PEDRO JUAN MANUEL COTTA
MISIONERO DEL AULA
Investigación, compilación y entrevistas Prof. Chalo Agnelli
Tomado de “Maestros y Escuelas de Quilmes” 2º edición.
“Me parece verlo en medio del patio grande: la cabellera muy blanca, las cejas pobladas y renegridas, la corbata moñito despeluzada y torcida, el sobretodo gris aclarado por el tiempo, con un brazo sujetando papeles y libros y siempre rodeado de alumnos. La escuela era para él un semillero de esperanzas. Y sus alumnos una promesa a hecha al futuro…” Estas palabras escribió su hija Blanca Cotta en un homenaje a su padre, el maestros don Juan Manuel Pedro Cotta.
Además de la familia, nada fue más claro en su vida que su vocación, la docencia, el amor a educar y el trato siempre fresco y renovador con niños y jóvenes. Su enseñanza se fundaba, sobre todas las ciencias, en observar y la valorar la grandeza de las cosas pequeñas: el encanto de los cotidiano, la naturaleza, el disfrute de las etapas de la vida, lo infinito e indescifrable del universo. Siempre estaba dispuesto al elogio, al estímulo, aún a los más rezagados.
Juan Manuel Cotta nació en la localidad bonaerense de Chivilcoy el 4 de diciembre de 1887. Uno de los diez hijos de Claudiano y Casiana; matrimonio de origen italiano, quizá de la provincia de Savona, en la región de la Liguria. Tenía 5 años cuando murió su padre y se unió a sus hermanos en los trabajos del campo, a la par de los peones. Ese fue su primer aprendizaje, la bondad de la tierra, la recreación incesante de la naturaleza; arar, sembrar, cosechar; el sudor del hombres regando en el surco; los montes frondosos, los amaneceres de verano, las puestas de sol en un horizonte sin fin, la amenaza del rayo y el olor a tierra mojada después de la tormenta. Todo eso fue diseñando en su interior al poeta.
Cuenta su hija que un día llegó al campo un periódico de Chivilcoy que anunciaba la fundación de una Escuela Normal. Primero dudó, pues ya tenía 17 años y le resultaba embarazoso a esa edad anotarse para cursar el 1° año. Pero la vocación fue más fuerte y contó con el estímulo del Prof. Mathus, director del flamante establecimiento. Se recibió en la Escuela Normal Superior “Domingo Faustino Sarmiento” de esa localidad, por donde luego pasaron alumnos y docentes de la talla de Domingo Zerpa, Mariano Serafín, inspector de enseñanza de la Provincia de Buenos Aires, Leonora Poch, declarada “la mujer del año” por el Consejo Nacional de la Mujer en la Universidad de Morón, Delia Garibotti, inspectora de educación inicial, declarada ciudadana ilustre por la Municipalidad de Chivilcoy y el escritor Julio Cortazar que ejerció en esa escuela como profesor normal en ciencias y letras.
Inicia la carrera docente con unas pocas horas en la Escuela Normal de Dolores. Luego un amigo le ofrece la posibilidad de fundar y dirigir una escuela Láinez. Estaba recién casado con Ángela Natalia, porteña, hija de Natalio Zara y María Cuesta; una familia de clase media acomodada que vivía en Pueyrredón y Paraguay en la Capital Federal. Su padre, italiano, era pastelero, dueño de la confitería América, ubicada en la calle Santa Fe. Ángela notable ama de casa, compañera, amante y amiga, acompañará fielmente a Juan Manuel en su extenso itinerario docente. El 26 de julio de 1911, se inaugura oficialmente la Escuela Nº 92 en Dolores; el primer pueblo fundado por el gobierno surgido el 25 de mayo de 1810, por eso se lo llama "El Primer Pueblo Patrio".
Sólo contaba con el edificio, todo lo demás contaba por cuenta del maestro-director: hizo los bancos, los pizarrones, los borradores, junto a Ángela cosió guardapolvos para los más necesitados, hasta se ocupó en cortar pelos y uñas. Ella hacía los pastelitos criollos para las fiestas patrias y pan casero para las meriendas que les daban a los alumnos a media mañana. Próxima a la escuela alquiló un terrenito para hacer una huerta y consiguió un telar que les dio la primera Bandera Argentina que se izaba todas las jornadas. La matrícula creció muy rápido y la escuelita quedó estrecha de modo que comenzó el engorroso trámite para obtener otro edificio. Una vez que lo logró la bautizó Profesor José Benjamín Zubiaur, un gran maestro que lo había alentado en su vocación.
Lamentablemente por esa costumbre que tenemos los argentinos de cambiar el nombre a calles y escuelas según sean las modas o las pasiones de turno la Escuela Nº 92 de Dolores pasó a llamarse“Misiones”. Sin embargo la comunidad no lo aceptó y siempre la llamó “la escuelita de Cotta”, al punto que hoy por resolución ministerial lleva su nombre: “Pedro Juan Manuel Cotta”. También fue profesor de Historia en el Colegio Nacional de esa ciudad.
Su empeño y laboriosidad no pasan desapercibidas para las autoridades del Ministerio de Educación de la Nación y en 1923 lo trasladan a Tandil, para asumir la dirección de la Escuela Normal. El pueblo entero, con banda de música inclusive, fue a esperarlo a la estación del ferrocarril y lo acompañó en pedagógica procesión, junto a su familia, hasta el hotel donde se hospedaron.
Era una característica de las escuelas Láinez que su personal lo era del Consejo Nacional de Educación. Institución que podía desplazarlo o moverlo a cualquier sector de la provincia o del país que comprendía su jurisdicción.
Mientras tanto van naciendo los hijos: Laura, Juan Ángel y los mellizos Roberto y Blanca. Cuando estos últimos tienen dos años lo trasladan a La Pampa, que todavía era Gobernación, para hacerse cargo de la dirección de la Escuela Normal de Santa Rosa. En octubre de 1927, la Escuela participó de los Juegos Florales organizados por la Asociación Sarmiento para el 12 de Octubre. Se realizaron en el Teatro Español de Santa Rosa. En el acto dirigió la palabra el director del Establecimiento Sr. Juan Manuel Cotta como encargado de sustentar los juegos florales. El diario local "La Antonimia" comentó sobre ese discurso: ...la armonía, el timbre, la duración exacta de cada palabra, hace que el auditorio del Sr. Cotta, lo siga con interés creciente a través de su discurso, viviendo cada pasaje y saboreando la dulzura de su verbo.”
Efectivamente, fue un notable conferencista, ameno y carismático. Pablo Pizzurno le escribió en una oportunidad, después de una conferencia de Cotta: “Leyendo su eficiente disertación, se me ocurrió preguntarme; ¿Dónde, en qué Institución, con qué profesor, en qué ambiente se ha formado este maestro? Me di la respuesta, casi seguro de no equivocarme; ¡Este hombre es autodidacta, hijo de sí mismo!...” En esta ciudad pampeana, llegó a ser después del gobernador y el obispo, la autoridad con mayor consenso, por la natural actitud maleable y la apertura de criterio que poseía para consustanciarse con las tradiciones y la historia de lugar, así como con las necesidades y potencialidades de las familias. A los que conocía a través de sus alumnos.
De Santa Rosa se trasladó a una ciudad con nombre indio, creciendo junto al Río de La Plata, muy dispar a las localidades de predominio agrícola ganadero que había recorrido, Quilmes.
El director fundador José Sosa del Valle se jubilaba y Cotta fue designado director de la Escuela Normal Nacional, cargo que desempeño desde 1932 hasta su jubilación. Durante este período la escuela cumplió sus Bodas de Plata (1937). Cotta funda el Museo de Historia Natural "Ameghino", el gabinete de química, debidamente equipado, una biblioteca general, 20 bibliotecas de aula y escribió la letra del himno de la escuela.
Fue su última trayectoria en el ejercicio de la docencia, no en el magisterio que ejerció hasta el último día de su vida. Como en Dolores, en Tandil y en santa Rosa, dejó una huella muy honda no sólo entre sus alumnos y colegas sino en toda la comunidad que lo vio atravesar sus calles y detenerse en sus plazas. Al punto que hoy hay dos instituciones que llevan su nombre, el Jardín 916 de La Ribera y desde 1984, la escuela Nº 27, ubicada en San Luís y Calle 390 del barrio “La Primavera” en Quilmes Oeste.
También lleva su nombre la Escuela Nº 24, ubicada entre las calles Matheu y Fragata Sarmiento, Barrio San Luís de la localidad de José C. Paz en la provincia de Buenos Aires.
Redactó en numerosas revistas, periódicos, publicaciones como en el periódico “El Nacional” de Dolores, en “Fray Mocho”, “Nuestras escuelas”, “La Lectura” de Quilmes con motivo de sus bodas de oro. El artículo se titulaba “La divina docencia de Jesús”.
Fue un imperioso promotor y propagandista de la lectura y su valor. La estimuló en sus alumnos y maestros. Escribió varios textos escolares: “Pan” (para 1° grado); “Vuelo inicial” (2° grado), “Un paso más” (3° grado), “Tierra hospitalaria” (4° grado) “Surcos y alas” (5° grado), “El compañero espiritual” (6° grado) y “Perlitas”. A estos se suman: “Ejemplos”, con el subtítulo “Lecturas para formar el carácter de los niños” (1916); los libros de poemas: “Arpegios” (1918), “Poemas heroicos” (dos ediciones, con juicios de Max Nordau, Joaquín V. González, Rodolfo Senet y Ramón Melgar, de 1923), “Líneas paralelas”, “Cambiantes líricos” (1913), “Cartilla”, “En Villa Azeta y Viñedo Franklin” (1920), “La ofrenda del maestro” (para los niños, con prólogo de Víctor Mercante, 1923); las novelas “Mi amigo Ricardo” ( 1916) y “¿Dios es amor?”. Y además: “Briznas, surcos y evocaciones” (1924), “La abeja de oro” (1926), “Retazos de Pampa”, “Leyendas y episodios de La Pampa” y “Pedagogía festiva” (Santa Rosa, La Pampa, julio de 1928) que subtituló “Memorias de un jubilado”.
Fue un exhaustivo poeta, riguroso en los cánones de la versificación y además de su sustancia modernista se preanuncia en algunos de sus poemas el testimonio y el compromiso social. Ejerció su condición de ciudadano preocupado por los sinsabores del pueblo llano y los problemas que aquejaban al país. Este soneto de 1955 que nunca se permitió publicar, “por falta de espacio”, según decía él, y que, Blanca, su hija leyó como primicia en una charla dada sobre su padre es muestra de su lira testimonial:
¡Arriba juventud!
Es izquierdista el corazón y manda:
¡Arriba juventud lozana y fuerte!
Qué es mejor irse en brazos de la muerte
Que ser el brazo de una acción nefanda.
¡Libertad! ¡Libertad! Es la demanda
Del que la libertad jamás pervierte.
Moreno, Rivadavia, Almafuerte,
junto a Jesús, exhortan. ¡Yérguete!... ¡Anda!
Esta Patria enferma de cinismo,
Lucro, lujo y - ¡lo peor! – oscurantismo:
Ayer – como hoy – sacrílego botín.
¡Avanza, juventud, noble y serena
Hacia el surco, la cátedra o la arena…
¡Nos concitan Sarmiento y San Martín!
Juana de Ibarbouru le dijo en una oportunidad: “Es usted cosa rara, pues esto raramente se ve junto: buen poeta y buen escritor”. Y José D. Forgione, en “Los maestros que escriben”, nota publicada en el “Boletín del Consejo Escolar de Quilmes”, de mayo de 1921, que editaba el Prof. Atanasio A. Lanz, recordaba: “Yo no escribo, como dicen algunos para pasar el rato. Escribo versos cuando siento la necesidad de escribirlos…
”. Me decía Cotta una tarde, allá, bajo los sauces de las isla Paulino, a donde habíamos ido con Barroetaveña, Mercante, Zubiaur, Jáuregui, Nelson, Melgar, Susini… en procura de un momento de expansión, lejos del mundanal ruido”. Y continúa. “ En efecto, leyendo la copiosa producción literaria de Cotta, comprobamos sin mucho esfuerzo que ha escrito, porque el espíritu, estimulado por sensaciones delicadas, tuvo que estallar en millares de versos […] Ha cantado como pocos, el amor del hogar; mientras unos poetas buscan asuntos en la inmensidad de la naturaleza Cotta los ha encontrado en la vida íntima de su casa y nos ha brindado en sencillos y armoniosos versos, un mundo de sutiles emociones […] Juan Manuel Cotta no ha vivido indiferente a las corrientes modernas del pensamiento. En sus prosas de combate se define su personalidad con rasgos precisos.”
Cuando llega a Quilmes ya era una personalidad relevante en el mundo de las letras y de la educación a nivel Nacional. Y la comunidad local lo recibe como un premio que honraría la historia de sus instituciones y por eso supo respetarlo y admirarlo.
Después de 32 años ininterrumpidos en la docencia y 14 en la Escuela Normal de Quilmes, el 30 de setiembre de 1944, el Prof. Cotta se jubiló. Cubrió su cargo la que hasta ese momento fue la vicedirectora, Prof. Ana Luther.
El 15 de noviembre siguiente, se le realizó un homenaje en el Colegio San José y luego en ocasión de realizarse los actos de fin de curso de la Normal, la presidenta de la Asociación Cooperadora “Atanasio Lanz”, Silvia Cristy de Cella, le entregó un álbum de recuerdos con gráficos, fotos y la firma de alumnos, docentes y padres. Cotta en su discurso de despedida destacó que “…buscó primordialmente armonizar a unos con otros haciendo de las aulas un segundo hogar donde florecieran los mejores sentimientos, para eso más que un director quiso ser un amigo de alumnos y maestros.” Luego pasó a entregar personalmente los boletines de calificaciones a los alumnos con mayores puntajes de cada sección.
Terminado el acto, pasado el mediodía, colegas, amigos y ex alumnos le brindaron un almuerzo de despedida en la confitería del hotel "Astrid". Asistieron lo más representativo de la docencia quilmeña como Delia Altube, Fausta Sáenz, Hilda Sobrero, Elena Castellanelli, María Ignacia Berbeni, Alicia B. de Elesgaray, Nélida I. de Moodie, Silvia Cristy de Cella, Delia Martínez de Moltedo, Ignacia Lanz de Berbeni; los ingenieros: José Casella y Edgardo Castro; los profesores Orlando D. Cella, Alberto Iacobucci y León R. Naboulet; los doctores Carlos Ocampo, Juan Domingo Pozzo y Oscar Echelini que tuvo palabras elogiosas para el homenajeado.
Se le hizo un nuevo homenaje en la biblioteca “Luis C. García”, que se hallaba en el local social del Club Argentino de Quilmes (Alem 432), cuadro de fútbol del que era seguidor. La gratitud del Sr. Cotta no se hizo esperar y el 17 de noviembre envió a la presidenta de Cooperadora “Atanasio Lanz”, una cálida nota por la colaboración que le brindaron durante los 14 años que estuvo al frente de esa institución educativa.
A partir de ese año, se requirió su presencia como invitado destacado en cuanta actividad social, comunitaria, cultural o educativa se realizaba en el Partido de Quilmes como el 7 de diciembre a la inauguración de la Sala de Maternidad del Hospital de Quilmes y el 12 a la inauguración de la I.M.P.A. Además, convocado por instituciones locales, de los partidos vecinos, de La Plata y la Capital Federal, realizó un incansable periplo de conferencias, recitales poéticos e integrante de jurados.
Era un hombre sin estridencias ni ostentaciones. Sencillo en todas las cosas. No era presuntuoso en el decir ni en el callar. En el aula era un excelente creador de climas. Efectivamente, como maestro de sangre, además de valiente luchador ante los imponderables, fue un visionario y un minucioso guía en los caminos de la vida, con los instrumentos de la libertad; ejemplo de honestidad, rectitud de ánimo, comprensión, desinterés, sabiduría en el vivir y todo lo cimentó en el amor. El Prof. Víctor Mercante escribió: “La escuela de Cotta (...) en la tranquilidad luminosa del arrabal, bajo el oro de la luz del sol, entre las alegorías de la brisa pampeana (...) la modesta casa de amplio fondo en la que Cotta educa.”
Qué mejor que su propia letra para definir su pensamiento:
“¡Dios te libre!”
¡Dios te libre, mujer
de la casa sin ruidos,
de la mesa sin manchas,
del patio arregladito,
de la sala en que yacen
los juguetes dormidos!...
¡Dios te libre! Cuando eso
se consigue, no hay niños:
la vejez ha llegado,
el ensueño ha partido
y en los bronces que brillan
y en los zócalos limpios,
se pasea el recuerdo
hecho sombra ¡Bendito
el desorden que es Vida!...
¡Ah, si un día en silencio
se quedara este nido
y yo viera todo eso,
clamaría al Altísimo:
¿Para qué tener oro?
¿Para qué haber vivido?
¿Para qué el sol y el aire?
¿Para qué tú, Dios mío?...
Falleció el 20 de junio de 1964, en Quilmes, su ciudad por adopción a los 77 años, rodeado del afecto entrañable de hijos, nietos y una comunidad que lo contempló con la admiración y el respeto que se tiene a los Hacedores. Sus restos fueron sepultados en domingo 21 en el cementerio de La Plata.
Dejó sus hijos y sus nietos, todos sus alumnos, sus amigos, colegas; dejó todas sus palabras, contundentes, dulces, palabras para la vida; dejó emociones, sueños realizados; la plenitud de haber logrado una obra con la herramienta más efectiva, el amor. Fue fundador de vocaciones, de empresas gloriosas y fortuitas, porque vivió con el objetivo de ser en otro ser. Ese era Pedro Juan Manuel Cotta.
Investigación, compilación y entrevistas Prof. Chalo Agnelli
Colaboración Sras. Blanca Cotta de Geronés y Graciela Skilton Cotta
Fuentes: El Quilmero, el jueves, 30 de junio de 2011
Fuentes: El Quilmero, el jueves, 30 de junio de 2011
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Evangelio Escolar
(Para los niños inteligentes y maestros
consagrados)
por Juan B. Cotta
A éste no lo podemos llamar santo. Es el profesor Juan M. Cotta, Director de la Escuela Normal de Santa Rosa (La Pampa) y autor de “Ejemplos”, “La Ofrenda del Maestro”, “La Abeja de Oro”, “Pedagogía festiva”, “Una tesis posible sobre la caridad” y otras importantes obras.
Esta nueva producción del maestro escritor trae saludables consejos, muy útiles para maestros y educandos.
Los presenta en forma de leyes. He aquí la 1ª, que llama Ley de Salud: “La salud del cuerpo es causa del equilibrio espiritual y de la hermosura de las obras”. Sigue a continuación el circunstanciado desarrollo o explicación de la ley.
La 7ª y última ley, que llama del buen tino para empezar, es la siguiente:
“Los descubrimientos, las realizaciones de la ciencia, del arte, del trabajo y de la libertad, no son más que caminos hoy llenos de actividades, que existían antes que el hombre, y que muchos los han recorrido después aun mejorándolos; pero que sólo fueron pocos los que les hallaron el comienzo y les arrancaron las primeras brozas.”
Este folleto resulta tanto más útil y aprovechable desde que son cada día más escasas las lecturas morales aptas para niños. Tiene 15 páginas.
J.B.S. (probablemente Juan B. Selva)
Fuente: “La Obra. Revista
Quincenal de Educación.” Año XI, Nº 196, Buenos Aires, Mayo
10 de 1931. Tomo XI, Nº 5.
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