ESPAÑA: En recuerdo de la escuela fusilada
Eva Montiel González
Para cortar de raíz el espíritu de la II República, los sublevados cargaron ferozmente contra la columna vertebral de las reformas que pretendían modernizar España: la escuela.
Como maestra y en honor a todos los maestros del pasado que le ocurrieron esto, voy a dejar diversas lineas que dicen mucho sacadas y documentadas de el pais.com educación, más vale tarde que nunca. Cuando las tropas de Franco avanzaban por Navarra en plena Guerra Civil, cuenta el profesor de secundaria Iñaki Pinedo, la consigna era acabar con los maestros. Se fue corriendo la voz, así que cuando llegaban a los pueblos, muchas veces el maestro ya había huido. Entonces, lo que hacían era sacar a la calle todos los símbolos republicanos de la escuela y dispararles. Incluso, llegaron a ametrallar el edificio de algún colegio. Pinedo explica así por qué ha titulado La escuela fusilada el documental que ha codirigido.
Para cortar de raíz el espíritu de la II República, los sublevados cargaron ferozmente contra la columna vertebral de las reformas que pretendían modernizar España: la escuela. Por eso, el colectivo de maestros fue el más represaliado de la Guerra Civil, no sólo por los docentes que sufrieron la cárcel y murieron. -”Parece mentira que aún no se sepa el número de maestros que fueron asesinados”, se queja el otro coautor del documental, el periodista Daniel Álvarez-, sino por el proceso de depuración al que tuvieron que hacer frente durante y después de la guerra a manos del régimen franquista.
Absolutamente todos los maestros funcionarios fueron separados de su profesión y, bajo la presunción de culpabilidad, tuvieron que demostrar a través de cartas de sus alcaldes, los presidentes de los padres católicos o, sobre todo, del cura párroco de su pueblo, que no eran desafectos al nuevo régimen para poder reincorporarse a su trabajo. De los 61.000 que integraban el cuerpo de docentes, 16.000 recibieron algún tipo de sanción y otros 6.000 fueron expulsados de su cargo.
“La obligación moral que tengo antes de irme es que esto se sepa”, dice en el documental Hilda Farfante, hija de maestros fusilados. Celia Muñoz, hija del maestro Gerardo Muñoz, fusilado y después indultado; Covadonga Pérez, hija y hermana de maestros fusilados; Francisco Díaz Lugones y Paulino Rodríguez, que sufrieron la cárcel y se les prohibió ejercer la docencia; Josefina García Flores, que se exilió en México junto a su padre, también maestro; o Clara Díez, hija de Augusto Díez Carbonell, que fue apartado de su profesión tanto por la Generalitat durante la guerra, por no simpatizar con las tendencias separatistas, como por la dictadura de Franco, por desafecto al régimen, son algunas de las voces que cuentan su historia en primera persona.
“El miedo y el silencio”
Dos filas de rejas y, en medio, los guardias. A un lado, las familias y al otro, los presos. Todos gritaban y nadie conseguía escuchar nada. Así recuerda Celia Muñoz la última vez que vio a su padre, Gerardo, un día antes de que le fusilaran, en julio de 1939. “No había cogido un fusil en su vida”. Ella tenía 12 años cuando estalló la guerra.
Con aquellos recuerdos de infancia ha vivido Celia Muñoz hasta que hace unos años empezó a ver los papeles de su padre, que habían permanecido en un cajón, guardados por su madre, primero, y por su hermano, después. “Nos educaron en un ambiente de silencio y de miedo. Las madres no contaban, ni dentro de casa, lo que había pasado”, dice. En aquellos papeles que guardaba su hermano encontró las cartas que su padre, maestro nacional en Móstoles (Madrid) durante 16 años, escribió desde prisión, los poemas. Y a través de ellos ha seguido descubriendo cosas. Durante el rodaje de La escuela fusilada, ha visto el expediente de depuración de su padre.
“Mi obligación moral antes de irme es que se sepa”, dice Celia y que verdad lleva en sus palabras.
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