la recolección en los archivos nacionales franceses de documentos de las más diversas procedencias, con un objeto semejante al que expresan ellos de construir la identidad nacional a través de los documentos. La aplicación del principio de procedencia permitió recuperar la procedencia real y no la que interesaba a esos primeros archiveros nacionalistas. A partir de entonces se prima siempre la procedencia, el contexto de origen, a la vez que se diferencia entre fondo y colección. Si el primero es el conjunto de documentos producido por un organismo, las colecciones son siempre conjuntos artificiales producidos con criterios distintos del origen.
Cualquier archivero sabe que la aplicación correcta del principio de procedencia sería, en este caso, mantener unidos los bienes de cada parroquia y no la agrupación artificial y ajena a cualquier principio científico de la “unidad de museo”. Por cierto, si científicamente está plenamente aceptado el principio de procedencia de los fondos de archivo, los firmantes del manifiesto también deberían saber que el principio de “unidad de museo”, no sólo no está aceptado sino que, simplemente, no existe. Se lo han sacado de la manga. Vincular una supuesta integridad de las colecciones con la identidad de un pueblo es, técnicamente, absurdo; asociarla, además con un “genocidio cultural” resulta, además, completamente delirante.
El Manifiesto de la Franja quiere lo contrario de lo que dice exigir: la imposición de un criterio nacional e identitario ajeno a principios archivísticos o museológicos. Las piezas, al parecer, no son de las parroquias que las produjeron, sino de un nuevo museo diocesano completamente ajeno al principio de unidad del fondo tan invocado. No es extraño que entre las 200 asociaciones no figuren parroquias o ayuntamientos de donde salieron las piezas. Al parecer, el principio de procedencia afecta más a practicantes de la psicoestética que a los descendientes de quienes pagaron las obras. Si Natalis de Wailly levantara la cabeza se sorprendería de lo difícil que es entender un principio tan sencillo.
Por cierto, si tanto les preocupa el principio de procedencia, invito a todas esas entidades a defenderlo en lo relativo al Archivo de la Corona de Aragón. Quizá no vendría mal que exigieran la unidad de sus fondos con el mismo énfasis con que piden la unidad del Museo Diocesano. Mucho nos tememos que el nuevo Estatut está pensado para que los documentos de las instituciones comunes de la Corona de Aragón pasen a los archivos nacionales catalanes independientemente del fondo de procedencia. Nuevamente, si Natalis de Wailly levantara la cabeza tendría que mirar hacia otro lado.
Supongo que las entidades de la cultura catalana tienen derecho a construir su identidad nacional como les parezca. Pero, por favor, invéntense otra cosa y dejen en paz a los museos y a los archivos. Quizás tendrán algún argumento menos, pero ganarían mucho en credibilidad y en rigor científico.
Juan José Generelo Lanaspa
Del Cuerpo Facultativo de Archiveros,
Bibliotecarios y Arqueólogos
* Jefe de Servicio de Investigación y Difusión
Dirección General de Patrimonio Cultural
Gobierno de Aragón
Fuente: www.anabad.org/archivo/docdow.php?id=318
(El destacado nos pertenece)
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