13/9/22

Capacitando a los voluntarios

TALLER DE CONSERVACIÓN

 Por Raquel Gail

En septiembre, como si estuviéramos celebrando los 17 años de trayectoria ad-honorem de todos aquellos que contribuyeron y contribuyen en la actualidad a mantener vivo el Proyecto nacido en la primavera del 2006, las actividades de cuidado y protección del Archivo Histórico "Silvia Manuela Gorleri", de la Escuela Normal de Quilmes, han cobrado impulso con el acercamiento de nuevos voluntarios.

El interés y la excelente disposición de los jóvenes que hace poco se incorporaron a la tarea nos indujo a proponer a la Sra. Julia Volpati la realización de un primer taller de capacitación, esta vez orientado a los rudimentos de la conservación de documentos en soporte papel, de un siglo de antigüedad, que aún se encuentran sin limpiar, plegados y/o arrugados de mala manera, con roturas, ganchos metálicos oxidados y otros problemas menores. El mismo tuvo lugar el miércoles 7 de septiembre del año en curso en un aula de la escuela.


La Sra. Volpati, nuestra restauradora y conservadora "en Jefe", voluntaria como todos los demás, que nos acompaña desde hace diez años, desarrolló un interesante paneo de actividades y prácticas durante cuatro horas, muy bien valorado por los asistentes.


Se partió de analizar los materiales con los que estarían en contacto en un archivo, para identificar los principales problemas que podrían encontrar: falta de limpieza, ganchos de metal, hojas rotas, bordes desgastados, hojas sueltas que debían estar unidas, ataques biológicos, etc.

            
Para cada uno de esos problemas se indicaron soluciones: por ejemplo limpieza mecánica con pincel, con ventana abierta o donde haya corriente de aire y uso de barbijo.
Además, se enseñó a hacer la "costura en planfleto" adecuada para mantener los documentos unidos sin necesidad de utilizar ganchos.

       

Así mismo, se enseñó a reparar rasgaduras utilizando papel "japón", que es el recomendado, o algún sucedáneo a falta de éste, de elevado coste. Se indicó la importancia de tener en cuenta el hilo del papel para que se lo respete al incorporar algún tipo de reparación y que luego no tironee la hoja.

      

Se habló de los tipos de adhesivos que se pueden utilizar y la técnica básica para preparar engrudo.

      

Se exhibieron algunas de las innumerables restauraciones que realizó la conservadora en nuestro acervo, tanto en encuadernación como reparación de lomos de documentos encuadernados u hojas dañadas.

Agradecemos sinceramente a la Sra. Volpati su acostumbrado y desinteresado apoyo, por quien la Escuela Normal de Quilmes siente un altísimo respeto y consideración.


Fotografías: Sr. Ariel Ghizzardi

Algunas consideraciones teóricas

Citamos a Arsenio Sánchez Hernampérez, de la Biblioteca Nacional de Madrid:

"Han sido desarrolladas poderosas herramientas para la reducción de las tasas de alteración, como es el caso de la desacidificación en masa, la reintegración mecánica o el control medio ambiental, pero nos vemos impotentes ante el ritmo acelerado con el que el deterioro químico y físico se ceban con nuestros documentos escritos. Los escasos presupuestos que se destinan a las bibliotecas y archivos no contribuyen a mejorar esta dramática situación que va adquiriendo, aunque de forma silenciosa, proporciones de verdadera catástrofe. No olvidemos que la mayor parte de los problemas de archivos y bibliotecas permanecen en la sombra y no afectan a la propaganda que los diferentes gobiernos realizan sobre su política cultural, dirigida a la exaltación de intervenciones de gran trascendencia en el mundo de los monumentos o de las obras pictóricas.

Por otra parte, las bibliotecas y archivos se enfrentan a problemas muy diferentes a los de cualquier otra institución de tipo cultural. El volumen de los fondos, la fragilidad de los soportes y de sus elementos sustentados, el desgaste físico que supone la consulta y reproducción o el tradicional desdén con que han sido tratados, convierten al deterioro documental en una tortuga difícil de alcanzar. La percepción de estas dificultades ha provocado una crisis latente en el paradigma de la conservación ortodoxa. El movimiento de conservación preventiva, surgido en los Estados Unidos a principios de los ochenta y que ha prendido con fuerza en el área latinoamericana, ha demostrado la inadecuación de las políticas de conservación actuales. Sus ataques a la conservación ortodoxa se basan en la dificultad de equilibrar necesidades y costos de aplicación, muy superiores a los realmente disponibles; al verdadero valor de la información y no de los objetos que la contienen; al carácter selectivo de la restauración, que centra su interés en piezas aisladas, relegando al conjunto a un segundo plano y, finalmente, a la desconfianza en los tratamientos, pues productos y prácticas ampliamente aceptados hace tan solo diez años, ahora son considerados altamente perniciosos. Es por tanto necesario replantear nuestra disciplina en sus objetivos y criterios de acción. Debemos preguntarnos si la restauración es una disciplina capaz de resolver los problemas a los que se enfrentan los documentos a fines del siglo XX y, si como parece no lo es, ver en qué aspectos falla y crear nuevas teorías en las que trabajar.

[...]

En el campo de los materiales documentales aún queda un gran trabajo por realizar. Todavía no se han definido los grandes problemas de conservación de los archivos y bibliotecas y los intentos de sistematización de las causas de alteración no están del todo claros. No existe una cuantificación del deterioro y los fenómenos presentes se describen cualitativamente, nunca de forma cuantitativa a excepción del pH, que no deja de ser un indicador altamente inexacto y poco clarificador. Los restauradores hacemos descripciones sumamente confusas del deterioro "existe un fuerte ataque de hongos", "numerosas lagunas dificultan la lectura del texto" o "soporte muy debilitado", son algunas de las apreciaciones más habituales en los informes de conservación. Imaginemos a un químico, hablando de cinética de gases que empleara descripciones de su experimento con afirmaciones de este tipo: "hacía calor en el laboratorio", "el ambiente estaba muy húmedo porque había grandes filtraciones en las paredes del laboratorio" o "los gases tenían una elevada presión dentro de sus recipientes". En este sentido podemos destacar los trabajos de Michalski por sistematizar los riesgos potenciales de las obras, pero cuando descendemos a un nivel descriptivo del deterioro en piezas determinadas nos encontramos con serias dificultades.

Creo necesaria una redefinición de los problemas de conservación que permita su cuantificación. A mi modo de entender existen dos niveles de alteración, niveles que he denominado micro y macroproblemas. Los microproblemas son los tradicionales factores de alteración, para los que parece existir una política definida: la restauración. Los macroproblemas, por el contrario, son tan agobiantes en el mundo de archivos y bibliotecas, que permanecen ocultos por su enorme tamaño.

El primero de ellos es su enorme extensión y variabilidad, pues en cualquier archivo encontramos enormes cantidades de documentos con diferentes tipos de soportes, técnicas y formatos que varían incluso dentro del mismo objeto. En segundo lugar está su crecimiento, mucho mayor en términos cuantitativos que cualquier museo, por importante que éste sea. Un tercer macroproblema es la necesidad de consulta. Los documentos son examinados y manejados en numerosas ocasiones siendo en este momento cuando la documentación se enfrenta a la mayor parte de los factores degradantes. Para finalizar estos macroproblemas no queremos dejar de lado una dificultad a añadida muy especifica de los fondos documentales de los archivos. Resulta enormemente difícil establecer la importancia de una pieza determinada y si su restauración rentabiliza el gasto invertido, pues su valor no está en su condición de pieza aislada, sino como integrante de un conjunto más extenso. Por tanto, los restauradores y archiveros nos vemos en la difícil situación de seleccionar y actuar sobre determinadas piezas dejando de lado otras que, o bien tiene un valor más modesto, o no han sido justamente valoradas, a pesar de pertenecer a un conjunto indivisible. Ello conlleva un crecimiento en progresión exponencial de los microproblemas y condiciona la política de conservación a seguir. Siempre que aparece algún fenómeno degradatorio dentro de nuestro centro ­ya sea calor o humedad excesiva, ataques biológicos, etc.­ sus efectos se harán patentes en grandes extensiones.

Si queremos hacer de la conservación una disciplina capaz de solucionar los problemas, es decir, una disciplina verdaderamente científica, deberemos, en primer lugar, definirlos en un marco conceptual propio, en segundo lugar, establecer unos criterios de cuantificación que permitan manejar los datos en bruto y convertirlos en datos operativos y, en tercer lugar, adoptar un lenguaje que permita interpretarlos para, finalmente, aportar soluciones que, indudablemente, habrá que revisar con el tiempo. Antes de poner en práctica una política de conservación, deberemos partir de lo general para llegar a lo particular, puesto que si al hacerlo a la inversa, corremos el riesgo de que los árboles no nos dejen ver el bosque. En este sentido habría que destacar que por el momento la preservación, entendida como gestión de recursos y la teoría general de sistemas son los únicos instrumentos que han proporcionado un avance significativo en la lucha contra los macroproblemas.

La restauración no debe ser contemplada más que como una parte muy reducida de la solución. El ritmo de trabajo es lento y el deterioro imparable, o en otras palabras, el costo muy alto y los recursos muy escasos y se impone una reconsideración del valor de los objetos y de la información que nos transmiten. Muchos documentos tienen un valor incalculable por su rareza, calidad o importancia histórica y en su conservación no importa la inversión, pues se trata de tesoros que nos legaron las generaciones pasadas. Pero otros muchos, la inmensa mayoría, pueden perderse por el camino.

La conservación que se avecina tendrá poco que ver con la actual. Se reducirá sensiblemente la intervención de los restauradores y encuadernadores. Tendrá menor importancia el tratamiento de obras individuales que las intervenciones sobre el conjunto. Los conservadores sabrán tanto de química ambiental, biología aplicada, estadística o informática como de técnicas de restauración. Las nuevas técnicas de reproducción y duplicación abrirán nuevos horizontes en nuestro trabajo y gracias a las redes informáticas, la conservación en archivos y bibliotecas reducirán las consultas. El correo electrónico permitirá eliminar la necesidad de consultar los documentos originales y, si ello tiene el inconveniente de no sentir el placer de tocar la historia en forma de papel o pergamino, se conseguirá evitar desplazamientos inútiles y el desgaste que implica la consulta, sin duda el mayor factor de alteración después de la desintegración química del papel. Podremos estudiar los manuscritos de Leonardo, el Beato de Doña Sancha o el Códice Aureo sin movernos de casa. La cultura escrita, base de nuestra sociedad, será accesible a un mayor número de personas en todo el mundo sin tener que demostrar más que su interés por la cultura."

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