ARCHIVOS, DESARROLLO
Y SOBERANÍA NACIONAL
Charles Kecskemeti *
NOTAS PRELIMINARES
A comienzos de 1971 fui comisionado por la Unesco para organizar la sección de archivo de la Escuela de Bibliotecarios, Archivistas y Documentalistas de la Universidad de Dakar 1. En el curso de los últimos años (1967, 1969 y 1971) pude visitar una o varias veces quince países africanos de lengua francesa 2 para estudiar en ellos la situación en el campo de los archivos, y asociado a las autoridades nacionales, esbozar planes para la creación y fomento de los servicios de archivo, y para la formación de los archivistas.
El presente artículo, escrito a solicitud de M. P. Biljan, Director de los Archivos de Yugoslavia, es un primer empeño de exponer criterios como fruto de mis viajes y actividades. A decir verdad, los "expertos" tienen en común con los periodistas y los turistas el equivocarse a menudo cuando discurren sobre los países visitados.
Aún tratando de deshacerse de sus ideas preconcebidas y de su prejuicios, aún esforzándose por aprehender la realidad encontrada en lugar de adecuarla al esquema ideado con antelación, con todo esto el riesgo de error no desaparece. En el caso del experto enviado al África el peligro es particularmente grande, no solo en razón de lo complejo de la realidad africana sino también porque el experto, por definición, debe desde el primer momento pronunciarse sobre los problemas que le son formulados, elaborar proyectos, tratar de imponer sus técnicas, en una palabra obrar de conformidad con sus conceptos que no son por fuerza compatibles con las posibilidades del país a donde la ocasión lo llevó a trabajar. El riesgo será mucho mayor en el caso del experto "itinerante", pues cada país donde él acude en consulta forma una entidad distinta, y el hecho de que tal solución se haya mostrado positiva en el Níger, por ejemplo, no significa automáticamente que sea viable en el Alto Volta o en el Chad, y mucho menos, en Gabón o en Costa de Marfil.
Extrapolación de los resultados, proyección hacia otros medios de las ideas adquiridas, generalizaciones precipitadas, amenazan a cuantos están comprometidos en las actividades de cooperación y de asistencia técnica, y yo no creo constituir excepción a la regla. En lo que a mí se refiere puedo sin recato reconocer que desde antes de mi primer viaje al África tenía la convicción de que los pueblos del continente tenían necesidad de organizar o reorganizar sus archivos y de que urgía ante todo formar archivistas africanos. Convicción que no he hecho sino robustecer en el curso de los años; cada visita que he hecho, cada entrevista que he tenido en las diferentes capitales ha aportado siempre elementos nuevos, nuevas pruebas en su confirmación y apoyo. Y es lo que he intentado hacer: reagruparlos en orden lógico para mejor servicio de mis lectores.
I - UNA SIN RAZÓN QUE CUESTA CARO: LA ADMINISTRACIÓN SIN SERVICIO DE ARCHIVOS.
1. La finalidad del papel administrativo.
"La principal industria de los países de ultramar es actualmente la administración", escribe René Dumont, a lo que agrega un poco más adelante que "la administración tal como está concebida llevará a estos países a la ruina" 3 . Por su lado Albert Meister, al estudiar las posibilidades de desarrollo de los tres países anglófonos de África Oriental, subraya que "es preciso ... insistir en la reducción de la eficacia de los servicios públicos, la lentitud creciente de las diligencias y la progresiva superabundancia del personal" 4. El funcionamiento de los servicios públicos africanos es juzgado con severidad por cuántos tienen que estudiarlo, sean economistas o sociólogos o agrónomos o escritores africanos o europeos.
La ineficiencia de la administración era, para abundar en razones, uno de los temas centrales de mis charlas oficiales y amistosas en mis recorridos por el continente. El asunto es tan traído y llevado como el de la burocracia en los pueblos socialistas o de la insuficiencia de la red vial en Francia. Suelen buscarse unas y otras explicaciones al fenómeno en factores políticos (militancia de los funcionarios con detrimento del tecnicismo); culturales (inexperiencia de los equipos humanos promovidos demasiado pronto) o sociológicos (parasitismo, inflación de los efectivos de la función pública por razones familiares y electorales). Los críticos se limitan entonces a comprobar que la administración de los países africanos padece de males crónicos, aun de deformaciones congénitas, incurables por el momento. Lo absurdo de las estructuras y de los métodos administrativos parece fijar menos la atención de los observadores, y la dimensión archivística de la ineficacia de los servicios públicos pasa por lo general inadvertida. Se trata no obstante de una evidencia elemental. Quizás esta evidencia es demasiado elemental para que nos detengamos en ella en una época dominada por tecnologías sofisticadas. En el mundo de hoy, habituado a las técnicas complejas, electrónicas o de otra índole, y a la supremacía de las jergas manejadas con destreza, las diligencias mentales sencillas igual que las soluciones de tipo artesanal brindan muy poco atractivo.
En el fondo, ¿de qué trata? La administración no "produce" sino una sola cosa: papel 5. Hay que suponer que el papel así producido tiene cierta utilidad además de su objeto trivial, que consiste en permitir al funcionario recibir su sueldo al terminar el mes. Pero aparentemente, la mayoría de quienes tengan en África responsabilidades, se han cuidado hasta ahora de adoptar tal razonamiento.
2. Los archivos, víctimas de su propio prestigio.
Los archivos en África son víctimas de la imagen tipo elaborada por los Archivos Europeos en el siglo XlX cuando se convirtieron en "laboratorios de investigación histórica" 6, y reservaron, si no la exclusividad de sus cuidados, al menos la parte de león de los trabajos a los nobles fondos "antiguos" o "históricos", desdeñando más o menos el papelorio creado por el funcionamiento de los servicios públicos en cantidad cada vez más aterradora. Este desinterés por las relaciones cotidianas de los Archivos con la Administración era quizás el precio pagado para establecer sólidamente la autoridad científica de las instituciones de archivos autónomos modernos. Sea lo que fuere, este fenómeno, por lo demás pasajeros, se produjo después de diez siglos de continuidad archivística en el seno del sistema institucional, y las administraciones del mundo europeo no han dejado jamás de velar por el mantenimiento del orden en los documentos nacidos de su actividad o al menos, da esa impresión.
Conviene, para completar la imagen, agregar que entre 1920 y 1970, de Moscú a Washington, pasando por Belgrado, Budapest, Coblenza, Bruselas, Paris, Londres, Madrid, etc. los Archivos han rediseñado sus métodos y sus competencias para encarar el problema, el "problema de la masa", sin renunciar a su vocación científica, intervieniendo cada vez más con energía y profundidad en la gestión de la documentación viva 7.
En África es entonces la imagen tipo del siglo XIX la que parece prevalecer. El prestigio de los Archivos es desesperadamente cultural y científico, de modo especial en los medios técnicos y especializados de los organismos de asistencia y de cooperación. Cuando hay propósitos de desplegar esfuerzos colosales para vencer el subdesarrollo en la agricultura, la industria, las comunicaciones, de la enseñanza, para proteger la salud y asegurar la subsistencia (o si cabe, el mejor estar) de los pueblos, la aureola de prestigio apergaminado y paleográfico que los rodea quita a los archivos toda eventualidad de integrarse en los planes de desarrollo.
A decir verdad, si se sumaran los gastos de prestigio consentidos de Nouakchott a Kinshasa, se llegaría a un total impresionante: compañías de aviación, edificios públicos, incontables y lujosos, universidades abiertas precipitadamente en países con uno o dos centenares de bachilleres por año, proliferación de embajadas, etc. sin hablar de los desembolsos puramente suntuarios. Pero los resultados de estas erogaciones tienen al menos la ventaja de ser espectaculares. La organización de los archivos no parece prometer similar beneficio sicológico; por consiguiente, no hay razón de inscribirlos en el presupuesto del prestigio.
La acción para el desarrollo se planifica y se ordena en torno a objetivos prioritarios (escolarización, erradicación de las enfermedades endémicas, actividad rural, diversificación de la agricultura, asfaltado de las carreteras, implantación de industrias, etc.) y confesémoslo, es difícil proyectar los archivos como objetivo prioritario. Muchas veces se me ha dicho en África que a no dudarlo los archivos son cosa excelente, pero más tarde. Primero que todo hay que vacunar las gallinas, construir embalses, irrigar los arrozales, plantar palmas de aceite y alfabetizar a los adultos.
3. La administración, víctima del prestigio de los archivos.
El error es monumental y sus consecuencias desastrosas. Con la falsa idea sobre el papel y la vocación de los servicios de archivo, manifestada públicamente con las mejores intenciones, ya que el argumento es preservar los escasos recursos para los objetivos prioritarios, se llega gradualmente a la paralización de la máquina administrativa. Con el pretexto de no otorgar desembolsos de prestigio (es decir organizar instituciones de archivo), los planificadores condenan a los servicios públicos a una ineficacia crónica y a un despilfarro equivalente a varias veces el costo de la organización de los papeles. Los funcionarios producen papel a todo lo largo del año, pero preguntamos por qué. Al cabo de algunos meses, hasta de unas cuantas semanas los expedientes se vuelven difícilmente encontrables, ocultos entre montones enmarañados, al desgaire en los rincones de las oficinas, arrumados en los pasillos, los subterráneos o los hangares, expuestos a la intemperie y a las termitas. El espectáculo que ofrecen ciertos ministerios africanos con sus armarios atiborrados de papeles que no pueden ya utilizarse porque inundan el piso al pie de las puertas, con las pilas de documentos mezclados ocupando todas los superficies disponibles (mesas, entablados, sitios vecinos a los archivadores y armarios), deja perplejo al archivista. ¿Para qué emborronar todos esos papeles? no olvidemos que al menos la mitad del presupuesto de los Estados Africanos sirve para pagar empleados, por consiguiente ¿para qué llenar papeles si a falta de orden no sirven para nada? Cuando no hay un solo centímetro cuadrado vacío en el ámbito de los despachos tenemos que resignarnos a destruir. Pero entre el hecho de que los expedientes no están clasificados y de que no hay funcionarios capaces de hacer selección y eliminación, en lugar de destruir los papeles inútiles está la limpieza por el vacío, con el único propósito del espacio. Una vez los documentos son incinerados en el traspatio (como lo vimos en un ministerio del Plan); otra se les dispersa en la calle para ejemplificación de los caminantes (como lo leemos en un diario africano); más allá desaparecen misteriosamente como los expedientes de los Trabajos públicos distribuidos entre los países interesados con ocasión del desmembramiento de la Federación del África Occidental Francesa.
4. Las rúbricas de la dilapidación son el resultado de la ausencia de los sistemas de archivo.
a) Tiempo perdido e inversiones superfluas.
Ministros, planificadores y otros altos funcionarios querrían consultar o reutilizar documentos de cuya existencia son sabedores. Pero ello implica problemas: cuesta en ocasiones semanas de búsqueda paciente para conseguir al fin un papel, y no siempre se garantiza el éxito. Me contó un ministro que en el momento de mi visita estaba esperando desde 15 días atrás la comunicación de un expediente. A buen seguro hay exceso de funcionarios. sobre todo de agentes subalternos, pero ¿no sería preferible utilizarlos creando y manteniendo el orden de los papeles que lanzarlos periódicamente a exploraciones de dudoso resultado?
"Jamás se encarecerá como se debe el peligro, para un país joven, de la "enfermedad de la piedra", de la fiebre constructora que muchísimos europeos confunden con inversiones productivas. No son, como la Administración, sino "gastos generales" de la producción deben pues reducirse al mínimo indispensable" 8. La ausencia de locales destinados a la conservación de los papeles y equipados en consecuencia contribuye a la propagación de la "enfermedad de piedra": el espacio-oficina tiene que estar creciendo de continuo para poder acomodar como dé lugar mesas, archivadores y armarios y representa por doquiera millones de CFA 9 en mobiliario. Cuando un archivador de carpetas colgantes está lleno, como es imposible transferir su contenido a un servicio que no existe y como quedan todavía unos cuantos metros cuadrados disponibles, es lo mismo postergar el día de la revolución de los archivos siempre penoso para el funcionario.
La disposición de un centro de prearchivística en el cual el metro lineal de estantería equivale a 2.500 ó 3.000 CFA y donde se podrían depositar los documentos de cada día, que ya no tienen utilidad, permitiría reducir de manera sustancial los gastos de la Administración. Efectivamente el metro lineal equivale a 22.000 CFA si se emplean archivadores verticales y a 6.000 ó l0.000 CFA si se utilizan armarios, o sea mobiliario de oficina. Por otro lado las carpetas de archivo, al tiempo que garantizan una mejor protección a los papeles que se no usan de modo corriente, cuestan menos que las carpetas colgantes o que las pastas de argollas que se inmovilizan inútilmente como el mobiliario de oficina, en lugar de vaciarlos y darles nuevo uso.10
Aún no me ha sido posible hacer el estudio comparativo de los costos de construcción de los edificios de oficinas y de los depósitos de archivo. Pero la diferencia es sin duda de un orden similar en la medida en que se trata de depósitos de carácter funcional.
Además, si los documentos fueran producidos convenientemente y se les sometiera a operaciones periódicas de selección, un porcentaje considerable de ellos podría destruirse sin perjuicio alguno, con lo cual se reducirían paralelamente las necesidades en mobiliario y en locales. Habría que examinar los gastos de equipos de los servicios administrativos de un país y calcular la superficie-oficina inútilmente ocupada por papeles "archivables" o eliminables para tener una idea de las sumas considerables de dinero que están en riesgo.
b) Estudios paralelos y repetidos.
El capítulo más comprensible, y también el más censurable por la dilapidación que significa, es el de los estudios repetidos. Si se encuentra que la realización de un proyecto ha sido diferida, en lugar de seguir ipso facto la preparación del estudio, hay muchas probabilidades de que en el momento en que ella vuelva al orden del día, el expediente, cualquiera que haya sido su precio (y la ejecución de ciertos documentos cuesta muchísimo) no se pueda encontrar 11. Acaece que se rehacen tres o cuatro veces los mismos estudios (geológicos, agrícolas, educativos, turísticos, etc.)
Sobre todo 12 si el país se dirige sucesivamente a organismos de asistencia diferentes. Los muros divisorios entre los diversos organismo de asistencia (instituciones del sistema de las Naciones Unidas, Cooperaciones bilaterales, fundaciones privadas) constituyen un factor lamentable, pero que casi no se puede evitar. No obstante, si el país asistido tuviera archivos organizados, el estudio realizado por un experto de la FAO, por ejemplo, podría facilitar considerablemente la tarea del italiano o japonés enviado tres años más tarde para iniciar en fin de cuentas el mismo proyecto. Después de todo, los estudios financiados por los organismos de asistencia técnica se convierten en propiedad del Estado interesado y pueden asimilarse a los documentos producidos por los servicios públicos nacionales, o entonces el término asistencia acrece de todo sentido.
Decenas, quizás centenas de miles de dólares se pierden cada año tan solo rehaciendo estudios ya elaborados. En 15 días de escrutinio en los archivos (si es que existen) un experto puede cómodamente economizar tres meses de trabajo en el terreno: los ejemplos citados por M. Valette lo demuestran de manera impresionante 13.
El reflejo archivístico falta de manera extraordinaria en los países africanos. La administración colonial había preparado estudios de todas las clases, en cantidad exorbitante, especialmente proyectos de carreteras y ferrocarriles que se podrían y se deberían reutilizar. No se trata tan solo de los proyectos no realizados, como los ferrocarriles de Gabón 14 sino también de la documentación de las carreteras efectivamente construidas cuya reparación después de varios años sin mantenimiento exige operaciones de envergadura. A falta de documentos hay que rehacer los estudios de la A a la Z (reconstrucción de trazado, obras de arte, etc.) 15, Visto de esta manera, hasta palacios de mármol para conservación de archivos serían rentables. El extravío de justificadas piezas contables provoca igualmente pequeñas hemorragias presupuestales; si tales casos no se presentaran con tanta frecuencia en África, no habría ni siquiera que hablar de ello.
5. La rentabilidad de los Archivos.
En todos los lugares por donde pasé trataba de demostrar que los archivos no constituían un objeto sectorial en una jerarquía de prioridades sino una herramienta indispensable para mejorar la gestión política, económica y administrativa del país; todos los sectores tenían relación con ellos, desde la agricultura hasta la salud pública, puesto que sin acudir permanentemente a los expedientes no hay, no puede haber continuidad en la acción para el desarrollo; que creando estructuras de archivo y organizando la gestión racional de los documentos el Estado reduce gastos generales de su propio funcionamiento; en una palabra, que las inversiones archivísticas son rentables.
Evidentemente mi poder de persuasión es limitado. Más de un experto asistente y altos funcionarios no se ha dado por aludido. Los archivos, que no interesan sino a los archivistas, no son "prioritarios", además África es el continente de la civilización oral donde su gente tiene buena memoria y donde solo las palabras tienen importancia y peso; si la administración ordena a sus agentes hacer papeles es únicamente para poder pagarles y hacer desaparecer poco a poco la desocupación. "No puedo hacer por Ud.", con estas palabras tronchó un asistente muestra discusión en torno a los problemas archivísticos del país donde me encontraba en ejercicio, poniéndome así en la posición incómoda de quien mortifica e importuna defendiendo a capa y espada sus intereses.
En contraste con estas pocas experiencias desagradables hallé en conjunto benévola acogida y de vez en cuando compresión eficaz y diligente. Además aunque la situación sea francamente negativa en casi todos los países, los ejemplos y las incitativas alentadoras son cada vez más numerosos (archivos del Ministerio de Finanzas del Haute Volta, Dirección de los Archivos Nacionales de Gabón, planos de archivos en la República Popular del Congo, en Haute Volta y en Togo, proyecto piloto archivístico de la Unesco en Costa de Marfil, construcción de locales de Archivo en Togo, y tal vez, en Nígerd, etc.). El cambio es evidente con relación a 1969 y es de esperar que en los dos o tres años venideros de archivística habrá adquirido en África derecho de ciudadanía.
II- LOS ARCHIVOS, INSTRUMENTO DE LA SOBERANÍA DEL ESTADO.
1. La garantía de los derechos.
Hasta el siglo XIX, a pesar de la utilización marginal de los documentos de algunos investigadores prudentes y ayudados desde arriba, la misión esencial de los archivos consistía en preservar privilegios y derechos. La reunión de documentos de diferente procedencia en Archivos (secretos) del Estado, producidos por muchos soberanos europeos a partir del siglo XVI, se justificaba no solo por la voluntad de disponer de tantas fuentes de información como fuera posible, sino sobre todo el empeño y la preocupación de dotar al poder central de todos los instrumentos capaces de justificar sus pretensiones y de garantizar sus prerrogativas, sus rentas y sus conquistas. Como es muy claro, las repúblicas africanas del último tercio del siglo XX no tienen los mismos afanes "prioritarios" que las monarquías absolutas del Antiguo Régimen, y la sociedad moderna, en África como en cualquier otro continente, se caracteriza, entre otros factores, por la inexistencia de grupos sociales dotados de privilegios distintos jurídicamente sancionados. Desde las constituciones y los tratados internacionales hasta los documentos de catastro y los expedientes personales, de ello no queda menos que toda una serie de categorías documentales que cumplen el mismo oficio que las cartas de antaño: garantizan derechos. La pérdida o la destrucción de papeles de esta naturaleza no pueden menos que crear, a breve o a largo plazo, dificultades políticas, administrativas o jurídicas (litigios en materia de propiedad territorial, reconstrucción de caminos, etc.) 16 y por ende ocasionar perjuicios al Estado, a la persona moral o al particular cuyos intereses se afectan.
Antes de la independencia los títulos de soberanía relativos a las colonias quedaban en posesión de las administraciones metropolitanas competentes 17 gracias al juego normal de las instituciones. Al ocurrir la abolición del régimen colonial, la mayor parte de los nuevos estados no pensaron en este aspecto del ejercicio de la soberanía. Es verdad que en los territorios que hicieron parte de la A.O.F., por ejemplo, la política archivística estaba dominada por preocupaciones históricas y científicas, desde las primeras disposiciones adoptadas por el Gobernador General W. Ponty 18 y el carácter consagrado por las decisiones del Gobernador General del 17 de setiembre de 1942 y del 3 de agosto de 1943, al reincorporar los archivos del Gobierno general y de los territorios al Instituto Francés del África Negra y a sus centros locales.19
Así también en el momento de la Independencia, a falta de archivistas o de unos administradores conscientes del papel que están llamados a desempeñar los Archivos en un Estado soberano, se mantuvieron las antiguas estructuras o fueron remozadas cuando más.
Ciertos Estados, principalmente el Alto Volta, Mañi y Gabón, después de once años de independencia, acaban de empezar a reunir los documentos relativos al trazado de sus fronteras. Estos papeles, además, pueden adquirir un valor extraordinario en casos de descubrimiento de zonas petrolíferas u otras riquezas mineras.
Tratados y acuerdos internacionales se extravían con frecuencia, y cuando urge hacer referencia a ellos, los gobiernos no tienen recurso distinto del de solicitar copia a la Embajada del país a que se alude o a otro organismo extranjero.
Con muy poco gasto podría suprimirse esta anomalía mediante la organización de servicios de archivo en el seno de los Ministerios de Asuntos Extranjeros 20. Pero el problema es más general: los documentos no se cuidan como es debido en casi ninguno de los servicios públicos, y sería mas racional y menos oneroso acometer la realización de un programa nacional de archivos que cubriera el conjunto de la documentación, que proceder por medidas o expedientes parciales cuando el perjuicio que causa el desorden documental en tal o cual administración se vuelve intolerable o cuando un ministro o un alto funcionario previsor y discreto decide restablecer el orden en su propia casa.
2. Poder de decisión y plan de desarrollo.
El ejercicio de la soberanía no consiste solamente en velar por la integridad del territorio y en respetar y hacer respetar las obligaciones que se desprenden de los acuerdos internacionales. Más allá de las funciones fundamentales y solemnes, el ejercicio de la soberanía significa que el poder de decisión pertenece por entero al gobierno. Luego no hay poder de decisión real sin información, es decir, en el caso de la actividad gubernamental sin dominio y control de los expedientes. En ausencia de archivos en estado de "movilización permanente", el poder de decisión se ejerce en muchos países a partir de las ideas y de los conocimientos de los funcionarios y consejeros técnicos del momento, y como los cargos de las dos categorías cambian de titulares a intervalos frecuentes 21, y el sucesor se abstiene a menudo de estudiar los papeles de predecesor, la continuidad de la acción gubernamental no puede de manera alguna garantizarse. Hay países donde hasta los textos legales y reglamentarios son difíciles de hallar, de lo cual surgen como secuela disposiciones sucesivas divergentes, si no contradictorias, que hubo que tomar según la inspiración del momento.22
La imposibilidad en que se encuentran hoy muchos gobernantes africanos de referirse a las fuentes documentales y de sacar partido de las existentes, hace hipotética toda planificación y no les permite orientar la asistencia técnica extranjera. No obstante el programa de las Naciones Unidas para el desarrollo acaba precisamente de adoptar el principio de la planificación global de la Asistencia para los países beneficiarios. Esta medida deberá tener un alcance considerable en el sentido de que las prioridades definidas por el país ya no tropezarán con el obstáculo de la repartición previa de los créditos del PNUD entre agencias del sistema de las Naciones Unidas.
Ciertamente tener papeles bien organizados no significa en contraprestación que los planes sean buenos también. Pero es verosímil que estos últimos habrán de cojear si los planificadores no conocen ciertas series de datos y pormenores y ciertos documentos de base 23. En todo caso, la introducción de la preparación por países 24, que no constituye sino un sector limitado y relativamente modesto de las tareas de los planificadores, no avanza al ritmo deseado. Múltiples son las razones, y entre ellas, figura en lugar de preferencia el desorden documental.
El desarrollo es problema gubernamental en África mucho más de lo que fuera en Estados Unidos y el Japón y aún en Europa en el momento de las grandes transformaciones socioeconómicas de la segunda mitad del siglo XIX y de los primeros decenios del siglo XX.
M. Fougeyrollas piensa con razón que "La potencia productiva de una sociedad dependen por debajo de todo de las capacidades de organización de que ella es detentadora". En el caso en que los poderes públicos están investidos de la responsabilidad de la acción para el desarrollo - y tal es el caso de África hoy día es de su capacidad de organización de lo que se trata ante todo. Organizando los papeles de manera racional no se sacrifica sobre el altar de la burocracia, sino que se acrecienta la capacidad de organización de los poderes públicos.
Confieso que recorriendo el África más de una vez fui preso de muy malos pensamientos. Si la organización de los archivos es combatida con tanta eficacia por la inercia y la incomprensión, ¿será ciertamente porque primero hay que vacunar las gallinas? 25
3. El problema nacional.
Hasta las vísperas de la independencia, las minorías selectas africanas podían con razón esperar sustituir el régimen colonial de las estructuras políticas regionales, federales o confederales menos acentuadas por el nacionalismo que el sistema político europeo. Esta esperanza no se cristalizó, y si el ideal panafricano ha contribuido en forma muy sensible a la abolición del régimen colonial, si ha ganado una victoria decisiva y definitiva en la lucha por la dignidad del hombre negro, ya no influye sobre la política sino a través de la cooperación interestatal, de las organizaciones intergubernamentales y las manifestaciones de la cultura. En el momento de la Independencia, África optó por la vía nacional del desarrollo en el marco de las fronteras tratadas por las potencias europeas 26. La evolución parece estar determinada por la dinámica del nacionalismo, doctrina fundamental de la jerarquía política en todos los países, cualquiera que sea el tinte político particular.
El papel del nacionalismo en el África contemporánea, como expresión global de las aspiraciones políticas, económicas, sociales, y culturales y como reagrupador de energías, recuerda por más de un rasgo la acción de los nacionalistas de Europa central y oriental en la primera mitad del siglo XIX. Sin aspirar a un estudio comparativo profundo de las semejanzas y divergencias, es necesario comprobar algunos hechos que permitan el cotejo. 27
En uno y otro caso la tarea fundamental histórica que se asigna a las grandes generaciones de la era nacionalista es la de transformar en naciones las comunidades político-sociales de que ellas se sienten responsables. Dicho de otra manera, el término nación se aplica, a la vez, a la colectividad determinada que los nacionalistas entienden por servir, dirigir y transformar, y a la colectividad del porvenir, que será cuando las minorías selectas nacionales hayan llevado a cabo su acción. Si los nacionalistas europeos de hoy ya no dan a los ciudadanos sino el bienestar mental del hábito y, como es natural, la obligación cada vez más discutida de saber que pertenecen a un grupo (considerando generalmente mejor o por lo menos, más tolerable si no más simpático que los otros), los de África de nuestros días tienen un atractivo de otra manera más poderoso y un contenido intelectual y moral de altura y ambición muy diferentes, como en otro tiempo, en los países de la periferia europea, el programa de la independencia nacional está indisolublemente vinculado en África a los objetivos de progreso económico, social y cultural. Igual que los nacionalista rumanos, eslovacos, croatas, servios y húngaros de la época liberal, las minorías africanas de nuestra generación engloban, en una misma visión, la construcción de las carreteras y la igualdad de los derechos, la promoción de la agricultura, el derecho del sufragio, y a veces, la libertad de los ciudadanos, la implantación de las industrias y la participación de pleno derecho en el concierto de las naciones, la escolarización de los niños y la abundancia para todos.
Los conflictos entre varias tendencias, las polémicas entre adeptos de escuelas políticas diferentes, las luchas entre agrupaciones rivales por el poder significan apenas que cada cual es nacionalista a su manera, que el nacionalismo no constituye una doctrina codificada, una corriente monolítica de ortodoxia inmutable. Hay, quizás varias verdades políticas en África, pero todas están asignadas con colores nacionales aún así, como sucede en ocasiones, el advenimiento de una nueva verdad trae consigo un cambio de bandera.
El período de la virtualidad nacional conoce ineluctablemente luchas (verbales o armadas según el caso) entre tendencias nacionalistas, y quienes las protagonizan suelen poner en duda la lealtad del adversario al ideal de la nación, lo cual permite en consecuencia a los historiadores de la nación realizada hacer estudios interesantes sobre el fenómeno complejo de la génesis de la nación, tema 1 entre nosotros, sin duda apasionante.
Forjar naciones para vencer el subdesarrollo y luchar contra de subdesarrollo para forjar naciones, tal es el programa en África.
Utópico o realista, es el camino por donde han transcurrido los Estados y los pueblos de África 28 . Desde este punto de vista es permitido el cotejo con la región europea a que nos referimos.
Otra cosa es que las correlaciones entre estado, lengua y nación, tríptico sagrado del nacionalismo europeo en general, y oriental- europeo en particular, se presentan de manera radicalmente distinta en África.
Las lenguas nacionales llegarán a ser probablemente un día factores de dificultades políticas en África, pero en la etapa actual los nacionalismo africanos se expresan mejor en inglés o en francés que en bambara o en haousse y las motivaciones de las crisis internas (Congo, Nigeria, Chad) no parecen proceder de los datos lingüísticos.
En la periferia europea los nacionalistas reivindicaban la creación de Estados nacionales redibujando el mapa según las fronteras lingüísticas, o statu quo antes contradictorios. Nada de esto ocurre en África: allí el mapa no es discutido y nadie piensa en esgrimir el statu quo. Simplificando las cosas, se podría anticipar que si los Estados de la periferia europea fueron creados para consagrar el hecho nacional (al menos en principio), en África toca a los Estados obrar de tal suerte que el hecho nacional venga a consagrarlos.
En la medida en que la experiencia europea del siglo XIX tiene algún valor, puede deducirse de allí que la construcción de redes de comunicación (carreteras, ferrocarriles, acueductos, puertos) y la escolarización generalizada desempeñan un papel esencial en la formación de las naciones modernas 29. Pero si es posible planificar el asfalto de las pistas y hasta, aunque con menos precisión, el crecimiento de los efectivos escolarizados, el proceso general sicopolítico de la génesis de una nación obedece a su lógica propia, no se planifica ni se reglamenta. Apenas está al alcance de un gobierno trabajar en el sentido del desarrollo nacional, no solo poniendo a su servicio los "medios" de comunicación (prensa, radio, televisión) y el deporte 30, sino también apoyando la investigación destinada a conocer las realidades del país, en particular las estructuras sociales y las transformaciones que allí operan, y procediendo a una evaluación permanente de los efectos de su propia acción. En fin, más allá de estos medios directos (propaganda, estadística, sociología y evaluación), los poderes públicos pueden aportar su contribución a la disciplina que forma en grado eminente la conciencia nacional: la historia. Otras disciplinas, como la lingüística, la geografía, el folclore, etc. pueden ejercer una función paralela a la de la ciencia histórica; ésta empero goza de un privilegio temible: todo nacionalismo cree justificarse por el pasado para establecer sólidamente su legitimidad y probar su verdad, aún si ese ayer no ha prefigurado en nada el advenimiento de la era de las naciones. Pasando por sobre la evocación de las glorias del pasado destinada a probar las cualidades eternas del pueblo en referencia y a movilizar las energías para la construcción del país, la ciencia histórica responde a una necesidad sicológica profunda: el hombre no se siente hombre hasta saber que está integrado en una continuidad histórica. Responde también a una necesidad intelectual: para explicar el presente y prever el porvenir nunca se ha dado mejor fórmula que la de interrogar el pasado, próximo o lejano.
Según ciertos espíritus críticos, apesadumbrados o simplemente enceguecidos por la aparente superioridad de las ciencias matemáticas, el sondeo de lo que fue no tiene ningún sentido y no puede desembocar sino en resultados frágiles y que inspiran desconfianza, desmentidos o contradichos infaliblemente por investigaciones paralelas o ulteriores. La controversia sobre este punto, a no dudarlo, jamás será dirimida, nunca será cancelada porque los hombres, los individuos al igual que las colecciones, quieren conocer su historia y admiten sin hacerse violencia que ésta se renueva, se re-evalúa permanentemente.
Esto no significa en manera alguna que no importa qué mercancía pueda venderse bajo el rótulo de "historia", porque el estudio del pasado es tributario de las fuentes. Las fuentes históricas del África son múltiples y están diseminadas al comprender lo mismo las tradiciones orales que los objetos de arte, las costumbres todavía vivientes, que los documentos escritos, conservados en África o en cualquiera otra parte del mundo. Para dar pábulo a la ciencia africana con el fin de que se dilate y alcance su plenitud, hay que poner primero en juego la infraestructura de la investigación, a saber bibliotecas y archivos. Rindiendo tributo a lo espectacular con detrimento de lo racional, no pocos países africanos han seguido un camino inverso y han comenzado por crear institutos de Ciencias Humanas, sin pensar en las fuentes que los estudiosos de esos institutos deberían consultar para hacer su trabajo, y por recoger las tratos deberían consultar para hacer su trabajo, por recoger las tradiciones orales o micropelículas en el extranjero sin poder depositar en condiciones decentes los documentos así adquiridos.
El estribillo según el cual "África no tiene archivos" no corresponde en manera alguna a la verdad. No abundan ciertamente documentos anteriores a la colonización, pero existe en algunos países en cantidad limitada. Los documentos creados por las instituciones coloniales llenan kilómetros de anaqueles 31 en decenas de países africanos 32. Bastaría hacerlos accesibles a la investigación para que la ciencia histórica africana pudiera dar un salto revolucionario hacia adelante. La microfilmación en el extranjero, aún masiva, sobre todo en las antiguas metrópolis y la recopilación sistemática de las tradiciones orales serían posibles desde el momento en que unos buenos depósitos de archivos organizados pudieran recibir para el usuario cintas magnéticas y rollos de películas.
Digamos, en suma, que el período comprendido entre 1950 y 1970, es decir los años que anteceden y siguen a la Independencia, interesarán más que ningún otro, y a justo título 33, a los futuros historiadores. A menos que se tomen de inmediato medidas indicadas para la custodia y conservación de los archivos posteriores a la Independencia (lo mismo que los de los partidos políticos y de los sindicatos de postguerra) las generaciones futuras conocerán menos bien la fase decisiva de la historia nacional que las campanas militares de la colonización, o la "política indígena" del Gobierno general de A.D.F. Documentos a granel han perecido hasta ahora, lo cual significa que la historia de los albores de la Independencia será difícil escribirla y que incontables episodios transcendentales o de menguada importancia, permanecerán por siempre ignorados.
¿Será esto por ventura una razón para dejar las cosas como están?
NOTAS PRELIMINARES
Las reflexiones expuestas a lo largo de este trabajo no conforman una nueva filosofía de la historia en cuyo contexto la Divina Providencia y la lucha de clases serían reemplazadas por el registro de correos, y la cité (ciudad) interministerial de los archivos se pondría en lugar de la Cité. No pretenden siquiera probar que "sin archivos no hay desarrollo" ni establecer otras ecuaciones por el estilo.
Se trataba más sencillamente de explicar por qué África debería proveerse de estructuras de archivo porque, repitámoslo, los archivos no deben presentar las apariencias de objetivo, prioritario o no.
Ellos constituyen ruedas del mecanismo administrativo al mismo título que las prefecturas, las oficinas estadística, las captaciones de impuestos o las inspecciones académicas. Nunca ningún gobierno africano ha encabezado la lista de sus prioridades con la organización de los gabinetes ministeriales. Se crean no obstante aquí y allá para que los Ministerios puedan garantizar sus funciones.
Los archivos pueden convertirse en herramientas de eficacia notoria y hasta temible, como lo atestiguan las proezas de los servicios de policía y contraespionaje. Para la buena administración de un país no basta haber optado por una política promisoria y escogido la lista óptima de las prioridades en materia de inversiones presupuestales. El funcionamiento cotidiano de la máquina administrativa también cuenta.
Aún a riesgo de parecer ridículo, el archivista debe cuidarse de sobrestimar la importancia de los servicios que su actividad puede prestar a la colectividad. No es por la creación de los servicios de preparación y puesta en marcha de los archivos nacionales por lo que serán derrotados en el Tercer Mundo el hambre, la desocupación y el analfabetismo.
Pero los archivistas tienen su papel que desempeñar en la acción por el desarrollo, y negarlo demuestra ignorancia. Por mala ventura la ignorancia es uno de los factores más poderosos de la historia. Y eso también es ignorado.
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NOTAS
1 Esta sección es el primer establecimiento de formación profesional archivística en África. La enseñanza regular comenzará en noviembre de 1971.
2 Fuera de El Senegal, donde estoy viviendo desde enero de 1971, se trata de los siguientes países: Mauritania, Malí, Guinea, Alto Volta, Costa de Marfil, Togo, Dahomey, Niger, Chad, Camerún, República Centro Africana, R.P. del Congo, R.D. del Congo y Gabón.
3 DUMOND, René, L'Afrique noire est mal partie, edición revisada y corregida, París, Seuil 1969, p.68.
4 MEISTER (Albert), L'Afrique peut-elle partir? - París, Seuil 1966, p.267. Estos tres rasgos caracterizan también a los países francófonos.
5 Unos sistemas institucionales sin escritura (o con muy pocos escritos) habían funcionado durante siglos en África antes de la colonización. Pero desde entonces África ha hecho suya la técnica administrativa a base de escritura, y no hay por qué creer que este hecho fundamental deba discutirse.
6 Expresión de M. R. H. Bautier.
7 Esta ojeada es demasiado rápida para pretender la exactitud histórica; busca simplemente subrayar el hecho de que la clasificación de documentos figura entre las faenas normales de la administración europea desde cuando ésta funciona a base de escritura.
8 DUMOND, René, op. cit, p.58.
9 El CFA vale 2 céntimos franceses ( lFF = 50 CFA). Las cifras según las cuales he hecho los cálculos me han sido comunicadas gentilmente por Strafor-Senegal. El metro lineal de estantería cuesta aproximadamente 4.500 CFA al por menor (incluidos todos los gastos), pero las reducciones pueden ir hasta un 50% en caso de encargos masivos. Los precios son de Dakar.
10 Es evidente que el material se deteriora muy rápidamente en clima tropical. No creo en economías de cuatro centavos, pero pienso que es importante utilizar de manera razonable los equipos de que disponemos y establecer los presupuestos de equipo de los servicios conforme a las necesidades reales.
11 Me contaron un caso por demás elocuente: después de haber ordenado efectuar un estudio por la suma de 600.000 $, se dieron cuenta de que un estudio semejante había sido preparado por 400.000 $, el año anterior.
12 No exclusivamente.
13 En el artículo en preparación que se menciona en el liminar.
14 Cito este ejemplo porque el Director de los Archivos de dicho país hizo devolver de París a Libreville los papeles en cuestión - la nota no es, pues, crítica.
15 Caso igual lo encontré en uno de los países visitados.
16 Para no alargar más de la cuenta el presente artículo, me he limitado en esta referencia al problema de la garantía de los derechos individuales.
17 Archivos del Ministerio de Asuntos extranjeros y Archivos del Ministerio de Francia y Ultramar.
18 Decisión del l de julio de 1913 y circular del 2 de julio de 1913.
19 La decisión general de 1953 suprimió la reincorporación de los Archivos al I.F.A.N., pero no se ha aplicado realmente sino a nivel de la autoridad federal y de Senegal.
20 Como lo hace el Senegal, país piloto del África Continental francófona en materia de archivos, dentro del marco de la reforma administrativa elaborada con la ayuda de un equipo de las Naciones Unidas.
21 Son contados los ministros y altos funcionarios que he vuelto a encontrar en 1971 ocupando las mismas funciones que en 1969, aunque uno solo de los países en cuestión haya cambiado de régimen entre una y otra visita.
22 M. Valette subraya con razón la importancia de establecer y poner en función permanente un juris-classeur. En República Centroafricana un consejero del Ministerio del Interior organizó un repertorio permanente destinado a servir a las administraciones regionales.
23 No se trata tan solo de las estadísticas económicas, educativas, sanitarias o demográficas y de los proyectos mineros, hidrológicos y ferroviarios, sino también de los datos etnológicos, lingüísticos, alimenticios, religiosos, etc.
24 Término utilizado para designar la nueva técnica de la planificación de la Asistencia PNUD.
25 No olvidemos que la lucha contra las epizootias requiere para ser eficaz una disciplina documental estricta.
26 Las fronteras actuales no se alejan de las fronteras de la época colonial sino en dos casos: Camerún y Tanzania.
27 Esta comparación toca exclusivamente al papel del nacionalismo y no pretende establecer parentesco alguno entre las sociedades aludidas.
28 Cf. Fougeyrollas, op. cit., p.51-70. * "en el estado en que se encontraban antes las cosas", o sea en la situación anterior al hecho. Nota del traductor.
29 Hago voluntariamente abstracción de los avances técnicos y científicos alcanzados a lo largo de una centuria: no para discutir su importancia desde el punto de vista del ritmo posible del crecimiento económico, sino para poner en evidencia que la génesis de las naciones está uncida a las posibilidades económicas creadas por la revolución industrial. pero no al nivel técnico de una etapa determinada.
30 El amor inflamado por el deporte, en especial por el balompié, es uno de los fenómenos más salientes del África contemporánea: las competencias internacionales, en nombre del interés que despiertan, constituyen contribución inapreciable a la formación de las conciencias nacionales. La identificación con los éxitos deportivos se produce de manera espontánea, en tanto que la adhesión a la obra gubernamental nunca está exenta de aprensiones y juicios críticos disimulados, de sorpresas en veces desconcertadas.
31 Muy a menudo en condiciones lamentables; en muchos casos, toneladas de papeles "históricos" se pudren hacinados no importa cómo, exactamente igual que los expedientes de la administración contemporánea.
32 En el momento de la Independencia las autoridades francesas no procedieron a repatriaciones masivas de documentos sino en contados países, (Archivos de AEF y Madagascar, por ejemplo), pero aún en dichos países tales medidas no afectaron la totalidad de los archivos que creó la administración colonial.
33 A decir verdad, apasiona desde ahora a los especialistas de la historia contemporánea y de las ciencias políticas, sin hablar de los economistas y sociólogos. Estos sin embargo no podrían lograr sino un beneficio limitado, aunque apreciable, de la existencia de servicios de archivo, en razón de la no - comunicabilidad de la mayor parte de los documentos antes de ciertos plazos convenidos.
* Secretario General de la ACI
PGI-85/WS/32 - Original: inglés
La Administración Moderna de Archivos y la gestión de Documentos: El Prontuario RAMP
Recopilado por Peter Walne con la asistencia de un grupo de trabajo del consejo Internacional de Archivos
Programa General de Información y UNISIST
Organización de las Naciones Unidas para la| Educación, la Ciencia y la Cultura
París. Diciembre de 1985
(Traducido del original francés del texto publicado en Serbo-Croata, en Archivi, vol. 21, no. 1-2 (1971)
El destacado nos pertenece.
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