Los archivos escolares son producto del desarrollo de las actividades propias de las instituciones educativas, tanto en sus aspectos técnico-pedagógicos como administrativos. La normativa que los rige prescribe la conservación permanente de gran parte de la documentación que generan, bajo la responsabilidad del secretario del establecimiento.
Sin embargo, este funcionario carece de formación técnica específica y de tiempo material para ocuparse de la correcta administración del patrimonio que debe custodiar, razón por la cual el archivo escolar es de ordinario un simple depósito, descuidado en aspectos relativos al orden y limpieza y al que se acude sólo para agregar la documentación del año lectivo que se cierra o en busca de información requerida por un antiguo docente o un ex-alumno que habilitan un nuevo trámite.
Cuando el establecimiento educativo tiene cierta cantidad de años de trayectoria, este archivo, al igual que cualquier otro, se convierte –además- en riquísimo material de investigación para historiadores, y ahondar en él puede echar luz sobre infinidad de aspectos vinculados al desarrollo educativo, social y político de una determinada comunidad.
El caso que motiva este proyecto es un claro ejemplo de lo antedicho. Se trata de una escuela casi centenaria, primera en su tipo para el conurbano sur que, afortunadamente, no sufrió incendios, inundaciones ni depredaciones importantes. En ella se dicta desde hace pocos años la carrera de Profesor en Ciencias Sociales y, en consecuencia, los propios estudiantes pueden formarse como investigadores indagando en fuentes primarias al alcance de la mano. Pero el archivo no puede ofrecer su tesoro en las condiciones actuales. Necesita ser limpiado, organizado, reubicado, catalogado y requiere que su documentación sea adecuadamente descripta y reseñada en índices para su posterior aprovechamiento a los fines de la investigación. Y, eventualmente, digitalizada con vistas a su preservación y a su utilización por un universo de usuarios más amplio y disperso.
El acceso de los estudiantes, así como de cualquier otra persona, sin tomar las adecuadas precauciones pone en severo riesgo la conservación del patrimonio histórico, además de la salud de los propios usuarios, y desperdicia la oportunidad de sacar el máximo provecho académico de las fuentes.
Sin embargo, este funcionario carece de formación técnica específica y de tiempo material para ocuparse de la correcta administración del patrimonio que debe custodiar, razón por la cual el archivo escolar es de ordinario un simple depósito, descuidado en aspectos relativos al orden y limpieza y al que se acude sólo para agregar la documentación del año lectivo que se cierra o en busca de información requerida por un antiguo docente o un ex-alumno que habilitan un nuevo trámite.
Cuando el establecimiento educativo tiene cierta cantidad de años de trayectoria, este archivo, al igual que cualquier otro, se convierte –además- en riquísimo material de investigación para historiadores, y ahondar en él puede echar luz sobre infinidad de aspectos vinculados al desarrollo educativo, social y político de una determinada comunidad.
El caso que motiva este proyecto es un claro ejemplo de lo antedicho. Se trata de una escuela casi centenaria, primera en su tipo para el conurbano sur que, afortunadamente, no sufrió incendios, inundaciones ni depredaciones importantes. En ella se dicta desde hace pocos años la carrera de Profesor en Ciencias Sociales y, en consecuencia, los propios estudiantes pueden formarse como investigadores indagando en fuentes primarias al alcance de la mano. Pero el archivo no puede ofrecer su tesoro en las condiciones actuales. Necesita ser limpiado, organizado, reubicado, catalogado y requiere que su documentación sea adecuadamente descripta y reseñada en índices para su posterior aprovechamiento a los fines de la investigación. Y, eventualmente, digitalizada con vistas a su preservación y a su utilización por un universo de usuarios más amplio y disperso.
El acceso de los estudiantes, así como de cualquier otra persona, sin tomar las adecuadas precauciones pone en severo riesgo la conservación del patrimonio histórico, además de la salud de los propios usuarios, y desperdicia la oportunidad de sacar el máximo provecho académico de las fuentes.
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