Sebastián Vera
Director fundador de la Escuela Normal de Río Cuarto
Sebastián Vera, como muchos de sus contemporáneos, era masón.
La masonería y la logia “Estrella de Río Cuarto”
La casa donde funcionó el templo masón de nuestra ciudad a comienzos del siglo pasado fue declarada sitio histórico. Sale a la luz una historia llena de secretos y nombres muy famosos.
San Martín, Sarmiento, Urquiza y Mitre no sólo son nombres famosos en la historia argentina, entre sus actividades incluyeron la participación en una de las logias más renombradas y a la vez misteriosas del mundo, la masónica.
Estos apellidos quizás han sonado en más de una oportunidad vinculados a la masonería y no resultan novedosos en el tema, pero cuando se hace referencia a personajes locales más de uno se sorprende. Wenceslao Tejerina, Sebastián Vera y Alejandro Roca, quienes hoy más de uno conoce como calles, fueron forjadores de la logia “Estrella de Río Cuarto Nº 116”, única masónica realmente comprobada en la ciudad.
Sus “tenidas” (nombre que se les da a las reuniones de la logia) comenzaron a realizarse a fines del siglo XIX en el Hotel Argentino, ubicado en la calle Buenos Aires y Alvear (Carlos María... quien casualmente también habría sido masón).
Los encuentros comenzaron el 25 de marzo de 1892 y el 16 de noviembre del mismo año se oficializó la logia en Río Cuarto. Pronto las “tenidas” comenzaron a desarrollarse en la casa que hoy se encuentra en la calle Alberdi 575, casona que recientemente fue declarada lugar histórico de la ciudad.
Viviana Yawny, concejala por el bloque Río Cuarto para Todos y creadora del proyecto de protección de la casona, comenta que “la idea de declararla de interés municipal tiene que ver con preservar su mística para nosotros y para los que vienen. Esto no debe perderse en el tiempo, como pasó con tantas casas que tienen mucho que ver con la historia y hoy albergan edificios de cuarta categoría”. Luego agrega que: “Esta casa tuvo mucha suerte, porque dio con personas que se encargaron de recuperarla y hoy nos dejan el legado”.
Durante casi 20 años funcionó como templo de los hermanos masones. Más tarde, tras permanecer un tiempo cerrada y deshabitada, pasó a ser sede del Partido Socialista y luego de la biblioteca Evaristo Segat. Hoy pocos saben de la historia que alberga el edificio y todo lo que se vivió en él, pero en sus paredes aún quedan huellas del pasado.
Un muy breve resumen que introduzca a la masonería se remontaría hacia la baja Edad Media, en Inglaterra, donde para muchos estaría el origen de la logia. Entre varios gremios de trabajadores se destacaba el de los constructores, de allí la palabra “mason” (“albañil” en inglés). En escuelas enseñaban los conocimientos de la construcción y guardaban para sí grandes secretos que adquirían con los años de trabajo.
Para unir a todas los grupos se convocó a un pastor protestante, de nombre Teófilo Desaguliers, y se considera que el 24 de junio de 1717 fue el día del nacimiento de la masonería como se la conoce en la actualidad.
Mucho se dice de la logia y pocos conocen realmente su funcionamiento. La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones (esto de “Libres y Aceptados” se refiere a todos aquellos que se incorporaron a la logia sin tener vinculación a la construcción) se define como una “sociedad filantrópica, filosófica y progresista”, cuyos objetivos son “la exaltación y el perfeccionamiento de las más elevadas virtudes humanas”.
Se considera que a Argentina la masonería llegó a comienzos del siglo XIX, con las invasiones inglesas, y en Córdoba las primeras logias que se fundaron fueron la “Piedad y Unión Nº 34”, y la “The Southern Cross Nº 1760”, a finales del mismo siglo. En cuanto a Río Cuarto, por aquí pasaban muchas personas vinculadas al ejército y la clase política, que se cree muchos serían iniciados en la masonería. Del mismo modo, se vincula a los comienzos de la logia “Estrella de Río Cuarto Nº 116” a los dirigentes del ferrocarril Andino, empleados de empresas británicas.
Si bien ya había quienes estaban vinculados a la logia en la ciudad, recién en 1892 comenzaron las reuniones de un grupo de “hermanos” masones. El historiador Carlos Mayol Laferrere, en uno de sus trabajos sobre la historia de la masonería en nuestra ciudad, indica que habría sido Wenceslao Tejerina el que tuvo la iniciativa de la formación de la logia “Estrella de Río Cuarto”.
Tejerina fue presidente del Banco Provincia de Córdoba, senador provincial, vicegobernador, ministro de Educación Pública y diputado nacional, lo que da a imaginar el poder que pudo tener la logia y los contactos con los que contó.
Junto a Tejerina, figuraban en las actas de las primeras reuniones masónicas nombres de importantes comerciantes de la época y, entre otros, el de Alejandro Roca, quien fue designado tesorero de la logia. La mayoría de los hermanos era de origen extranjero.
El dueño del Hotel Argentina, Godofredo Huss, era nacido en Suecia, y los constructores Luis Damond y José Francheschi (quienes se cree tuvieron una participación importante en la construcción de la casona de la calle Alberdi donde funcionó el templo) eran francés e italiano, respectivamente. A ellos se sumaban algunos españoles, como Ignacio Caminal y José Ribas Mas, quien fuera designado como Venerable Maestro de la “Estrella...”.
Un día como el de ayer, 16 de noviembre, pero de 1892, la logia recibió su “Carta Constitutiva” que la unió a la Gran Logia por casi 10 años.
La logia fraternal
“La masonería es la primera organización fraternal del mundo y la más grande. Es una Escuela de Pensamiento y un sistema de ética basado en la creencia de que cada hombre tiene la responsabilidad de mejorarse dedicándose a su familia, al país, a su fe y la fraternidad”, es lo que enuncia la Gran Logia de la Argentina entre sus principios. Esos fueron los valores que intentaron seguir en la ciudad los hermanos de la logia a comienzos del siglo pasado.
Entre 1892 y 1893, se produjeron muchas iniciaciones en la “Estrella de Río Cuarto” y el número de los masones que la integraban subió a 34. En su mayoría eran de origen francés, español o italiano, inmigrantes que llegaban al país al menos con el conocimiento de la logia.
Aquí aún no era vista con los mejores ojos, pues era una sociedad en la que la Iglesia Católica tenía un fuerte peso. En cuanto a sus profesiones, muchos de ellos eran comerciantes o empleados, y pertenecían a la clase media o alta.
Desde su nacimiento y durante algunos años antes del nuevo siglo, la logia vivió su mejor época. Nuevos hermanos participaban de las tenidas, y el número de integrantes subió a 55 hacia 1895. José Ribas Mas se mantuvo como Venerable Maestro un breve período y luego asumió Francisco Monlezún.
A partir del ‘96 tomaron más protagonismo nombres hoy más reconocidos, Alejandro Roca como Venerable Maestro por dos años y Sebastián Vera primero como orador y luego como Primer Vigilante.
A partir de este año, y hasta la llegada del siglo XX, se tiene conocimiento de algunos trabajos que realizaron miembros de la logia. Actas y crónicas de la época dan cuenta de colectas para ciudadanos de provincias inundadas, entre otras actividades.
Sin embargo, desde 1901 se produjo un retroceso en la participación de los hermanos de la “Estrella de Río Cuarto” y por la falta de un pago correspondiente a los censos anuales masones, se declaró radiada a la logia e “irregulares” a todos sus hermanos.
Fue entonces cuando la logia entró en un período de inactividad, al menos por unos años. Aproximadamente en 1906, se retomaría la actividad, pero ya en esta época con menos documentación que lo certifique. Por entonces, Sebastián A. Vera se convirtió en el nuevo Venerable Maestro y se incorporaron diez hermanos a la agrupación.
Un templo histórico
¿Cuántas veces uno camina por las calles de la ciudad sin ver detenidamente el paisaje? ¿Cuántas de pronto uno se percata de un balcón en lo alto que nunca había visto? ¿En cuántas oportunidades uno pasa de largo junto a una casa histórica y no le presta ni la menor atención? Seguro que de aquellos que caminan por la calle Alberdi al 500 pocos conocen lo que sucedió en esa casona que hoy es la biblioteca Evaristo Segat.
La invitación es detenerse frente a su fachada y empezar a encontrar las huellas de lo que otrora fue un templo masón. Cualquiera se sentiría inmerso en una de esas nuevas novelas de misterio repletas de simbología que revela antiguos secretos. Antes de poner un pie en la casa está la primera marca.
En el umbral de la puerta el mármol aún tiene grabada la leyenda “AUG. LOG. ESTREL...”, por Augusta Logia Estrella, el paso del tiempo borró las últimas letras. Sobre la inscripción una reja de hierro remachada con un nuevo símbolo, dos estrellas de cinco puntas, propias del grupo masón. Tan imponente es esta verja que las columnas están muy deterioradas como consecuencia de su peso.
En el frente del templo, con mucho esfuerzo se pueden ver las siguientes iniciales: A.L.G.D.G.A.D.U., también echadas a perder con los años. Corresponden a la invocación masona: “A La Gloria Del Gran Arquitecto Del Universo”.
Más arriba asoman un sol (a la izquierda) y una luna (a la derecha), y por sobre todo esto, una nueva estrella, que según cuentan en la biblioteca, en tiempos de gobierno de dictadura militar fue quitada por la fuerza. Este símbolo se ve dentro de un frontispicio triangular, muy particular de la masonería.
Otro rasgo distintivo se ve en sus puertas, pues todos los templos de la logia tenían una abertura para el ingreso y otra para la salida, estas dispuestas de modo simétrico. Hoy la que funcionaba como entrada está cerrada, pero a comienzos del siglo XX facilitaba el acceso al vestíbulo de la casa, o lo que se llamaba “sala de los pasos perdidos”.
Fortunato Remedi fue el Venerable Maestro de la “Estrella” en el período 1909-1910 y Mayol Laferrere señala que otras dos logias habrían funcionado en la ciudad para la misma época: la Víctor Hugo 2º y la Lautaro, pero no habría documentación que certifique sus existencias.
Los últimos rastros de la masonería en Río Cuarto datan de 1925 y luego desaparece con el tiempo. Mayol Laferrere relaciona al fin de la logia con el nacimiento del Rotary Club local, surgido con valores similares.
En la actualidad no se tiene conocimiento del funcionamiento de la logia en la ciudad, y en lo que fue el templo sólo quedan libros y encuentros culturales. “Nunca se desvirtuó la mística de la casa, nunca tuvo un fin distinto al debate.
La casona siempre estuvo ligada a pensadores que discutieron los temas más importantes de su momento. Algo de esa mística quedó dentro de la casona, que hoy se transmite ya sea con la parte cultural, a través de la biblioteca, o con la política y social con el partido”, reflexiona Viviana Yawny, miembro del Partido Socialista.
Cuando se piensa en temas como éste, relacionado a un grupo tan misterioso como el masón, guiado tan fuertemente por la simbología, es inevitable jugar un poco a buscar mensajes en sus signos. Ayer la logia “Estrella de Río Cuarto Nº 116” hubiese cumplido años, casualmente 116 años.
Luis Schlossberg
Fuente: http://www.puntal.com.ar/noticia.php?id=46578 (17/11/2008)
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