Una lección de Ética
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El episodio que voy a relatar a continuación nos da cuenta de una
actitud moral, personal y profesional, cuyas consecuencias quizás no fueron
evaluadas oportunamente y produjo efectos indeseados por los protagonistas,
aunque luego se subsanaron felizmente.
Lugar y tiempo
Situémonos en la Escuela Normal de Quilmes, en el año 1925. La
normativa que regía las actividades escolares era muy otra, comparada con la
que los lectores y lectoras conocen y han experimentado en su vida académica.
Para graduarse como maestra o maestro había que cursar cuatro años de
nivel secundario, bajo unas condiciones de gran exigencia académica. Esta
escuela, que pronto celebrará sus ciento diez años de existencia y tenía, por
cierto, mucho prestigio en la comunidad, contaba con una sola división por año;
vale decir, un curso de primer año, uno de segundo y así sucesivamente.
Por añadidura, todo el estudiantado debía rendir exámenes a fin de año
de la totalidad de asignaturas, más allá de las calificaciones (en aquel
entonces de decía “clasificaciones”) obtenidas durante los períodos
bimestrales, por excelentes que éstas fueran. Era necesario, también, que
hubieran sido calificados (o, mejor dicho, clasificados) en cada bimestre.
Otra característica a tener en cuenta es que el personal directivo
debía dictar cátedra como parte de sus obligaciones.
Regían el establecimiento los que fueron sus fundadores, en el cargo de
Director el Profesor José Domingo Sosa del Valle y en el de Vicedirector el Profesor
Olivio Jorge Acosta. El primero, de origen catamarqueño, había estudiado en la
Escuela Normal de Profesores de la Capital Federal donde se había recibido en
1899. Desde 1900 se desempeñó en varias escuelas de General Sarmiento y de
Capital. Había llegado a Quilmes después de ejercer como Regente en la Escuela
Normal de Santa Rosa de Toay, Territorio Nacional de La Pampa, donde había sido
nombrado en abril de 1908. Acosta, por su parte, se recibió en 1893 en la
Escuela Normal de Paraná[1],
Entre Ríos, y había ejercido la docencia en Nogoyá y Diamante (Entre Ríos), en
Colonia Sarmiento y Trelew (Chubut) y en la Capital. Fue ascendido a Inspector
en 1907 y ocupó ese cargo tanto en La Pampa como en Chubut, antes de ser
destinado a nuestra ciudad.
Puede inferirse, en consecuencia, que ambos gozaban de la mejor
formación que se podía esperar en su época. Tenían esposa e hijos. Sosa del
Valle vivía en una finca alquilada muy cercana a esta escuela. La Sra. de Sosa
del Valle era profesora de música y, según nuestro conocimiento, fueron sus
hijos Elba (1910), Mario (1911) y Leda (1917).
Así es que, puesto en funciones, Sosa del Valle, aparte de dirigir la
institución con férrea voluntad y gran dedicación, dictaba la cátedra
denominada Idioma Nacional.
Los acontecimientos que refiero
más adelante surgen de la documentación conservada en el Archivo Histórico de
la escuela. Ésa es la utilidad del Archivo, reconstruir una historia que ya
nadie puede recordar, habida cuenta del tiempo transcurrido. No nos hablan las
personas, nos hablan los documentos.
En 1925 la hija mayor de Sosa del Valle cursaba el segundo año del
nivel Normal. Era su profesor de Idioma Nacional su propio padre. La nota que
transcribo a renglón seguido, asentada -como las siguientes- en los Libros
Copiadores, ahorra las explicaciones que yo pudiera exponer.
Quilmes, Noviembre[2]
10 de 1925
Al Señor Inspector General de Enseñanza Secundaria,
Normal y Especial de la Nación
Don Pascual Guaglianone
S/D
El suscripto, Director de esta escuela y, a su vez,
profesor de Idioma Nacional de 2º año, curso en el cual figura la alumna Elba
Sosa del Valle, hija del recurrente, tiene el honor de dirigirse al Señor
Inspector General, a objeto de solicitar autorización para que la expresada
alumna pueda presentarse a los exámenes de fin de curso, sin registrar
clasificaciones en los bimestres.
La alumna de referencia no fue clasificada porque
el profesor ha considerado que su honestidad profesional pudiera sufrir
desmedro ante el juicio de los alumnos, por la mera duda o sospecha de
parcialidad en el justiprecio del merecimiento de sus alumnos, dado que, es
creencia muy general la de que el parentesco obra como fuerza de favoritismo.
No es una gracia la que solicita el recurrente,
sino una medida de justicia que deje a salvo su decoro.
Saluda al señor Inspector General con el respeto
que se merece
(Firma)
José Sosa
El expediente generado por esta solicitud se ve acompañado por otra
nota redactada una semana después por el Vicedirector, que dice así:
Noviembre
17 de 1925
Señor Ministro: tengo a honra elevar a conocimiento
y resolución de V. E.[3]
la nota presentada por el señor Director de la Escuela Normal de Quilmes por la
que gestiona que la Sta. [sic] Elba Sosa del Valle rinda las pruebas de
fin de curso, correspondientes a Castellano de 2º año, sin haber sido
clasificada en ningún bimestre del año escolar.
Según expresa el señor Director
no ha querido clasificar a la alumna de referencia porque como se trataba de su
hija podría sufrir desmedro su honestidad profesional ante el juicio de los
alumnos, quienes teniendo en cuenta el parentesco que mediaba, podían dudar o
sospechar de parcial al apreciar la labor de su hija.
El señor Director, al proceder
de tal manera, ha tenido las razones de orden moral que menciona en su nota
pero ha olvidado que con ese procedimiento perjudicaba a la Sta. [sic]
Sosa del Valle en su carácter de alumna, toda vez que, como cabe suponerlo, no
podía olvidar que el Reglamento vigente no admite semejante situación. Además,
el señor Director debió advertir que ninguna disposición le autorizaba a
proceder en la forma que lo ha hecho, correspondía plantear oportunamente el
caso ante la superioridad a fin de que ésta resolviera lo que estimara
conveniente. Teniendo, pues, en cuenta, que la falta de clasificaciones de la
mencionada alumna no le es imputable en manera alguna y que es el señor
Director el responsable exclusivo de lo ocurrido, considera el suscripto que
V.E. podría autorizar a la Dirección de la Normal de Quilmes para permitir a la
Sta. [sic] Sosa del Valle que rinda el examen escrito y la prueba oral
de Castellano, debiendo promediarse las clasificaciones que obtuviera sin tener
en cuenta su situación respecto de los cuatro bimestres del año escolar.
Saludo al señor Ministro
respetuosamente
Realizados los trámites de rigor
que suponían el pasaje por algunas oficinas ministeriales, finalmente el Dr.
Antonio Sagarna, a la sazón titular de la cartera, aprueba la solicitud y se
recibe la respuesta en la escuela:
Visto lo solicitado, pase a la Dirección de la Escuela
Normal de Quilmes para que proceda conforme a lo aconsejado por la Inspección
General, que se apueba. Hecho, vuelva para su anotación y archivo.
Firmado Antonio Sagarna
Quilmes, Noviembre 26 de 1925
Debidamente notificado, devuelvo estas actuaciones
para su archivo.
Firmado José D. Sosa del Valle
Consultado el respectivo Libro de Actas de Exámenes, he visto que la niña fue aprobada con diez y, al pie, hay una nota en la que se lee:
“Al tomarse el examen de la alumna Elba Sosa del Valle,
el miembro de la mesa Sr. José Sosa del Valle, se retiró, atento á [sic]
su parentezco [sic] con la examinada”.
Está firmada por el Director y
por Sarah Vilá, quien era la Regente del nivel primario.
Andando el tiempo, Elba se recibió de maestra en 1927 y más delante de
Profesora de Inglés, profesión que ejerció. Contrajo enlace con Edgardo A. W.
Robinson, no tuvo descendencia y falleció en 1983.
[1] La primera Escuela Normal Nacional, creada por iniciativa de Sarmiento en 1870.
[2] Según las normas ortográficas de la época, los meses se anotaban con mayúscula.
[3]
Vuestra Excelencia.
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