10/10/19

Marta Cora Noziglia

 Por Graciela Linari

Casi nonagenaria - dicho con ad­miración y respeto - Marta Cora Noziglia enfrenta su "primera vez".

Maestra egresada en 1947, de la Escuela Normal Nacional de Quilmes, esta abuela varelense, emprendedora y acti­va, disfruta de la publicación de un libro. Su primer libro. Un hijo de papel en el que recoge retazos de sus más de treinta años de trayectoria docente. 

"Historias de pupitres", tal el tí­tulo, aclara desde el comienzo que "no es un libro, sino que quien vuelve sus páginas descubre a un ser humano con sus dudas, aciertos y errores", como acla­ra un breve texto manuscrito que inserta en la primera página, texto que, además, permite admirar la caligrafía prolija y nor­malizada de las maestras de antaño.

Iniciada en la docencia hace se­tenta años en una escuela privada cerca­na al Aeropuerto Internacional de Ezeiza - que aún estaba en construcción - debu­tó al frente de un sexto grado con un "ho­rror" ortográfico. Los nervios del primer día le hicieron escribir en el pizarrón la primera consigna: tema "Los Berbos", consigna que raudamente, ante la ver­güenza del momento, transformó en propuesta educativa. Dirigiéndose a los alum­nos que le habían señalado el error les dijo que había sido intencional para veri­ficar si estaban atentos y descubrían la equivocación.


Cuenta la autora en esta primera anécdota que allí descubrió una herra­mienta útil para involucrar a los estudian­tes en el aprendizaje, incentivándolos a involucrarse en la búsqueda del conoci­miento.

“SOY NADA MÁS Y NADA MENOS QUE MAESTRA...”

Página a página del breve librito, Marta va enhebrando historias... su pri­mer día como maestra, cuando al dirigirse hacia la escuela le pareció "que el sol bri­llaba más que nunca", también cuando al concluir otra jonada entendió que los términos del aprendizaje se habían inver­tido y que era ella quien había recibido enseñanza ese día, lo que la llevó a com­prender que "en toda duda siempre hay una esperanza oculta".

Jugar con las palabras... iniciar­los en la versificación... narrarles cuen­tos para ayudarlos a encontrar en ellos líneas de conducta... preservar la ino­cencia de aquellos pequeños de guarda­polvo blanco que abrevaban en sus pala­bras y en su ejemplo... Y al llegar la tarde, “la hora de. dar a los niños el último adiós” [1], la despedida... Tema, esta vez, "Los Verbos". Aprender, ayer aprendie­ron, mañana otros aprenderán; amar, tan­to como aquel pequeño que un día, dis­traído, en vez de «señorita» le dijo «mami»; dar, alegría, belleza, sangre; re­cordar, hacer memoria cuando la vida los llame a pasar al frente; partir, acción difí­cil, decir adiós y triunfar, lograr lo que ambicionamos: ser felices.

Quedan en esas páginas algunos momentos de su larga vida, escritos so­bre antiguos pupitres, testigos mudos de ya envejecidos guardapolvos blancos...

Marta, feliz, triunfadora. Nada más y nada menos que una maestra.

NOTA
[1] Del poema «Adiós a la maestra», de Pedro B. Palacios.

Fuente
Tomamos esta página de la revista “Palabras con historia” de Graciela Linari, de marzo de 2918 y publicada por Chalo Agnelli en https://elquilmero.blogspot.com/2019/08/nada-menos-que-una-maestra.html

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