Allí estuvimos
20 Noviembre 2009
Durante los días 5 y 6 de noviembre, se llevó a cabo la II Segunda Jornada de Recuperación del Patrimonio Histórico Educativo: significados de la cultura escolar, en el microcine del Colegio Champagnat. Desde allí se continúo con la línea de trabajo iniciada el pasado año, desde la Biblioteca Nacional de Maestros, donde se comenzaron a trabajar las posibilidades y las lecturas de la educación, la memoria y la historia en nuestro país.
La BNM compartió con los participantes del encuentro, los avances de los proyectos que desarrolla vinculados a la temática de la historia de la educación en nuestro país: el Programa de Memoria de la Educación Argentina (MEDAR), el Programa Nacional de Archivos Escolares y las actividades desarrolladas desde la Sala Americana.
Además se presentó una avance del proyecto de prensa educativa argentina que se realiza en colaboración con la Universidad Nacional de La Plata y FLACSO de Argentina.
Este año recibimos la visita de los especialistas regionales: María Hortiguera, quién se desempeñara hasta muy pocos meses atrás como Directora del Museo Pedagógico José Pedro Varela (Uruguay), Francisca Maciel, Directora del Centro de Alfabetización, Lectura y escritura (Ceale) de la Facultad de Educación de la Universidad Federal de Minas Gerias (Brasil) y María Isabel Orellana, Directora del Museo de la Educación Gabriela Mistral (Chile), desde la cultura del libro, la recuperación de los objetos escolares y las historias de vidas, nos acercaron sus experiencias de trabajo.
Por otra parte, contamos con los aportes de las presentaciones de las experiencias que se están desarrollando en nuestro país, expuestas por sus propios protagonistas, archivos, bibliotecas y museos del sistema educativo argentino, que tienen como finalidad poner en valor el patrimonio histórico de la educación argentina y revitalizar las prácticas escolares.
Además, contamos con talleres que nos permitieron trabajar la historia oral en proyectos de educación, la recuperación de objetos y publicaciones periódicas, junto a la conservación del papel.
Contamos con la visita del Supervisor Francisco Cabrera quién con su vitalismo nos contagió a renovar nuestra esperanza en la educación del siglo XXI y nos emocionamos con los testimonios del maestro Luis Iglesias, desde un trabajo elaborado por el Infd. La Secretaría de Educación Prof. María Inés Vollmer, inauguró el encuentro, acompañando a la biblioteca en este proyecto y contamos con la adhesión del Ministro de Educación, Prof. Alberto Sileoni y de otras autoridades del Ministerio de Educación.
El equipo de la BNM coordinó las distintas actividades y siguió atentamente la logística y organización de cada evento para que los participantes se sintieran en su casa.
En este itinerario trazado desde la BNM podemos decir que se ha logrado dar continuidad a desarrollar una política de conservación, protección y difusión de la memoria de la educación argentina.
Desde el espacio de MEDAR pueden acceder al material de las presentaciones realizadas por los invitados regionales durante la jornada y algunas imágenes de lo vivido esos días.Agradecemos especialmente a quienes participaron y compartieron sus experiencias.
La BNM compartió con los participantes del encuentro, los avances de los proyectos que desarrolla vinculados a la temática de la historia de la educación en nuestro país: el Programa de Memoria de la Educación Argentina (MEDAR), el Programa Nacional de Archivos Escolares y las actividades desarrolladas desde la Sala Americana.
Además se presentó una avance del proyecto de prensa educativa argentina que se realiza en colaboración con la Universidad Nacional de La Plata y FLACSO de Argentina.
Este año recibimos la visita de los especialistas regionales: María Hortiguera, quién se desempeñara hasta muy pocos meses atrás como Directora del Museo Pedagógico José Pedro Varela (Uruguay), Francisca Maciel, Directora del Centro de Alfabetización, Lectura y escritura (Ceale) de la Facultad de Educación de la Universidad Federal de Minas Gerias (Brasil) y María Isabel Orellana, Directora del Museo de la Educación Gabriela Mistral (Chile), desde la cultura del libro, la recuperación de los objetos escolares y las historias de vidas, nos acercaron sus experiencias de trabajo.
Por otra parte, contamos con los aportes de las presentaciones de las experiencias que se están desarrollando en nuestro país, expuestas por sus propios protagonistas, archivos, bibliotecas y museos del sistema educativo argentino, que tienen como finalidad poner en valor el patrimonio histórico de la educación argentina y revitalizar las prácticas escolares.
Además, contamos con talleres que nos permitieron trabajar la historia oral en proyectos de educación, la recuperación de objetos y publicaciones periódicas, junto a la conservación del papel.
Contamos con la visita del Supervisor Francisco Cabrera quién con su vitalismo nos contagió a renovar nuestra esperanza en la educación del siglo XXI y nos emocionamos con los testimonios del maestro Luis Iglesias, desde un trabajo elaborado por el Infd. La Secretaría de Educación Prof. María Inés Vollmer, inauguró el encuentro, acompañando a la biblioteca en este proyecto y contamos con la adhesión del Ministro de Educación, Prof. Alberto Sileoni y de otras autoridades del Ministerio de Educación.
El equipo de la BNM coordinó las distintas actividades y siguió atentamente la logística y organización de cada evento para que los participantes se sintieran en su casa.
En este itinerario trazado desde la BNM podemos decir que se ha logrado dar continuidad a desarrollar una política de conservación, protección y difusión de la memoria de la educación argentina.
Desde el espacio de MEDAR pueden acceder al material de las presentaciones realizadas por los invitados regionales durante la jornada y algunas imágenes de lo vivido esos días.Agradecemos especialmente a quienes participaron y compartieron sus experiencias.
Equipo MEDAR
Más información:
A continuación presentamos el texto de nuestra ponencia en esta Jornada. Aguardamos comentarios que permitan enriquecerla.
porque es a través del curso de la conducta,
o más precisamente, la acción social,
que las formas culturales encuentran su articulación”.
Clifford Geertz
“Los seres humanos hacen su propia historia,
aunque bajo circunstancias influidas por el pasado”
Karl Marx (1818–1883)
Filósofo, economista y político alemán.
Quien controla el pasado controla el futuro,
Quien controla el presente controla el pasado.
George Orwell
El león y el unicornio
Para acceder al Programa de la II Jornada presione aquí
Para acceder a la presentación de María Isabel Orellana presione aquí
Para acceder a la presentación de Francisca Maciel presione aquí
Para acceder a la presentación del Museo uruguayo José Pedro Varela presione aquí
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Para acceder a la presentación del Museo uruguayo José Pedro Varela presione aquí
Fuente: BNM
A continuación presentamos el texto de nuestra ponencia en esta Jornada. Aguardamos comentarios que permitan enriquecerla.
Archivista, archivero, archivólogo ¿en la escuela? ®
Prof. Raquel D. Gail
Escuela Normal de Quilmes
Prof. Raquel D. Gail
Escuela Normal de Quilmes
Abstract
Esta ponencia está dirigida a poner de manifiesto algunas preocupaciones que han ido tomando cuerpo en el período de tres años que llevamos trabajando en la recuperación y puesta en valor del Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes, y que deseamos compartir y debatir con el auditorio. Esperamos que su tratamiento en este marco sirva para contribuir al esclarecimiento de las mismas.
Se enuncian a continuación los ejes de análisis que se han determinado y que serán desarrollados a lo largo de la presentación.
1º) La especificidad de la institución escolar.
2º) La responsabilidad de la custodia del patrimonio documental escolar.
3º) Las limitaciones que involucra trabajar con voluntarios.
4º) La organización de la consulta pública.
Las conclusiones a que hemos llegado, como se verá más adelante, tienen que ver con la evidente necesidad de la presencia del profesional archivista en las escuelas, principalmente en aquéllas en las que se está realizando el mencionado trabajo de recuperación y organización del patrimonio documental.
Introducción
“Se debe prestar atención al comportamiento, y con exactitud,Esta ponencia está dirigida a poner de manifiesto algunas preocupaciones que han ido tomando cuerpo en el período de tres años que llevamos trabajando en la recuperación y puesta en valor del Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes, y que deseamos compartir y debatir con el auditorio. Esperamos que su tratamiento en este marco sirva para contribuir al esclarecimiento de las mismas.
Se enuncian a continuación los ejes de análisis que se han determinado y que serán desarrollados a lo largo de la presentación.
1º) La especificidad de la institución escolar.
2º) La responsabilidad de la custodia del patrimonio documental escolar.
3º) Las limitaciones que involucra trabajar con voluntarios.
4º) La organización de la consulta pública.
Las conclusiones a que hemos llegado, como se verá más adelante, tienen que ver con la evidente necesidad de la presencia del profesional archivista en las escuelas, principalmente en aquéllas en las que se está realizando el mencionado trabajo de recuperación y organización del patrimonio documental.
Introducción
porque es a través del curso de la conducta,
o más precisamente, la acción social,
que las formas culturales encuentran su articulación”.
Clifford Geertz
En primer lugar, deseo presentarme ante Uds. Soy docente del Nivel Superior, especializada en Ciencias de la Educación. Es decir que no soy profesional de la Archivística. Así que, naturalmente, pueden interrogarse: ¿qué hace esta persona en esta mesa?
Pues bien, la respuesta es sencilla: estoy coordinando el Proyecto de Recuperación y Puesta en Valor del Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes, la que -en poco tiempo más- cumplirá su primer centenario.
Y este esfuerzo que hacemos en conjunto un grupo de docentes, alumnos y ex-alumnos de la comunidad educativa, me indujo a plantear una serie de consideraciones que creo que deben formularse, precisamente, ante un auditorio de especialistas de la disciplina que nos convoca.
Como dije, tres años hace ya que iniciamos este recorrido, pleno de dificultades y satisfacciones. Durante ese período estuvimos haciendo-aprendiendo-haciendo. Es éste el momento de plantear –y responder- ante Uds. una pregunta, probablemente LA PREGUNTA, ¿por qué lo hacemos? Lo hacemos porque, a diferencia de otros organismos vivos, los seres humanos nacemos casi desprovistos de memoria genética. Las abejas, por ejemplo, saben desde hace millones de años, cómo construir sus panales. Los horneros construyen siempre igual sus nidos sin necesidad de aprenderlo. Los humanos, en cambio, tenemos que aprenderlo todo. Tenemos que recibir el conocimiento acumulado socialmente por nuestros antepasados y trasmitirlo a las generaciones venideras. Y así, en diez mil años pasamos de las cavernas a las estaciones orbitales, mientras las abejas siguen con los mismos panales.
El conocimiento del pasado –eso que llamamos historia- es la herramienta más poderosa que posee la humanidad. La historia no es una relación desapasionada de acontecimientos. Ni es el patio de recreo de los académicos que sobre ella discuten. Ni su finalidad es que obtengamos un conocimiento que sea mero adorno o fuente de prestigio. No nos sirve de nada conocer el pasado si no es para entender el presente. La finalidad de la historia es explicar el presente y, así, permitirnos saber qué hacer para cambiar las cosas. Éste es un verdadero poder, un poder profundo. El poder de definir toda una sociedad. Nadie puede tenerlo individualmente, pero podemos tenerlo colectivamente.[1] Y para eso es necesaria la presencia del Archivo Histórico, indispensable para la tarea del investigador. Éste es el motivo que hace nacer nuestro proyecto.
En este proyecto hemos contado, afortunadamente, con la colaboración del equipo de la Biblioteca Nacional del Maestro, capaz de evacuar nuestras consultas, listo para ofrecernos capacitación cada vez que la hemos necesitado y gracias al cual hemos podido resolver una cantidad de problemas.
Pero el camino transitado nos fue presentando cuestiones nuevas, que no habíamos anticipado con suficiente claridad, situación que seguramente se repetirá en el futuro. Es el lógico producto de avanzar por rutas desconocidas.
En este marco, hay inquietudes que deseo compartir con Uds., y que luego desglosaré para su mejor análisis.
1º) La especificidad de la institución escolar.
2º) La responsabilidad de la custodia del patrimonio documental escolar.
3º) Las limitaciones que involucra trabajar con voluntarios.
4º) La organización de la consulta pública.
La especificidad de la institución escolar
El primer punto que mencioné es la especificidad de la institución escolar. El imaginario colectivo sitúa en su interior docentes y alumnos; poco se sabe de la participación de personas que desempeñan otros roles y cuya ausencia hace imposible, a menudo, la concreción de la finalidad propia de la escuela: transmitir saberes. Hay un responsable del conjunto: director, rector o el nombre que la jurisdicción haya definido para el cargo. Hay uno o más personas que realizan tareas de orden netamente administrativo. Hay personal de maestranza o auxiliares no docentes. Dependiendo de las particularidades de la institución en cuestión, puede haber también profesionales médicos y paramédicos, permanentes u ocasionales, personal abocado a la seguridad, encargados de hacer reparaciones o refacciones, personal asignado a la cocina y/o comedor, bibliotecarios, integrantes de gabinetes psicopedagógicos.
Sin embargo, no encontraremos un empleado asignado a las tareas que demanda el archivo, pese a que es obligación de la institución escolar conservar en forma permanente una gran cantidad de documentación producida en el decurso de su labor pedagógica. En la Pcia. de Buenos Aires, la responsabilidad sobre el archivo recae en el secretario de la escuela, una más entre sus numerosas tareas; y no se pretende de él que tenga una formación apropiada para ocuparse de tales menesteres. Además de que la exigencia cotidiana de su función difícilmente le deje el tiempo necesario para hacerlo.
Como señala acertadamente Julieta Sepich, de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, “en algunas instituciones el archivo ni siquiera figura en su organigrama”. Podemos comparar dicha afirmación con esta otra de Heredia Herrera:
“Los Archivos están integrados en Sistemas, y de no estarlo es conveniente conseguirlo, para establecer los consiguientes subsistemas y redes.
Dicho esto con carácter general, el reconocimiento de un Archivo empieza por su posición dentro de un subsistema o de una red que nos develará a simple vista su titularidad y sus funciones o, mejor, la prioridad de éstas. Dicho reconocimiento continúa por el local o edificio que ocupa, por sus instalaciones y equipamiento, por sus recursos humanos y económicos, y, como no, por el número y volumen de sus fondos y colecciones y por el valor informativo de éstos […]”.[2]
Si nos detenemos a observar planos de edificios escolares, es improbable que encontremos en ellos un espacio particularmente destinado a la conservación y guarda de los mencionados documentos. Estarán en la Secretaría mientras haya lugar, y luego serán transferidos a habitaciones ociosas o previamente destinadas a otros fines. Por lo tanto, casi con seguridad no contarán con las condiciones adecuadas para su almacenamiento, tanto en lo referido a mobiliario, como ventilación, humedad, temperatura o protección frente a agentes físicos o biológicos de deterioro.
Imaginemos el volumen que ocupa la documentación generada en una escuela de 1.000 alumnos, por ejemplo. ¿Qué cantidad de personal tiene una escuela con esa matrícula? Podríamos estimarla en alrededor de 40 personas, si es de nivel primario, hasta unas 200 si es de nivel secundario o terciario. Es decir, quizás 1.200 legajos… anuales! Más los registros de matrícula (uno por año, tal vez), los registros de asistencia de personal, de asistencia de alumnos, las planillas y libros de calificación de alumnos, las calificaciones de los docentes, los estados administrativos relacionados con la prestación de servicios (licencias, reemplazos, traslados, sueldos), los instructivos y circulares emanados de la superioridad, las notificaciones, los estados referidos a situaciones de disciplina, los libros de actas, la correspondencia, los informes pedagógicos, y aún podríamos continuar detallando…
Ahora, supongamos que la escuela tiene 2.000 o 3.000 alumnos, y multipliquemos la producción documental. Por cada año. ¿Podemos, entonces, imaginar el volumen que acumula una escuela de 20 años, una de 50, una de 100?
¿Quién se ocupará de mantener ordenado y en buen estado de conservación ese acervo? Desde mi punto de vista, está clara la necesidad de que haya un profesional idóneo a cargo de la tarea, al interior de las escuelas. Y una dependencia que reúna las características indicadas por la Archivonomía.
El segundo punto que me que me interesa someter a consideración del auditorio es
La responsabilidad de la custodia del patrimonio documental escolar
Pues bien, la respuesta es sencilla: estoy coordinando el Proyecto de Recuperación y Puesta en Valor del Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes, la que -en poco tiempo más- cumplirá su primer centenario.
Y este esfuerzo que hacemos en conjunto un grupo de docentes, alumnos y ex-alumnos de la comunidad educativa, me indujo a plantear una serie de consideraciones que creo que deben formularse, precisamente, ante un auditorio de especialistas de la disciplina que nos convoca.
Como dije, tres años hace ya que iniciamos este recorrido, pleno de dificultades y satisfacciones. Durante ese período estuvimos haciendo-aprendiendo-haciendo. Es éste el momento de plantear –y responder- ante Uds. una pregunta, probablemente LA PREGUNTA, ¿por qué lo hacemos? Lo hacemos porque, a diferencia de otros organismos vivos, los seres humanos nacemos casi desprovistos de memoria genética. Las abejas, por ejemplo, saben desde hace millones de años, cómo construir sus panales. Los horneros construyen siempre igual sus nidos sin necesidad de aprenderlo. Los humanos, en cambio, tenemos que aprenderlo todo. Tenemos que recibir el conocimiento acumulado socialmente por nuestros antepasados y trasmitirlo a las generaciones venideras. Y así, en diez mil años pasamos de las cavernas a las estaciones orbitales, mientras las abejas siguen con los mismos panales.
El conocimiento del pasado –eso que llamamos historia- es la herramienta más poderosa que posee la humanidad. La historia no es una relación desapasionada de acontecimientos. Ni es el patio de recreo de los académicos que sobre ella discuten. Ni su finalidad es que obtengamos un conocimiento que sea mero adorno o fuente de prestigio. No nos sirve de nada conocer el pasado si no es para entender el presente. La finalidad de la historia es explicar el presente y, así, permitirnos saber qué hacer para cambiar las cosas. Éste es un verdadero poder, un poder profundo. El poder de definir toda una sociedad. Nadie puede tenerlo individualmente, pero podemos tenerlo colectivamente.[1] Y para eso es necesaria la presencia del Archivo Histórico, indispensable para la tarea del investigador. Éste es el motivo que hace nacer nuestro proyecto.
En este proyecto hemos contado, afortunadamente, con la colaboración del equipo de la Biblioteca Nacional del Maestro, capaz de evacuar nuestras consultas, listo para ofrecernos capacitación cada vez que la hemos necesitado y gracias al cual hemos podido resolver una cantidad de problemas.
Pero el camino transitado nos fue presentando cuestiones nuevas, que no habíamos anticipado con suficiente claridad, situación que seguramente se repetirá en el futuro. Es el lógico producto de avanzar por rutas desconocidas.
En este marco, hay inquietudes que deseo compartir con Uds., y que luego desglosaré para su mejor análisis.
1º) La especificidad de la institución escolar.
2º) La responsabilidad de la custodia del patrimonio documental escolar.
3º) Las limitaciones que involucra trabajar con voluntarios.
4º) La organización de la consulta pública.
La especificidad de la institución escolar
El primer punto que mencioné es la especificidad de la institución escolar. El imaginario colectivo sitúa en su interior docentes y alumnos; poco se sabe de la participación de personas que desempeñan otros roles y cuya ausencia hace imposible, a menudo, la concreción de la finalidad propia de la escuela: transmitir saberes. Hay un responsable del conjunto: director, rector o el nombre que la jurisdicción haya definido para el cargo. Hay uno o más personas que realizan tareas de orden netamente administrativo. Hay personal de maestranza o auxiliares no docentes. Dependiendo de las particularidades de la institución en cuestión, puede haber también profesionales médicos y paramédicos, permanentes u ocasionales, personal abocado a la seguridad, encargados de hacer reparaciones o refacciones, personal asignado a la cocina y/o comedor, bibliotecarios, integrantes de gabinetes psicopedagógicos.
Sin embargo, no encontraremos un empleado asignado a las tareas que demanda el archivo, pese a que es obligación de la institución escolar conservar en forma permanente una gran cantidad de documentación producida en el decurso de su labor pedagógica. En la Pcia. de Buenos Aires, la responsabilidad sobre el archivo recae en el secretario de la escuela, una más entre sus numerosas tareas; y no se pretende de él que tenga una formación apropiada para ocuparse de tales menesteres. Además de que la exigencia cotidiana de su función difícilmente le deje el tiempo necesario para hacerlo.
Como señala acertadamente Julieta Sepich, de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, “en algunas instituciones el archivo ni siquiera figura en su organigrama”. Podemos comparar dicha afirmación con esta otra de Heredia Herrera:
“Los Archivos están integrados en Sistemas, y de no estarlo es conveniente conseguirlo, para establecer los consiguientes subsistemas y redes.
Dicho esto con carácter general, el reconocimiento de un Archivo empieza por su posición dentro de un subsistema o de una red que nos develará a simple vista su titularidad y sus funciones o, mejor, la prioridad de éstas. Dicho reconocimiento continúa por el local o edificio que ocupa, por sus instalaciones y equipamiento, por sus recursos humanos y económicos, y, como no, por el número y volumen de sus fondos y colecciones y por el valor informativo de éstos […]”.[2]
Si nos detenemos a observar planos de edificios escolares, es improbable que encontremos en ellos un espacio particularmente destinado a la conservación y guarda de los mencionados documentos. Estarán en la Secretaría mientras haya lugar, y luego serán transferidos a habitaciones ociosas o previamente destinadas a otros fines. Por lo tanto, casi con seguridad no contarán con las condiciones adecuadas para su almacenamiento, tanto en lo referido a mobiliario, como ventilación, humedad, temperatura o protección frente a agentes físicos o biológicos de deterioro.
Imaginemos el volumen que ocupa la documentación generada en una escuela de 1.000 alumnos, por ejemplo. ¿Qué cantidad de personal tiene una escuela con esa matrícula? Podríamos estimarla en alrededor de 40 personas, si es de nivel primario, hasta unas 200 si es de nivel secundario o terciario. Es decir, quizás 1.200 legajos… anuales! Más los registros de matrícula (uno por año, tal vez), los registros de asistencia de personal, de asistencia de alumnos, las planillas y libros de calificación de alumnos, las calificaciones de los docentes, los estados administrativos relacionados con la prestación de servicios (licencias, reemplazos, traslados, sueldos), los instructivos y circulares emanados de la superioridad, las notificaciones, los estados referidos a situaciones de disciplina, los libros de actas, la correspondencia, los informes pedagógicos, y aún podríamos continuar detallando…
Ahora, supongamos que la escuela tiene 2.000 o 3.000 alumnos, y multipliquemos la producción documental. Por cada año. ¿Podemos, entonces, imaginar el volumen que acumula una escuela de 20 años, una de 50, una de 100?
¿Quién se ocupará de mantener ordenado y en buen estado de conservación ese acervo? Desde mi punto de vista, está clara la necesidad de que haya un profesional idóneo a cargo de la tarea, al interior de las escuelas. Y una dependencia que reúna las características indicadas por la Archivonomía.
El segundo punto que me que me interesa someter a consideración del auditorio es
La responsabilidad de la custodia del patrimonio documental escolar
“Los seres humanos hacen su propia historia,
aunque bajo circunstancias influidas por el pasado”
Karl Marx (1818–1883)
Filósofo, economista y político alemán.
Siguiendo a Manuel Vázquez, definimos el patrimonio como “el conjunto de bienes que recibimos de nuestros antecesores, que nosotros utilizamos y procesamos, para pasarlo enriquecido a la generación siguiente”, en tanto “objetos físicos, jurídicos y culturales, que constituyen una `herencia´.” Consecuentemente, “Patrimonio Documental Archivístico es el conjunto orgánico de documentos nacidos de gestión que hemos recibido del pasado, a los que sumamos los que formaron parte de nuestra vida y que elegimos -luego de haberlos usado- para que sean portadores de nuestra identidad y alimenten la memoria de hechos significativos de la comunidad.”
“El patrimonio documental de la historia, los archivos generales e históricos en nuestro país no nos pertenecen a nosotros, sino a la gente, es parte de las generaciones presentes y futuras y por eso debemos poner empeño en que no se pierdan, en que se conserven porque si ocurre lo contrario, perdemos parte de nuestra historia y nuestra identidad” .[3]
Estamos regidos por el pasado aunque, si miramos a nuestro alrededor, nadie parece comprenderlo. Pero si nos detenemos a pensar en ello, advertiremos que el pasado ha sido siempre más importante que el presente. El presente es como una isla de coral que asoma sobre el agua, pero que se asienta sobre millones de corales muertos bajo la superficie, que nadie ve. [4]
Dados los problemas que suscitan la memoria y el olvido en el plano social, vale preguntarnos ¿quién y cómo determina qué se debe recordar y qué se debe olvidar? ¿Qué consecuencias tiene esto para el funcionamiento de la sociedad? [5]
Cuando hablamos de patrimonio cultural, -nos dice Antonio Donini- no podemos separar los productos de la cultura material de los símbolos y valores significativos de dicha cultura. Por consiguiente, carece de sentido la distinción entre patrimonio tangible e intangible, ya que ambos son inseparables: el patrimonio tangible (cultura material) adquiere "significado" por el patrimonio intangible (cultura inmaterial), y éste, a su vez, necesita hacerse "visible" (adquirir "materialidad") a través de aquél. [6]
“El patrimonio no es algo cuya captación sea innata” [7], más allá de que quienes trabajemos con él lo vamos naturalizando hasta alcanzar cierto grado de obviedad. Para la comunidad el patrimonio nunca es algo obvio; decía Goethe: “Solamente se ve lo que ya se conoce y se entiende”, así es que debemos pensar en la necesidad de formación y capacitación adecuada para su visibilización. En este sentido, el primer paso para la concientización y sensibilización patrimonial de la comunidad consiste en su incorporación en la currícula escolar, […] con la correspondiente capacitación a los docentes porque de poco sirve incorporar el tema si no se sabe como transmitir los contenidos. [8]
“Para la comunidad, el patrimonio como ente cultural […], representa un conjunto de prohibiciones que “nos alejan” del mismo en tanto además de no poder tocarlo ni fotografiarlo, muchas veces se interponen cordones, placas de acrílico o vitrinas, todo lo cual parecería ser un obstáculo para disfrutarlo libremente por todos los cuidados que han de tenerse en cuenta. Por cierto si estas conductas se automatizan por una práctica constante, dejan de ser un obstáculo y, simplemente, se cumplen, al igual que me detengo frente a un semáforo en rojo.” [9]
Otro aspecto que quiero abordar en este ítem es el relativo al aumento constante de documentos mientras la escuela continúe funcionando.
Hago mías las palabras de Marta Ruffeil para resaltar que “la acumulación racional de la creciente documentación moderna se descontrolaría a corto plazo sin una adecuada administración documental.
Es bien sabido que, a pesar de los esfuerzos de muchos archivistas, por lo general el funcionario, el administrador o el analista presupuestario, no asignan ninguna prioridad al valor histórico de los documentos – aunque se lo reconozcan.
[…] el apoyo financiero para el sector archivos resulta, en los hechos, escasamente prioritario.
Es muy importante tener en cuenta esta realidad, porque la proporción de archivos administrativos que existe supera en mucho al número de archivos históricos. De esto surge que el crecimiento profesional depende fundamentalmente del crecimiento del archivo administrativo. Y es precisamente el sector administrativo de la administración pública, y no el que representa a instituciones dedicadas a la historia, el que provee fondos, asigna puestos, arbitra funciones y toma decisiones e impone políticas financieras.
A esto debe sumarse la imagen diluida y hasta negativa que los administradores y el público en general tienen de los archivos y archivistas. Aunque rechacemos esa imagen por ser el resabio de una mentalidad ya superada – que asocia a los archivos con documentos que sirven e interesan a muy pocos y que son, básicamente, depósitos de papeles viejos – hay que reconocer, muy lamentablemente, que la experiencia del pasado justifica en buena medida esa imagen.
Hasta los historiadores, que por ser los eventuales beneficiarios de una buena administración documental deberían estar en la vanguardia de los que apoyan el desarrollo archivístico, en la mayoría de los países latinoamericanos están en mora en brindar su amplio apoyo. De cualquier manera, “tampoco los usuarios hoy son prioritariamente los investigadores, los historiadores. Administración y ciudadanos, al ejercitar el derecho al acceso de los documentos y a la información, han ganado puestos a aquéllos” .[10]
“[…] sin la vigencia de un programa de administración documental, la mera acumulación de fondos, indiscriminadamente, sólo servirá para perpetuar una imagen deteriorada de los archivos. ¿Deseamos más de lo mismo? ¡No!” [11]
También el concepto de material archivable ha evolucionado y hoy no puede limitarse sólo a documentos escritos; es necesario extender la noción y aplicarla al conjunto de documentos, ligados con la actividad de los servicios administrativos, cualquiera sea su soporte: impresos, mecanografiados, sonoros, fotográficos, cinematográficos, planos y diseños técnicos. Esta responsabilidad de conservación del patrimonio documental, implica la obligación de no limitar su campo de acción a los documentos originados en las administraciones públicas, sino también ocuparse de los provenientes de entidades parapúblicas, comunidades, empresas económicas, de familias y de individuos. Es decir que la responsabilidad hoy se ha extendido a todo el conjunto del patrimonio archivístico - histórico, sin consideraciones de fecha, de naturaleza material o de estado jurídico.[12]
Para los especialistas en educación, la producción pedagógica de las escuelas es la que mayor interés despierta a los fines de la investigación histórica, aunque a menudo es la más difícil de hallar en el conjunto de documentos que son de guarda obligada. Sin embargo, el ojo avisado, y la inteligencia metodológica nos permiten descubrir los indicios de las prácticas y la cultura escolar de otrora, merced a la sistematización y entrecruzamiento de datos.
Desde esta perspectiva, la valoración y selección documental ya no pueden obedecer solamente a las regulaciones administrativas y a la técnica archivística, sino que será necesario incorporar criterios provenientes del ámbito historiográfico.
El concepto de red ligado al ciclo vital de los documentos determina la ruptura de la frontera entre los Archivos administrativos y los históricos, asumiendo que el histórico no es distinto, sino culminación de los administrativos que le anteceden.[13]
El archivista que necesita la escuela debe conocer y comprender las especificidades institucionales y las peculiaridades que caracterizan la producción documental en cada etapa del ciclo vital, para poder mantenerlo organizado en función de la demanda, realizar con acierto la valoración y oportunamente el expurgo.
Vayamos ahora al tercer punto enunciado en la introducción.
Las limitaciones que involucra trabajar con voluntarios
“El patrimonio documental de la historia, los archivos generales e históricos en nuestro país no nos pertenecen a nosotros, sino a la gente, es parte de las generaciones presentes y futuras y por eso debemos poner empeño en que no se pierdan, en que se conserven porque si ocurre lo contrario, perdemos parte de nuestra historia y nuestra identidad” .[3]
Estamos regidos por el pasado aunque, si miramos a nuestro alrededor, nadie parece comprenderlo. Pero si nos detenemos a pensar en ello, advertiremos que el pasado ha sido siempre más importante que el presente. El presente es como una isla de coral que asoma sobre el agua, pero que se asienta sobre millones de corales muertos bajo la superficie, que nadie ve. [4]
Dados los problemas que suscitan la memoria y el olvido en el plano social, vale preguntarnos ¿quién y cómo determina qué se debe recordar y qué se debe olvidar? ¿Qué consecuencias tiene esto para el funcionamiento de la sociedad? [5]
Cuando hablamos de patrimonio cultural, -nos dice Antonio Donini- no podemos separar los productos de la cultura material de los símbolos y valores significativos de dicha cultura. Por consiguiente, carece de sentido la distinción entre patrimonio tangible e intangible, ya que ambos son inseparables: el patrimonio tangible (cultura material) adquiere "significado" por el patrimonio intangible (cultura inmaterial), y éste, a su vez, necesita hacerse "visible" (adquirir "materialidad") a través de aquél. [6]
“El patrimonio no es algo cuya captación sea innata” [7], más allá de que quienes trabajemos con él lo vamos naturalizando hasta alcanzar cierto grado de obviedad. Para la comunidad el patrimonio nunca es algo obvio; decía Goethe: “Solamente se ve lo que ya se conoce y se entiende”, así es que debemos pensar en la necesidad de formación y capacitación adecuada para su visibilización. En este sentido, el primer paso para la concientización y sensibilización patrimonial de la comunidad consiste en su incorporación en la currícula escolar, […] con la correspondiente capacitación a los docentes porque de poco sirve incorporar el tema si no se sabe como transmitir los contenidos. [8]
“Para la comunidad, el patrimonio como ente cultural […], representa un conjunto de prohibiciones que “nos alejan” del mismo en tanto además de no poder tocarlo ni fotografiarlo, muchas veces se interponen cordones, placas de acrílico o vitrinas, todo lo cual parecería ser un obstáculo para disfrutarlo libremente por todos los cuidados que han de tenerse en cuenta. Por cierto si estas conductas se automatizan por una práctica constante, dejan de ser un obstáculo y, simplemente, se cumplen, al igual que me detengo frente a un semáforo en rojo.” [9]
Otro aspecto que quiero abordar en este ítem es el relativo al aumento constante de documentos mientras la escuela continúe funcionando.
Hago mías las palabras de Marta Ruffeil para resaltar que “la acumulación racional de la creciente documentación moderna se descontrolaría a corto plazo sin una adecuada administración documental.
Es bien sabido que, a pesar de los esfuerzos de muchos archivistas, por lo general el funcionario, el administrador o el analista presupuestario, no asignan ninguna prioridad al valor histórico de los documentos – aunque se lo reconozcan.
[…] el apoyo financiero para el sector archivos resulta, en los hechos, escasamente prioritario.
Es muy importante tener en cuenta esta realidad, porque la proporción de archivos administrativos que existe supera en mucho al número de archivos históricos. De esto surge que el crecimiento profesional depende fundamentalmente del crecimiento del archivo administrativo. Y es precisamente el sector administrativo de la administración pública, y no el que representa a instituciones dedicadas a la historia, el que provee fondos, asigna puestos, arbitra funciones y toma decisiones e impone políticas financieras.
A esto debe sumarse la imagen diluida y hasta negativa que los administradores y el público en general tienen de los archivos y archivistas. Aunque rechacemos esa imagen por ser el resabio de una mentalidad ya superada – que asocia a los archivos con documentos que sirven e interesan a muy pocos y que son, básicamente, depósitos de papeles viejos – hay que reconocer, muy lamentablemente, que la experiencia del pasado justifica en buena medida esa imagen.
Hasta los historiadores, que por ser los eventuales beneficiarios de una buena administración documental deberían estar en la vanguardia de los que apoyan el desarrollo archivístico, en la mayoría de los países latinoamericanos están en mora en brindar su amplio apoyo. De cualquier manera, “tampoco los usuarios hoy son prioritariamente los investigadores, los historiadores. Administración y ciudadanos, al ejercitar el derecho al acceso de los documentos y a la información, han ganado puestos a aquéllos” .[10]
“[…] sin la vigencia de un programa de administración documental, la mera acumulación de fondos, indiscriminadamente, sólo servirá para perpetuar una imagen deteriorada de los archivos. ¿Deseamos más de lo mismo? ¡No!” [11]
También el concepto de material archivable ha evolucionado y hoy no puede limitarse sólo a documentos escritos; es necesario extender la noción y aplicarla al conjunto de documentos, ligados con la actividad de los servicios administrativos, cualquiera sea su soporte: impresos, mecanografiados, sonoros, fotográficos, cinematográficos, planos y diseños técnicos. Esta responsabilidad de conservación del patrimonio documental, implica la obligación de no limitar su campo de acción a los documentos originados en las administraciones públicas, sino también ocuparse de los provenientes de entidades parapúblicas, comunidades, empresas económicas, de familias y de individuos. Es decir que la responsabilidad hoy se ha extendido a todo el conjunto del patrimonio archivístico - histórico, sin consideraciones de fecha, de naturaleza material o de estado jurídico.[12]
Para los especialistas en educación, la producción pedagógica de las escuelas es la que mayor interés despierta a los fines de la investigación histórica, aunque a menudo es la más difícil de hallar en el conjunto de documentos que son de guarda obligada. Sin embargo, el ojo avisado, y la inteligencia metodológica nos permiten descubrir los indicios de las prácticas y la cultura escolar de otrora, merced a la sistematización y entrecruzamiento de datos.
Desde esta perspectiva, la valoración y selección documental ya no pueden obedecer solamente a las regulaciones administrativas y a la técnica archivística, sino que será necesario incorporar criterios provenientes del ámbito historiográfico.
El concepto de red ligado al ciclo vital de los documentos determina la ruptura de la frontera entre los Archivos administrativos y los históricos, asumiendo que el histórico no es distinto, sino culminación de los administrativos que le anteceden.[13]
El archivista que necesita la escuela debe conocer y comprender las especificidades institucionales y las peculiaridades que caracterizan la producción documental en cada etapa del ciclo vital, para poder mantenerlo organizado en función de la demanda, realizar con acierto la valoración y oportunamente el expurgo.
Vayamos ahora al tercer punto enunciado en la introducción.
Las limitaciones que involucra trabajar con voluntarios
La gente servicial y modesta suscita una admiración inmediata.
Las organizaciones suelen ver como una bendición a los
Las organizaciones suelen ver como una bendición a los
que están dispuestos a asumir las pesadas, monótonas y
poco gloriosas tareas que otros rechazan o que nadie más
está en condiciones de hacer.
Entre las numerosas virtudes del proyecto encabezado por la BNM[14] para la preservación de nuestro patrimonio histórico escolar, está la de capitalizar la cooperación voluntaria de diferentes miembros de las comunidades educativas, que por distintas razones se sienten impelidos a participar en el mismo.
Como mencioné anteriormente, docentes, alumnos, ex-alumnos y otros miembros de nuestra comunidad comprometen su esfuerzo a través de contratos verbales y éticos, empeñan tiempo, se capacitan, robustecen la continuidad de la labor de recuperación del acervo documental y se hacen dignos merecedores de respeto y encomio por este hecho. En nuestro caso, como en muchos otros, únicamente a cambio de la gratificación moral e intelectual que puede reportar esta tarea.
Sin embargo, muchos colaboradores tienen otras prioridades, igualmente respetables, y su dedicación al proyecto se verá afectada, cuando no subordinada, a cuestiones ajenas al mismo.
Los alumnos deben avanzar en su carrera, obtener su título de grado y, probablemente, partir en busca de su destino laboral. Quizás de las nuevas cohortes de estudiantes surjan algunos que deseen incorporarse y será necesario –en consecuencia- repetir la capacitación e integrarlos en los siguientes tramos del trabajo. Tendrán una visión fragmentada del proceso; no obstante, su participación será no sólo valiosa sino valorada.
También los demás participantes pueden verse atraídos por otros proyectos o, presionados por circunstancias de la vida, abandonar éste transitoria o definitivamente.
La importancia de constituir un equipo de trabajo más o menos permanente se exhibe entonces en toda su magnitud. Si bien el compromiso es institucional, la cruda realidad es que el voluntariado es un camino horadado por baches más o menos profundos, que obstaculizan una fluida circulación.
Otra vez aparece, en mi opinión, la necesidad de establecer cargos y salarios para preservar la continuidad de un programa de rescate del patrimonio que, día a día, adquiere –felizmente- mayor relieve y alcance a nivel nacional.
Tal vez no sea necesario, al inicio, pensar que cada escuela debe tener un archivista. Pero al menos las instituciones involucradas en este programa lo necesitan con toda seguridad, y muchas de las razones que hay para ello se exponen en el punto siguiente.
Por otra parte, parece legítimo preguntarse por las políticas públicas relacionadas con los archivos y con la educación. Algunas jurisdicciones, la Pcia. de Buenos Aires por ejemplo, ofrecen preparación profesional en esta especialidad[15], enmarcada en el sistema educativo formal. Sin embargo, no disponen de nichos laborales para los graduados, aun cuando el desarrollo de la disciplina ha demostrado hace tiempo su importancia.
Entonces, creo que el Estado debería ser capaz de responder a las necesidades de los ciudadanos, promoviendo la implementación de mejores prácticas en el sector estatal y el desarrollo de más y mejores profesionales con vocación por lo público.
Me pregunto, también, si se pueden desarrollar herramientas que permitan a la sociedad civil incrementar su capacidad de participación en las políticas del Estado.
A quienes trabajan con el objetivo de contribuir a mejorarlas en todo su proceso se les torna evidente que estos momentos requieren una mayor articulación de esfuerzos de los diversos actores de la sociedad -públicos, privados, organizaciones no gubernamentales y académicos- en pos de generar nuevas y creativas respuestas para enfrentar los desafíos.[16]
Por último, quiero referirme al cuarto punto.
La organización de la consulta pública
Como mencioné anteriormente, docentes, alumnos, ex-alumnos y otros miembros de nuestra comunidad comprometen su esfuerzo a través de contratos verbales y éticos, empeñan tiempo, se capacitan, robustecen la continuidad de la labor de recuperación del acervo documental y se hacen dignos merecedores de respeto y encomio por este hecho. En nuestro caso, como en muchos otros, únicamente a cambio de la gratificación moral e intelectual que puede reportar esta tarea.
Sin embargo, muchos colaboradores tienen otras prioridades, igualmente respetables, y su dedicación al proyecto se verá afectada, cuando no subordinada, a cuestiones ajenas al mismo.
Los alumnos deben avanzar en su carrera, obtener su título de grado y, probablemente, partir en busca de su destino laboral. Quizás de las nuevas cohortes de estudiantes surjan algunos que deseen incorporarse y será necesario –en consecuencia- repetir la capacitación e integrarlos en los siguientes tramos del trabajo. Tendrán una visión fragmentada del proceso; no obstante, su participación será no sólo valiosa sino valorada.
También los demás participantes pueden verse atraídos por otros proyectos o, presionados por circunstancias de la vida, abandonar éste transitoria o definitivamente.
La importancia de constituir un equipo de trabajo más o menos permanente se exhibe entonces en toda su magnitud. Si bien el compromiso es institucional, la cruda realidad es que el voluntariado es un camino horadado por baches más o menos profundos, que obstaculizan una fluida circulación.
Otra vez aparece, en mi opinión, la necesidad de establecer cargos y salarios para preservar la continuidad de un programa de rescate del patrimonio que, día a día, adquiere –felizmente- mayor relieve y alcance a nivel nacional.
Tal vez no sea necesario, al inicio, pensar que cada escuela debe tener un archivista. Pero al menos las instituciones involucradas en este programa lo necesitan con toda seguridad, y muchas de las razones que hay para ello se exponen en el punto siguiente.
Por otra parte, parece legítimo preguntarse por las políticas públicas relacionadas con los archivos y con la educación. Algunas jurisdicciones, la Pcia. de Buenos Aires por ejemplo, ofrecen preparación profesional en esta especialidad[15], enmarcada en el sistema educativo formal. Sin embargo, no disponen de nichos laborales para los graduados, aun cuando el desarrollo de la disciplina ha demostrado hace tiempo su importancia.
Entonces, creo que el Estado debería ser capaz de responder a las necesidades de los ciudadanos, promoviendo la implementación de mejores prácticas en el sector estatal y el desarrollo de más y mejores profesionales con vocación por lo público.
Me pregunto, también, si se pueden desarrollar herramientas que permitan a la sociedad civil incrementar su capacidad de participación en las políticas del Estado.
A quienes trabajan con el objetivo de contribuir a mejorarlas en todo su proceso se les torna evidente que estos momentos requieren una mayor articulación de esfuerzos de los diversos actores de la sociedad -públicos, privados, organizaciones no gubernamentales y académicos- en pos de generar nuevas y creativas respuestas para enfrentar los desafíos.[16]
Por último, quiero referirme al cuarto punto.
La organización de la consulta pública
Quien controla el pasado controla el futuro,
Quien controla el presente controla el pasado.
George Orwell
El león y el unicornio
La finalidad de los archivos, según Arévalo Jordán, es servir a los intereses de la investigación, en el sentido más amplio del término, y la condición fundamental para lograrla es que se encuentren perfectamente organizados desde su comienzo.
Los archivos son en sí mismos, por definición, centros de investigación histórica, y sus publicaciones (comenzando por sus inventarios), tienen una naturaleza científica y contribuyen, por ello mismo, con otras instituciones dedicadas a la investigación, al progreso de la historia. Su aprovechamiento exige la publicación de inventarios y otros instrumentos de trabajo, medios de acceso a los documentos.[17]
La utilización de los materiales se ve aun facilitada por la edición de volúmenes de fuentes, reivindicada por algunos autores como la primera de las tareas de servicio de los archivos. Asimismo, la publicación de estudios de historia de las instituciones cuyos fondos se conservan en los archivos constituye una inapreciable introducción a la utilización de dicho acervo. No es éste un aspecto menor de la actividad de los archivos sino que debe ser considerado como absolutamente esencial. [18]
Quizás otros organismos puedan colaborar con los archivos en la preparación de estos estudios, tales como las universidades o centros de investigación. En ese caso, debe ofrecérseles lo más rápidamente posible el acceso a los materiales y efectuarse acuerdos que determinarán prioridades. Editar colecciones de documentos y/o inventarios analíticos implica grandes esfuerzos e importantes gastos en desmedro, posiblemente, de la puesta en valor de una masa importante de los fondos documentales si no se dispone de los recursos humanos y económicos suficientes.
En contrapartida, los archivos tienen la obligación de prestar todo el auxilio posible a dichos organismos para facilitarles el trabajo, lo que puede hacerse bajo diversas formas.
En el aspecto material, los archivos pueden recibirlos en sus propios locales –si tienen la capacidad adecuada- e incluso poner a disposición a tiempo parcial parte de su personal –si lo tiene-.
También podrían establecer los archivos su propio plan de trabajo tomando en cuenta las necesidades de los centros de investigación.[19]
En ocasiones, los archivos proceden según las demandas que reciben, ya sea de organismos de investigación o de personas aisladas, y ello da lugar a la preparación de catálogos de un cierto tipo de documentos.
Puede ocurrir que, ante la falta de iniciativa de otras entidades y para llenar alguna laguna de la investigación histórica, los propios archivos tomen la decisión de afectar parte de su personal a un determinado tipo de trabajo histórico.
Pero el caso más frecuente, según explican los especialistas, es que los archivistas colaboren a título personal con instituciones o comisiones de investigadores o de publicaciones. Esta tarea puede absorber una pequeña parte del trabajo del archivista, o bien una porción significativa de su tiempo.
Otra posibilidad a considerar es la concurrencia de grupos de estudiantes interesados en recoger información para alguna tarea que les fuera asignada en sus clases, y que pueden estar acompañados o no por sus docentes; en cualquier caso, la visita al archivo y la búsqueda y consulta de las fuentes debe estar a cargo de un profesional archivista, que sabrá dónde se encuentra el material solicitado y el modo de salvaguardarlo cuando se lo utiliza.
Pues bien, cualquiera de las situaciones que acabo de describir no es la nuestra. ¿Por qué? Simplemente porque no tenemos ni local apropiado para recibir consultantes ni personal fijo destinado a ese sector de la escuela, como ya he explicado anteriormente.
Es necesario destacar, igualmente, que la actividad propia del establecimiento genera a diario documentación que corresponde al archivo activo, la cual dentro de años pasará a integrar el patrimonio del histórico. Como mencioné al comienzo, ese sector recae sin ningún género de dudas, bajo la responsabilidad del Secretario. Conviene, sin embargo, aclarar que la frontera entre uno y otro es algo difusa. En la actualidad, la archivología nos habla de un equilibrio indispensable entre el archivo histórico y el archivo activo.
Habrá, pues, que organizar, preservar y dar acceso a consultas e investigaciones todo el material no reservado que la unidad educativa disponga y que su archivo vaya a recibir en el futuro, que implique validar de manera fidedigna la historia de la educación local, regional o nacional.
En los ambientes académicos existe hace tiempo el reconocimiento de la escuela como una de las instituciones fundamentales de la sociedad contemporánea, espacio especializado en la producción y reproducción de la cultura; ello la sitúa, por tanto, como una localización privilegiada para comprender las dinámicas y los conflictos que involucra esa misma producción cultural. [20]
El debate sobre las culturas escolares constituye hoy por hoy una temática particularmente atractiva en el campo de la historiografía educativa. Debemos considerar en su interior el interés por la historia de las propias instituciones escolares, la sociología del currículo, las políticas de formación docente, la configuración y la representación de los sistemas educativos y de sus establecimientos, la definición de los saberes escolares, las relaciones entre el campo académico y el escolar, así como las relaciones sociales gestadas al interior de la escuela y las relaciones entre la institución y el entorno a lo largo del tiempo.
Es en ese contexto que la documentación producida por dichas instituciones adquiere relevancia para el investigador. Los espacios de información especializada son fundamentales para el apoyo a la investigación.
El caso particular de la escuela en la que trabajo, que desde hace siete años prepara Profesores de Historia, amerita aún con más fuerza la idea de proporcionar un ámbito adecuado para la formación docente en el marco teórico de la investigación-acción. El repositorio que estamos tratando de convertir en Archivo es el lugar más indicado para que nuestros estudiantes se inicien y se ejerciten en la práctica investigativa. Para ellos, para sus docentes, para los miembros de la comunidad académica en general, para la sociedad toda, es necesario crear las condiciones que permitan el acceso a los materiales acumulados, garantizando la seguridad jurídica de los mismos y de su contenido, de acuerdo a la normativa vigente en nuestro país.
También la facilitación de la gestión documental activa, el control del movimiento documental en sus distintas etapas, la innovación funcional y tecnológica en la administración del archivo requiere la participación de personal idóneo.
Probablemente sea necesario introducir nuevas tecnologías, cuya utilidad, ventajas y limitaciones, especificaciones técnicas, sistematización y normalización, se discute hoy por hoy en numerosos foros del ambiente profesional.
Todo ello exigirá la dotación de recursos materiales y humanos
Conclusiones
Los espacios institucionales dan lugar a nuevas experiencias desde variados ángulos.
En nuestro caso, “descubrir” el repositorio, generar el proyecto de puesta en valor, iniciar el camino desde el asombro y la ingenuidad profesional, avanzar sin pausa, alimentar esperanzas, contemplar con ilusión los progresos, de la misma manera que observamos el crecimiento del hijo que se pone “los pantalones largos” –decíamos en otra época- nos desafía para afrontar las etapas por venir y nos pone más exigentes.
“…en este hacer de la nada, o con lo que nos parece tan poco, es que reclamo la atención, para contemplar cómo se despliegan estas conductas generativas de transiciones hacia nuevos tiempos, hacia nuevos espacios socioculturales que están operando a manera de resignificaciones creativas y operativas de rituales de pasaje.” [21]
Reclamo: la visibilización del archivo, la asignación de recursos materiales y humanos, la opción a gestar centros de investigación escolar, la profesionalización, reclamo, en fin, las condiciones para hacer historia.
Los archivos son en sí mismos, por definición, centros de investigación histórica, y sus publicaciones (comenzando por sus inventarios), tienen una naturaleza científica y contribuyen, por ello mismo, con otras instituciones dedicadas a la investigación, al progreso de la historia. Su aprovechamiento exige la publicación de inventarios y otros instrumentos de trabajo, medios de acceso a los documentos.[17]
La utilización de los materiales se ve aun facilitada por la edición de volúmenes de fuentes, reivindicada por algunos autores como la primera de las tareas de servicio de los archivos. Asimismo, la publicación de estudios de historia de las instituciones cuyos fondos se conservan en los archivos constituye una inapreciable introducción a la utilización de dicho acervo. No es éste un aspecto menor de la actividad de los archivos sino que debe ser considerado como absolutamente esencial. [18]
Quizás otros organismos puedan colaborar con los archivos en la preparación de estos estudios, tales como las universidades o centros de investigación. En ese caso, debe ofrecérseles lo más rápidamente posible el acceso a los materiales y efectuarse acuerdos que determinarán prioridades. Editar colecciones de documentos y/o inventarios analíticos implica grandes esfuerzos e importantes gastos en desmedro, posiblemente, de la puesta en valor de una masa importante de los fondos documentales si no se dispone de los recursos humanos y económicos suficientes.
En contrapartida, los archivos tienen la obligación de prestar todo el auxilio posible a dichos organismos para facilitarles el trabajo, lo que puede hacerse bajo diversas formas.
En el aspecto material, los archivos pueden recibirlos en sus propios locales –si tienen la capacidad adecuada- e incluso poner a disposición a tiempo parcial parte de su personal –si lo tiene-.
También podrían establecer los archivos su propio plan de trabajo tomando en cuenta las necesidades de los centros de investigación.[19]
En ocasiones, los archivos proceden según las demandas que reciben, ya sea de organismos de investigación o de personas aisladas, y ello da lugar a la preparación de catálogos de un cierto tipo de documentos.
Puede ocurrir que, ante la falta de iniciativa de otras entidades y para llenar alguna laguna de la investigación histórica, los propios archivos tomen la decisión de afectar parte de su personal a un determinado tipo de trabajo histórico.
Pero el caso más frecuente, según explican los especialistas, es que los archivistas colaboren a título personal con instituciones o comisiones de investigadores o de publicaciones. Esta tarea puede absorber una pequeña parte del trabajo del archivista, o bien una porción significativa de su tiempo.
Otra posibilidad a considerar es la concurrencia de grupos de estudiantes interesados en recoger información para alguna tarea que les fuera asignada en sus clases, y que pueden estar acompañados o no por sus docentes; en cualquier caso, la visita al archivo y la búsqueda y consulta de las fuentes debe estar a cargo de un profesional archivista, que sabrá dónde se encuentra el material solicitado y el modo de salvaguardarlo cuando se lo utiliza.
Pues bien, cualquiera de las situaciones que acabo de describir no es la nuestra. ¿Por qué? Simplemente porque no tenemos ni local apropiado para recibir consultantes ni personal fijo destinado a ese sector de la escuela, como ya he explicado anteriormente.
Es necesario destacar, igualmente, que la actividad propia del establecimiento genera a diario documentación que corresponde al archivo activo, la cual dentro de años pasará a integrar el patrimonio del histórico. Como mencioné al comienzo, ese sector recae sin ningún género de dudas, bajo la responsabilidad del Secretario. Conviene, sin embargo, aclarar que la frontera entre uno y otro es algo difusa. En la actualidad, la archivología nos habla de un equilibrio indispensable entre el archivo histórico y el archivo activo.
Habrá, pues, que organizar, preservar y dar acceso a consultas e investigaciones todo el material no reservado que la unidad educativa disponga y que su archivo vaya a recibir en el futuro, que implique validar de manera fidedigna la historia de la educación local, regional o nacional.
En los ambientes académicos existe hace tiempo el reconocimiento de la escuela como una de las instituciones fundamentales de la sociedad contemporánea, espacio especializado en la producción y reproducción de la cultura; ello la sitúa, por tanto, como una localización privilegiada para comprender las dinámicas y los conflictos que involucra esa misma producción cultural. [20]
El debate sobre las culturas escolares constituye hoy por hoy una temática particularmente atractiva en el campo de la historiografía educativa. Debemos considerar en su interior el interés por la historia de las propias instituciones escolares, la sociología del currículo, las políticas de formación docente, la configuración y la representación de los sistemas educativos y de sus establecimientos, la definición de los saberes escolares, las relaciones entre el campo académico y el escolar, así como las relaciones sociales gestadas al interior de la escuela y las relaciones entre la institución y el entorno a lo largo del tiempo.
Es en ese contexto que la documentación producida por dichas instituciones adquiere relevancia para el investigador. Los espacios de información especializada son fundamentales para el apoyo a la investigación.
El caso particular de la escuela en la que trabajo, que desde hace siete años prepara Profesores de Historia, amerita aún con más fuerza la idea de proporcionar un ámbito adecuado para la formación docente en el marco teórico de la investigación-acción. El repositorio que estamos tratando de convertir en Archivo es el lugar más indicado para que nuestros estudiantes se inicien y se ejerciten en la práctica investigativa. Para ellos, para sus docentes, para los miembros de la comunidad académica en general, para la sociedad toda, es necesario crear las condiciones que permitan el acceso a los materiales acumulados, garantizando la seguridad jurídica de los mismos y de su contenido, de acuerdo a la normativa vigente en nuestro país.
También la facilitación de la gestión documental activa, el control del movimiento documental en sus distintas etapas, la innovación funcional y tecnológica en la administración del archivo requiere la participación de personal idóneo.
Probablemente sea necesario introducir nuevas tecnologías, cuya utilidad, ventajas y limitaciones, especificaciones técnicas, sistematización y normalización, se discute hoy por hoy en numerosos foros del ambiente profesional.
Todo ello exigirá la dotación de recursos materiales y humanos
Conclusiones
Los espacios institucionales dan lugar a nuevas experiencias desde variados ángulos.
En nuestro caso, “descubrir” el repositorio, generar el proyecto de puesta en valor, iniciar el camino desde el asombro y la ingenuidad profesional, avanzar sin pausa, alimentar esperanzas, contemplar con ilusión los progresos, de la misma manera que observamos el crecimiento del hijo que se pone “los pantalones largos” –decíamos en otra época- nos desafía para afrontar las etapas por venir y nos pone más exigentes.
“…en este hacer de la nada, o con lo que nos parece tan poco, es que reclamo la atención, para contemplar cómo se despliegan estas conductas generativas de transiciones hacia nuevos tiempos, hacia nuevos espacios socioculturales que están operando a manera de resignificaciones creativas y operativas de rituales de pasaje.” [21]
Reclamo: la visibilización del archivo, la asignación de recursos materiales y humanos, la opción a gestar centros de investigación escolar, la profesionalización, reclamo, en fin, las condiciones para hacer historia.
Muchas gracias.
Bibliografía
BAUTIER, Robert Henri. LA FUNCIÓN DE LOS ARCHIVOS; LA MISIÓN DE LOS ARCHIVOS Y LAS TAREAS DE LOS ARCHIVISTAS, (Proceedings of the 11th and 12th International Conferences, of the Round Table of Archivists, Bucarest 1969, Jerusalem 1970, 1972) En La Administración Moderna de Archivos y la Gestión de Documentos: El Prontuario RAMP. París, Diciembre de 1985. Citado por Víctor Hugo Arévalo Jordán en “PROYECTUALIDAD Y CONOCIMIENTO EN LOS ARCHIVOS DEL TERCER MILENIO”, consultado en:
http://www.mundoarchivistico.com/index.php?menu=articulos&accion=ver&id=142
Cortés Isaías, Juan I. LA TRANSFERENCIA PRIMARIA Y LA SELECCIÓN DOCUMENTAL. Consultado en:
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http://adabi-ac.org/investigacion_arch_civil/memorias/paginas/articulo_706.htm
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http://www.cicopar.com.ar/congreso/p-donini.htm
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Heredia Herrera, Antonia. “¿Qué es un archivo?”. Exposición y Conferencia Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia). Sevilla 29 de abril 2007.
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Martins, Maria do Carmo. Os desafios para a organização do Centro de Memória da Educação da UNICAMP, ou de como constituir coletivamente um “lugar de memória”.
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Walne, Peter (comp.) Techniques modernes d'administration des archives et de gestion des documents: recueil de textes. UNESCO. Hay edición castellana: La administración moderna de archivos y gestión de documentos: el prontuario RAMP. Paris: UNESCO, 1985, 532 p.
Consultado en:
Notas:
[1] Comunicación personal, Lic. A. Ghizzardi.
[2] Heredia Herrera, Antonia. “¿Qué es un archivo”. Exposición y Conferencias Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia). Sevilla 29 de abril 2007. Consultado en:
[2] Heredia Herrera, Antonia. “¿Qué es un archivo”. Exposición y Conferencias Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia). Sevilla 29 de abril 2007. Consultado en:
http://www.archiext.com/archique1.asp
[3] “Sin archivos se pierde parte de la propia historia e identidad” en El Diario de Paraná, Año 14 Edición Nº 4623 Paraná - Entre Ríos - Argentina - Jueves, 8 de Octubre de 2009. Consultado en:
[3] “Sin archivos se pierde parte de la propia historia e identidad” en El Diario de Paraná, Año 14 Edición Nº 4623 Paraná - Entre Ríos - Argentina - Jueves, 8 de Octubre de 2009. Consultado en:
http://www.eldiariodeparana.com.ar/textocomp.asp?id=169313
[4] Íd.
[5] Comunicación personal, Lic. A. Ghizzardi.
[6] Donini, Antonio: “El patrimonio intangible”. VIII Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación. Consultado en:
[4] Íd.
[5] Comunicación personal, Lic. A. Ghizzardi.
[6] Donini, Antonio: “El patrimonio intangible”. VIII Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación. Consultado en:
[7] Giunta, Rodolfo. “Concientización y sensibilización patrimonial de la comunidad”. Consultado en:
[8] Íd.
[9] Íd.
[10] Heredia Herrera, Antonia. “¿Qué es un archivo”. Exposición y Conferencias Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia). Sevilla 29 de abril 2007.
[9] Íd.
[10] Heredia Herrera, Antonia. “¿Qué es un archivo”. Exposición y Conferencias Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia). Sevilla 29 de abril 2007.
Consultado en: http://www.archiext.com/archique1.asp
[11] Ruffeil, Marta. “O papel estratégico do arquivista nas instituições públicas e privadas”.
[11] Ruffeil, Marta. “O papel estratégico do arquivista nas instituições públicas e privadas”.
Consultado en:
http://www.aargs.com.br/cna/anais/marta_ruffeil.pdf
[12] BAUTIER, Robert Henri. LA FUNCIÓN DE LOS ARCHIVOS; LA MISIÓN DE LOS ARCHIVOS Y LAS TAREAS DE LOS ARCHIVISTAS, (Proceedings of the 11th and 12th International Conferences, of the Round Table of Archivists, Bucarest 1969, Jerusalem 1970, 1972) En La Administración Moderna de Archivos y la Gestión de Documentos: El Prontuario RAMP. París, Diciembre de 1985. Citado por Víctor Hugo Arévalo Jordán en “PROYECTUALIDAD Y CONOCIMIENTO EN LOS ARCHIVOS DEL TERCER MILENIO”, consultado en:
[12] BAUTIER, Robert Henri. LA FUNCIÓN DE LOS ARCHIVOS; LA MISIÓN DE LOS ARCHIVOS Y LAS TAREAS DE LOS ARCHIVISTAS, (Proceedings of the 11th and 12th International Conferences, of the Round Table of Archivists, Bucarest 1969, Jerusalem 1970, 1972) En La Administración Moderna de Archivos y la Gestión de Documentos: El Prontuario RAMP. París, Diciembre de 1985. Citado por Víctor Hugo Arévalo Jordán en “PROYECTUALIDAD Y CONOCIMIENTO EN LOS ARCHIVOS DEL TERCER MILENIO”, consultado en:
http://www.mundoarchivistico.com/index.php?menu=articulos&accion=ver&id=142
[13] Heredia Herrera, Antonia. “¿Qué es un archivo”. Exposición y Conferencia Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia). Sevilla 29 de abril 2007.
[13] Heredia Herrera, Antonia. “¿Qué es un archivo”. Exposición y Conferencia Internacional de Archivos (Excol’07) 23 al 27 de Mayo, 2007. Bogotá (Colombia). Sevilla 29 de abril 2007.
Consultado en: http://www.archiext.com/archique1.asp
[14] BNM: Biblioteca Nacional del Maestro
[15] Desde 1983.
[16] Ducoté, Nicolás. “En tiempos de incertidumbre, es clave unir esfuerzos y compromisos”. CIPPEC, publicado en El Cronista, 16/12/2008.
[17] Walne, Peter (comp.) Techniques modernes d'administration des archives et de gestion des documents: recueil de textes. UNESCO.
[18] Id.
[19] Íd.
[20] Martins, Maria do Carmo. Os desafios para a organização do Centro de Memória da Educação da UNICAMP, ou de como constituir coletivamente um “lugar de memória”.
[21] Distéfano, Graciela. “Ritos de pasaje.” Consultado en:
http://www.artealdiaonline.com/Argentina/Periodico/165_Julio_2009/Ritos_de_pasaje
[14] BNM: Biblioteca Nacional del Maestro
[15] Desde 1983.
[16] Ducoté, Nicolás. “En tiempos de incertidumbre, es clave unir esfuerzos y compromisos”. CIPPEC, publicado en El Cronista, 16/12/2008.
[17] Walne, Peter (comp.) Techniques modernes d'administration des archives et de gestion des documents: recueil de textes. UNESCO.
[18] Id.
[19] Íd.
[20] Martins, Maria do Carmo. Os desafios para a organização do Centro de Memória da Educação da UNICAMP, ou de como constituir coletivamente um “lugar de memória”.
[21] Distéfano, Graciela. “Ritos de pasaje.” Consultado en:
http://www.artealdiaonline.com/Argentina/Periodico/165_Julio_2009/Ritos_de_pasaje
® Raquel D. Gail
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