Principio de procedencia. Respeto al origen. Respeto al orden original. No mezclar documentos procedentes de diferentes fondos…
Esas son máximas fundamentales y definitorias en el trabajo archivístico. Desde que en el siglo XIX fue enunciado el principio de procedencia, éste puede ser considerado una de las bases teóricas sobre las que se sustenta el trabajo de los archiveros… siempre y cuando, claro está, nos estemos refiriendo a un trabajo bien hecho.
¿Por qué hacer referencia a un concepto que está en la cabeza de todos los archiveros y que todas las partes implicadas en el proceso documental parecen tener claro? Simplemente porque aún hoy la segunda parte de la pregunta planteada –ese “…todas las partes implicadas…parecen tener claro”– no es una realidad absolutamente asumida por todos, o al menos eso nos hace pensar algunas de las prácticas que se produjeron en el pasado cercano y que aun hoy se siguen produciendo.
En este sentido, hace algunos días el archivero José Luis Muñoz Romano –afortunadamente para todos nosotros siempre pendiente de recoger y difundir las noticias archivísticas que se producen (aprovecho desde aquí para agradecerle esta importante labor que desarrolla dinamizando archivísticamente hablando las redes sociales y proporcionándonos información de calidad)– daba la voz de alarma sobre un hecho que, a pesar de resultar extraño y antiarchivístico, no podemos considerar, desafortunadamente, poco habitual. Nos referimos a la solicitud de custodia –y consecuente desagregación del fondo al que pertence–, de un documento singular por parte de una institución ajena tanto a la génesis como a la acumulación orgánica del mismo. No estamos aludiendo aquí a aquellas ocasiones en que un fondo documental completo pasa a ser custodiado por una institución diferente a aquella en la que surgió. El ingreso de fondos y colecciones documentales íntegras –vía donación, depósito, comodato- en centros de archivo que no las han producido no es extraña a la práctica archivística. Sucede, por ejemplo -aunque no tanto como desearíamos-, cuando un organismo, empresa o asociación ha desaparecido. En estas ocasiones, al producirse un trasvase de documentación completo, el contexto general en que han sido generadas las unidades documentales se mantiene prácticamente intacto, estableciéndose y manteniéndose las relaciones entre las secciones, las series y los órganos o individuos productores. De todos es conocida la custodia de fondos empresariales, personales o asociativos en archivos históricos provinciales, municipales, museos, fundaciones o bibliotecas, en estos últimos casos siempre aceptable cuando posean una unidad de archivo histórico que desarrolle una actividad paralela a su función museística y que esté coordinada por un archivero que conozca, aplique y defienda los principios y procesos archivísticos.
Pero no. No nos estamos refiriendo a estas situaciones. Nos ocupamos de aquellos casos en que un interés temático anima a una institución a solicitar la custodia del original de uno o varios documentos que forman parte de un fondo ajeno. Ese interés sólo por el contenido lleva a sustraer el documento de su contexto original, rompiéndose las relaciones surgidas de manera natural entre las unidades que integran la agrupación original.
La organización temática no es admitida en archivística. Durante un tiempo –hace ya algunas décadas– muchos archiveros – o mejor… muchos que trabajaban con documentos de archivo- organizaron los documentos en sus instituciones atendiendo a su tema o contenido; e inlcuso se llegaron a reunir todos los documentos bajo el rótulo de “manuscritos” sin reparar en el conjunto del que partían. Sin duda esta práctica fue el origen de que los fondos perdieran su unidad, todo se mezclara y se destruyera así la posibilidad de comprensión de cada una de las agrupaciones originales. Ni que decir tiene que la reconstrucción de esos desastres lleva aparejado, además de una gran dosis de paciencia, un gran trabajo de investigación que supone volver a reconstruir los caminos que otros rompieron preguntando constantemente a los documentos y las fuentes… ¿y tu de quien eres?. Así, cada vez que se produce una desagregación de una pieza documental de su contexto algo se rompe. Sucede algo parecido -salvando las distancias- a cuando un miembro de una familia es apartado súbitamente de su entorno: pierde su historia, sus relaciones naturales, su contexto generativo…su vida ya no es la misma: es otra. Una vida en la que sólo el contenido lo relaciona con el resto de la masa documental en la que ha sido abruptamente introducido.
Lo importante no es contar con los documentos por un deseo de “tener” cerca y reunido de manera artificial todo aquello que, por ejemplo, trate sobre tal pintor, tal arquitecto o tal escritor. Lo importante es “saber” dónde puede ser localizado cada uno de esos papeles y ofrecer todas la garantías de accesibilidad –algo por otro lado muy fácil hoy en día a través de las posibilidades que nos ofrece la tecnología- pero respetando siempre su entorno y contexto archivístico. Nada justifica ese deseo de posesión . Nada autoriza quebrar el principio de procedencia porque con esos comportamientos se rompe también el pilar sobre el que se sustenta la archivística.
Sobre el principio de procedencia:
MARTÍN-POZUELO CAMPILLOS, M. Paz: La construcción teótica en archivística: el principio de procedencia. Madrid: Universidad Carlos III de Madrid, Boletín Oficial del Estado, 1996
MENDO CARMONA, Concepción: “Consideraciones sobre el método en archivística”. En Documenta & Instrumenta, 1, (2004), pp. 35-46
Fuente: https://archivisticayarchivos.wordpress.com/2015/05/27/y-tu-de-quien-eres-la-procedencia-el-gran-valor-archivistico/
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