7/8/19

"Ordenar la primavera"
 por Alejandra Álvarez


A continuación, publicamos algunos fragmentos del artículo “Ordenar la primavera. Los estudiantes secundarios de Buenos Aires y los festejos del 21 de septiembre durante la última dictadura”, extractados de la Revista Conflicto Social, Año 12, Nº 21, enero-junio 2019.
La autora ha utilizado , entre otras, fuentes de nuestro Archivo para elaborar su tesis, aquí muy sintetizada.

"Este artículo analiza el desarrollo de las celebraciones por el Día del Estudiante en Buenos Aires, durante los años de la última dictadura cívico militar en Argentina (1976-1983), insertándose dentro de las preocupaciones de la Historia Reciente. Los protagonistas son los estudiantes secundarios que sostuvieron esta tradición de festejar cada 21 de septiembre en el espacio público, a pesar de la existencia de un contexto de disciplinamiento social implementado por la dictadura. Asimismo, el gobierno de facto, aprovechó la jornada para legitimarse y construir una imagen del joven adaptada a las necesidades políticas del régimen.

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Nuestro objetivo principal es reconstruir la experiencia de celebrar el Día del Estudiante durante la última dictadura cívico militar por parte de los alumnos/as del nivel medio de Buenos Aires. La jornada estará atravesada por dos lógicas contrapuestas, por un lado, la de los estudiantes secundarios y por otro, del gobierno de facto. Las preguntas que guiarán el recorrido son ¿Qué tipo de discursos instaló la dictadura en torno de los jóvenes durante cada 21 de septiembre? ¿Por qué las autoridades de facto habilitaron la realización de estos festejos en el espacio público? ¿Qué tipo de prácticas y significados pusieron de manifiesto los protagonistas en esta jornada? ¿Tenía algún sentido particular celebrar su día en dictadura? Frente a estos interrogantes, se seleccionó un corpus de fuentes que no pretendió abarcar toda la experiencia de celebrar este día, ni trabajar en función de estudios de caso, sino que la investigación se orientó a ofrecer una primer mirada general, frente a una temática que se constituía en un área de vacancia en lo que respecta a Buenos Aires. [1] ...


Respecto de nuestras fuentes, el archivo escolar se constituyó en un aporte fundamental por la cantidad de tiempo que los estudiantes transcurrían dentro de estas instituciones bajo la influencia de las normativas y políticas diseñadas por el Ministerio de Educación de la Nación, [2] registradas en Circulares y Disposiciones y en documentación de carácter interno, como parte de las tareas cotidianas en actas o libros de inspectores. Allí fue posible observar algunas preocupaciones en relación a la primavera, entre numerosas imposiciones destinadas a ordenar la vida de los estudiantes. Gracias al aporte esencial de los Espacios de Memoria de la Escuela Normal Superior Mariano Acosta de la Ciudad de Buenos Aires y del Archivo Histórico del Normal de Quilmes “Silvia Manuela Gorleri”, encontramos la documentación señalada. Debido al trabajo de recuperación de la memoria escolar, ambos archivos generan lazos con la comunidad y a partir de esos vínculos, fue posible realizar entrevistas con estudiantes del periodo para acceder a los sentidos y prácticas otorgados a los festejos del 21 de septiembre.

Pero el trabajo siguió su derrotero hasta la prensa escrita nacional (Clarín, La Nación, La Opinión) en la cuál fue posible abordar la dimensión pública, por la cobertura que hacían los medios de comunicación de los festejos en las calles. Allí también se ofrecía la mirada elaborada por las autoridades de facto, pues aparecían publicados sus discursos. Otra posibilidad de pensar el espacio público fue a través de filmaciones de noticieros de época, que podían tener sonido o no, y donde fue posible transitar el 21 de septiembre desde las prácticas de los estudiantes que allí aparecían. Accedimos a los mismos gracias a la colaboración con esta investigación del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, de la Ciudad de Buenos Aires

Aunque contamos con la documentación del Ministerio de Educación e institucional junto a entrevistas, filmaciones de época e impresiones recabadas en la prensa, el escenario no estaba completamente indagado. Es en este punto en el que se recurrió al archivo de la Ex Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), donde aparecieron algunas huellas de las preocupaciones policiales y el control puesto en marcha durante los festejos.

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Asimismo, algunas categorías propuestas por el historiador E. P Thompson nos ayudaron a pensar la experiencia de celebrar en dictadura. Entendemos esta jornada como una costumbre arraigada desde comienzos del siglo XX, propuesta por estudiantes, y sostenida por ellos y ellas a lo largo del tiempo, que terminó por transformarse en un atributo que no podía quitarse (Thompson, 2000: 18-20). También nos interesa recuperar su conceptualización sobre la cultura, para considerar los elementos que constituyen a dicha celebración como sus ritos, las formas simbólicas en las que se presentaba en el espacio público, los atributos culturales hegemónicos presentes, la transmisión intergeneracional de dicha costumbre y la evolución de la misma dentro de un marco histórico específico (Thompson, 2000: 26). Entendemos el 21 de septiembre como una tradición que dependiendo de la institución, iba adoptando características propias de acuerdo a las experiencias transmitidas de un grupo a otro de estudiantes a través del tiempo y que se exteriorizaba en determinados rituales en el espacio público, que trascendían el contexto político.

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 No obstante, el orden y la represión no fueron suficientes, dado que el gobierno de facto destinó numerosas medidas para tener el control sobre la juventud y alcanzar cierta legitimidad entre ellos y ellas. Dentro de esta línea, nos interesa destacar los siguientes aportes: la creación de la Gendarmería Infantil (1977) y el operativo “Argentinos, marchemos a las fronteras” (1979). En ambas experiencias se proponían educar a los jóvenes en los valores de la patria, la familia y el cristianismo, incidir en sus conductas, y encuadrarlos detrás del régimen (Lvovich, 2009, a; Lvovich y Rodríguez, 2011).


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En síntesis, en las escuelas se fomentó la “limpieza” de carteles y grafitis, la prolijidad en la vestimenta y se instaló el imperativo del ser “patriótico” a aquellos jóvenes que no habían sufrido la violencia directa del Estado (Manzano, 2017: 362-373). En los comunicados de las Fuerzas del orden, el joven del régimen debía ser individualista, sacrificarse, esforzarse en un periodo de tránsito a la vida adulta, convertido en un sujeto pasivo al que la familia debía recuperar de los “vicios” de los años precedentes y evitando “el mayor de los males”, que era su involucramiento en la política (Luciani, 2017: 31-52).

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A partir de la revisión de documentos archivados en la Escuela Normal de San Fernando gracias al permiso de uno de los directivos para acceder a la documentación institucional, nació esta investigación. Allí en un libro de inspección, el registro de una inspectora correspondiente a los días anteriores y posteriores a la primavera de 19785 se suscitó un primer interrogante ¿Por qué una agente estatal estaba tan preocupada por las formas de celebrar la primavera? Veamos en función del documento la relevancia otorgada a la jornada. Esta fuente tiene como particularidad su continuidad, ya que la inspectora asistió a la escuela tres veces consecutivas. Pese a que es un ejemplo acotado, es indicativo de la preocupación estatal sobre el festejo estudiantil.

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En tanto que, en una fuente similar del Normal de Quilmes, la primavera también fue motivo de visita de una inspectora a la escuela para corroborar el desarrollo de las actividades escolares, detallando en el libro de inspección [8] los porcentajes de asistencia del día 22 de septiembre de 1980; los preceptores y ayudantes estuvieron presentes en su totalidad, los profesores, en un 98 % y los alumnos, en un 88%. Aclaró cuáles eran los cursos que se habían ausentado y que había dispuesto instrucciones a la vicedirectora respecto de la situación de los ausentes (aunque no lo deja por escrito) y explicitó que el motivo de la falta respondía al festejo del Día del Estudiante, celebrado el día anterior. Es decir, en lo que respecta a estas dos instituciones y en los momentos explicitados, el desarrollo de los festejos en el espacio público fue acompañado por un control que realizaban los inspectores en las escuelas para corroborar los niveles de “orden” durante los días cercanos al festejo.

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La celebración de los estudiantes generalmente se confundía con la primavera, por lo cual “primavera y juventud” aparecen como una apelación permanente en el discurso de la prensa escrita. Esto puede responder a la necesidad de establecer una mirada hegemónica en el espacio público para contrarrestar las denuncias sobre los jóvenes que habían sido secuestrados, para quienes la “vida” no sería una opción.

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La consigna de la unidad en los festejos del 21 de septiembre de 1976 podría considerarse como una forma de darse ánimos respecto del renovado clima represivo imperante en las escuelas. Cabe mencionar que una semana atrás había tenido lugar la “Noche de los Lápices” [15] aunque el acontecimiento llegaría casi una década después a los medios de comunicación (durante la realización del Juicio a las Juntas Militares). Las canciones de Sui Generis acompañadas con una guitarra formaban parte de la celebración, como recordaba una entrevistada acostumbraban ir cantando en el tren los temas de esta banda de rock nacional (Iris, Escuela Normal Nacional de Quilmes, 1976-1980).

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El ministro de educación y Reynaldo Bignone se referían a la “subversión” en su saludo a los estudiantes generando una asociación directa entre “juventud y subversión”, intentando promover entre los jóvenes la idea de rechazar las propuestas de las organizaciones político militares de izquierda que “atentaban contra la Nación”. De esta forma el Día del Estudiante era un momento propicio para la propaganda antisubversiva. No obstante, mientras este discurso era transmitido por cadena nacional miles de jóvenes de Buenos Aires estaban en el espacio público o privado compartiendo un día diferente, alejados de dichos imperativos y advertencias.

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El escenario de 1978 no se diferenció mucho del señalado en los años precedentes. En la publicación periódica seguía siendo un día lleno de vida, alegría y sonrisas [22] en consonancia con la imagen que el Estado buscaba construir, la de una juventud optimista y sana, despolitizada y defensora de las buenas costumbres (González, 2014: 11). Se presentaban los festejos desvinculados de la realidad que se vivía en las escuelas y en el país. En consonancia con este clima social reflejado en la prensa, una entrevistada refiere a que se sentía en una película: 

Tercero, cuarto y quinto, nos íbamos al Pereyra (Parque Pereyra Iraola). Cuando bajábamos del tren, nos revisaban la mochila en la estación. Vos te bajabas en la estación y ahí había control. Después dentro del parque nunca tuvimos situaciones de violencia. Nos juntábamos con otras escuelas. Yo me acuerdo que uno de los años, parecíamos una película de Palito Ortega, yo llevaba un Winco, mi papá era músico (Sandra, Normal de Quilmes, 1973-1977).

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En el diario Clarín se repite una vez más la postal de los jóvenes paseándose por la ciudad, de los amores adolescentes, sólo que en esta oportunidad llama la atención la manera de hacer referencia a estos jóvenes como “ejércitos de alegría”, haciéndose presente la dictadura en esta expresión. [23] Se trataba de una alegría controlada, medida, ordenada y organizada como un ejército, pero el panorama continuaba invariable en la publicación, los lugares elegidos, sus actividades, en sintonía con el relato del diario La Nación. [24] En otra filmación del 21 de septiembre de 1979 en los Lagos de Palermo, 25 se muestra a los jóvenes jugando a la pelota, y a un grupo de estudiantes secundarios cantando “Rasguña las piedras” de Sui Generis.


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A lo largo de estas páginas pudimos acceder a las preocupaciones del gobierno militar por intervenir la primavera a través de prohibiciones, recomendaciones y discursos amenazantes dirigidos a los estudiantes y difundidos en la prensa y en las escuelas. En los eventos militares o policiales diseñados para los jóvenes, en un almuerzo con el dictador Videla, en la coronación de reinas, en la construcción de una identidad juvenil homogénea en los medios de comunicación, con la presencia policial en la provincia de Buenos Aires controlando los festejos. En definitiva, frente al despliegue de esta presencia estatal, habilitar la primavera servía para sus fines políticos. Se operó en el espacio público la construcción de una imagen positiva del régimen asociada a la alegría y a la vida encarnada en la juventud que lo alejaba, por esos días, de las denuncias por la desaparición de personas, entre las cuales se encontraban estudiantes secundarios.

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Aunque la primavera representaba un peligro, se permitió su desarrollo con el despliegue de medidas concretas para influenciar los festejos y con las fuerzas del orden manteniéndose alertas. Permitiendo que los estudiantes salieran a las calles debido a un asueto estudiantil para todos los niveles educativos. Durante estas jornadas, a su vez, el gobierno de facto aprovechó a difundir una imagen determinada del joven a través de la prensa que se reforzaba con políticas de disciplinamiento dentro de las escuelas del nivel medio, de persecución y represión, pero también, de acercamiento."


NOTAS: 
[1] Este artículo nace a partir de mi tesis de Maestría en Historia Contemporánea de la UNGS (dirigida por el Dr. Adrián Cammarota), los archivos escolares con los cuáles se trabajó dentro del marco de la investigación y que la hicieron posible son: Los Espacios de Memoria de la Escuela Normal Superior Mariano Acosta de la Ciudad de Buenos Aires, el Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes y la documentación proporcionada por la Escuela Normal de San Fernando, de la Prov. de Buenos Aires. Agradecemos la colaboración de quiénes allí trabajan al servicio de la memoria escolar de la comunidad, Luz Ayuso (Mariano Acosta); Raquel Gail, Ariel Ghizzardi y Susana von Lurzer (Normal de Quilmes); Miguel Enríquez (Normal de San Fernando).
[2] Durante este periodo el Ministerio de Educación estuvo en manos de seis ministros (Bruera, Harguindeguy, Catalán, Llerena Amadeo, Burundarena, Licciardo). Para profundizar en las orientaciones de cada uno de ellos ver: Laura Graciela Rodríguez (2015, b) que reconstruye las trayectorias y políticas de los funcionarios responsables de la educación. Dando cuenta de las tensiones entre las diferentes armas de las FFAA y la falta de un plan homogéneo respecto del campo educativo. En lo que sí estuvieron de acuerdo, fue en imponer la moral cristiana y constituir individuos patrióticos.
[8] Libro de inspección, Escuela Normal de Quilmes, 1980
[15] 5 El 16 de septiembre de 1976, fueron secuestrados un grupo de estudiantes secundarios en La Plata (Provincia de Buenos Aires), integrantes de la Unión de Estudiantes Secundarios, que además de participar en esta agrupación política juvenil peronista, en 1975 habían formado parte de los reclamos por un Boleto Estudiantil Secundario (BES). Un año después, dentro del marco de un plan sistemático de secuestro, tortura y desaparición forzada, son secuestrados y asesinados. Hubo unos pocos sobrevivientes a este episodio (Lorenz, 2004; Marcote, 2017).
[22] (22 de septiembre de 1978). “Fiebre de primavera”. Clarín, pp. 18-19.
[23] (22 de septiembre de 1979). “Los jóvenes aprovecharon los parques de Palermo”. Clarín, p. 25.
[24] (22 de septiembre de 1979). “Jubiloso arribo de la primavera”. La Nación, p. 8


(Las ilustraciones y los resaltados nos pertenecen.)

Fuente:
"Ordenar la primavera. Los estudiantes secundarios de Buenos Aires y los festejos del 21 de septiembre durante la última dictadura." En Revista Conflicto Social, Año 12, Nº 21, enero-junio 2019. 
Sugerimos la lectura del artículo completo.

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