25/8/14

"LAS ESCUELAS NORMALES" 
UNA NOTA DE 
MARTIN IBARRA FIGUEREDO
por Chalo Agnelli


El periódico socialista quilmeño “El Ariete” [1] del 1º de mayo de 1938, publicó una nota del profesor y periodista Martín Ibarra Figueredo a los 27 años de la creación de la Escuela Normal de Quilmes.

"El Ariete" llegó a los lectores quilmeños el 5 de julio de 1909, contemporáneo de "El Platense" o ''La Comuna", fue fundado a instancias de Francisco Cúneo, [2] vecino de Bernal, primer obrero que llegó a diputado nacional entre 1914 a 1917, trabajador de la Papelera Celulosa Argentina. "El Ariete" era el órgano del partido socialista. Publicaba diversas ediciones extraordinarias los días 1º de Mayo. En esta hoja, que es la segunda por su antigüedad en el orden actual del periodismo quilmeño colaboraban Humberto Barraza, el profesor Luis Ricagno, Anto­nio Zamora, José M. Lemos, Luchelli, Gallo y muchos otros. Era un periódico de combate, pero abierto a todas las ideas o figuras relevantes con conciencia social y comunitaria. Actuó en su redacción largos años el periodista Raimundo Cavagnolo.

Conocer de nuestros maestros fundadores es una vocación consecuente en quienes fuimos ex alumnos de esa Institución quilmeña Centenaria, como lo hacemos a través de la página del Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes (http://archivo104.blogspot.com.ar/

Martín Ibarra Figueredo era maestro normal egresado de la Escuela Regional de Corrientes. Ingresó en la Escuela Normal de Quilmes el 14 de junio de 1921, a cargo de Ciencias y Letras. Fue periodista, colaborador de la revista “La Urraca” y “Quilmes presente” (1943) y uno de los fundadores de la agrupación,”Gente de Prensa”. También fue cofundador de la Escuela para adultas mujeres Nº 35 en el paraje Los Hornos (Bernal Oeste), el 30 de abril de 1921, que cerró en 1927 y luego se abrió como escuela rural en El Pato; es la actual Escuela Primaria Nº 12 de Berazategui. Presidió la Cooperadora del Colegio Nacional donde también ejerció. Su hija Irma Ibarra, egresada de la Escuela Normal en 1946, también fue docente en el establecimiento.

Este escrito de Ibarra Figueredo sobre la Escuela Normal, bastante retórico, altisonante, laudatorio y cargado de referencias según uso de las letras escolarizadas de la época, pero bien intencionado - y un tanto jacobino - se leyó en el acto del 24 de octubre de ese año, en el acto aniversario de la Institución. Es un notable documento de las letras escolares de una época, que permite vislumbrar el discernimiento intelectual e ideológico de una generación saturada por el discurso oficial. (Chalo Agnelli)


LAS ESCUELAS NORMALES 

EL ARIETE que, tan gentilmen­te me viene cediendo sus columnas, desde hace tiempo, para modestas elucubraciones de “cuartillero”, sin fijarse en mi ideología radical, me otorga otro honor inmerecido que agradezco, por lo espontáneo al pe­dirme una colaboración para el número extraordinario del 1º de Ma­yo, recordando la fecha de Chica­go, en que el gobierno burgués y el capitalismo rapaz, quisieron aho­gar en sangre la bendita rebelión de la clase proletaria, acto que se­ñala en la historia universal el des­pertar de la conciencia de la masa oprimida. Hecho que todo espíritu liberal y justiciero respeta y alienta con su concurso fraternal, por­que la clase proletaria es herma­na, es carne de la misma humani­dad. 


Hablar sobre las escuelas norma­les, es tarea superior a mis fuerzas. Y más difícil me resulta to­mando como punto de partida a la de Quilmes, porque en la época de su fundación, ocupaba un asiento en la de Corrientes. Conozco, pues, al­go por referencias y por lo dicho en los festejos del año pasado en ocasión de las bodas de plata. Ten­go fatalmente que incurrir en omi­siones involuntarias, pero sean ellas tomadas como lógica consecuencia de la circunstancia apuntada, no era vecino de esta ciudad. 

Mi noble amigo Atanasio A. Lanz, maestro de alma y sesudo autodi­dacta, me hablaba de las fases de las gestiones realizadas. Recordaba como eficaces colaboradores, entre otros, al coronel Villarruel y a don Feliciano Drake Durañona.


ATANASIO LANZ

Lanz traía en su sangre la voca­ción del maestro; era hijo de un educacionista de verdad. Por eso vivió la existencia del estudioso y, en la obtención de la escuela nor­mal, fue tesonero: sabía el valor de la enseñanza secundaria para for­mar maestros capaces. El gobierno fue injusto con él; debió haberle confiado cátedras que hubiera hon­rado, porque su ambición de apren­der, de superarse, parecía que obe­deciera un mandato de Sócrates quien, ante la ponderación de su saber, repuso: “lo que yo sé, es que no sé nada”.

Iniciadas las gestiones con todo entusiasmo, éste decayó en muchos de los miembros de la comisión constituida al chocar con los pri­meros inconvenientes. Pero los ya nombrados y alguien más, en la ad­versidad hallaban nuevas energías para proseguir la lucha, porque vencer era el anhelo.

Clase de magisterio en el parque del antiguo edificio, hoy sepultado por toneladas de ladrillos y cemento y sin terminar después de 35 años de iniciado. Archivo Historico Normal Quilmes 
NOTA: Esta foto fue tomada por don Santiago de La Fuente uno de los fotógrafos quilmeños de sociales, de origen español, de mayor trayectoria en las primeras décadas del pasado siglo XX. (Chalo Agnelli)

AGUSTÍN R. CAFFARENA 

Otro amigo desaparecido, el es­cribano Agustín R. Caffarena, [3] miembro varias veces del consejo cuarto de la parroquia San Juan Evangelista, o sea la Boca, al en­terarse del deseo de Quilmes, se 

A. Lanz y sus alumnos de la escuela Nº 4 de Berazategui

puso en campaña. Me refería Caffarena que, aprovechando un almuerzo íntimo con los doctores Joaquín V. González, Marco Avellaneda y otros caballeros que ocupaban destacadas posiciones en el escenario político, se conversó de la creación de la escuela normal en Quilmes y algunos legisla­dores pusieron ciertos reparos de carácter financiero. Entonces Caffarena, dirigiéndose a González y Avellaneda les dijo: "Tomaré co­mo una ofensa de ustedes, mis ami­gos, cualquier oposición al deseo del vecindario de Quilmes, entre el cual me cuento porque allá tengo un rancho, y exijo, por la amistad que nos vincula desde haca años, la am­plia cooperación de ustedes dos, es­pecialmente”. Al momento respon­dieron todos que, la solicitud al con­greso sería apoyada. 

JOSÉ DOMINGO SOSA DEL VALLE


Larga y costosa lucha exigió es­ta obra de cultura que perseguían el maestro Lanz y sus colabora­dores. Supieron luchar, y luchar es vencer. No hay alumbramiento sin dolor, dijo Mermiex. Sancionada la ley y promulgada, quedaba en manos del Consejo Na­cional de Educación concretarla, pues entonces las escuelas normales dependían de él. Fue designa­do director el regente de la Escue­la Norman de Santa Rosa de Toay, [4] profesorJosé Domingo Sosa del Valle. La obra fecunda, la armonía en­tre la dirección y el cuerpo de profesores, la respetuosa y franca amis­tad entre el alumnado y el cuerpo directivo y docente, fue proverbial. No necesita ese pasado mi modes­ta alabanza; el recuerdo cariñoso de los egresados vale mil veces más que toda ponderación, aunque gastando las mejores frases. Es que hubo espíritu cómo la del maestro Govindra, mencionado por Tagore en el libro "La cosecha de la fruta”; es que era escuela de cordia­lidad como la de Yasnaia Poliana de Tolstoy y pura como la Escuela de Ideas del filósofo bengalí [5] ya citado. Pero no avancemos.

Llega Sosa del Valle aquí… no hay local disponible. La misma di­rección general de escuelas de la Provincia, parecía querer ahogar al ser robusto que había nacido del seno amantísimo que lo concibió. Los días pasaban y debía iniciarse la inscripción. Ella se efectúa en la Capital Federal y era esto un mal augurio. La comisión redobla la acción que demandaba esta circunstancia y, al fin, el éxito corona tantas horas de batalla1. La co­misión como la trompeta de Jericó derrumbaba las murallas de la in­diferencia y oposición y la escue­la, casi al final del curso, comen­zaba a dictar sus primeras clases.

Así comenzó su acción cultural la escuela que el año pasado fes­tejaba sus bodas de plata, forman­do al frente aquellos que le dieron vida y la encaminaron por la senda proficua, para que diera óptimos frutos. Ya peinan canas, pero si­guen erguidos dentro o fuera de la escuela. Es que "viejos son los que vieja tienen el alma”, y estos maes­tros tienen la marcialidad del veterano y es aurora su corazón fren­te al alumnado, porque supieron llenar su cometido. Por eso los que siguen en la bre­cha, son como el viejo guardafaro del canto, las borrascas no los ami­lanan. Siguen en sus puestos vigi­lando la luz, cuidando sea esplen­dente, para que los viajeros lleguen a buen puerto, armados de aptitu­des y de coraje, para imponer la indómita fuerza del libro y el amor con que se hará la base granítica de la riqueza moral de la patria! Otros han caído en el camino, pero viven en el recuerdo de sus ex alumnos. Es el mejor homenaje para el maestro. Conocí a uno, el doctor Toran­zo Calderón, [6] ejemplo de puntualidad, asistencia y contracción. Lle­gó a su cátedra hasta con un pie en la tumba. Siempre cariñoso con el alumnado, siempre amplio en explicaciones y sanos consejos. Debería ser modelo para profesores que por fútiles motivos no concurren. En el caso de este noble profesor, desaparecido cuando todavía mucho podía hacer en favor de los alumnos, puede repetirse la conocida frase: ¡O vita misera longa, felici brevis!


De esta escuela normal, instalada después de innumerables tropiezos que parecieron iban a anularla, sale el primer grupo de egresados que era toda una afirmación de la capacidad del cuerpo directivo y docente. Parodiando a Eudes de Chateauroux, [7] que en frases campestres ponderaba la universidad de París y a los hombres ilustres de la baja Edad Media, exclamó: “La capital de la Galia es el horno don­de se cuece el pan intelectual del mundo”; podríamos decir: “la Es­cuela Normal de Quilmes había co­menzado a dar la primer hornada intelectual que honraba al partido de Quilmes y a no pocos de los li­mítrofes”. 

UNA DIGRESIÓN 

A ese primer grupo de egresados, pertenece la señorita Julia Delia (sic) Cendoya, [8] radicada en Quilmes, con capacidades no comunes. Talentosa y contraída, fue una de mis mejores colaboradoras en la Escuela 8 del Consejo 4º, mientras desempeñé la vicedirección, donde constaté que la escuela primaria era un estrecho campo para sus aptitudes. Repito conceptos emitidos en docu­mentos oficiales de entonces. Justicia al mérito. No siempre se cumple lo que dijo Tayllerand: “La palabra le ha sido dada al hom­bre para disfrazar su pensamiento.” Sé que hiero su modestia, pero in­gratitud sería callar. Modestia que es virtud donde hay justicia, no donde surgen los cere­bros-corchos.

De estas aulas salieron muchos jóvenes capacitados. No pocos obtuvieron títulos universitarios. La mayoría se entregaron a la do­cencia elemental, con múltiples éxi­tos, porque desgraciadamente sigue siendo una verdad el dicho de Sar­miento: “el maestro es el último mono del presupuesto”, y en la provin­cia de Buenos Aires, los que indirectamente contribuyen al sostén del desgobierno, del fraude, de la violencia y del peculado. Todo “voluntariamente” con la espada de Damocles de la exoneración si se oponen.


Estos desgobiernos terminan por anular la vocación del maestro y por ello practica la docencia pri­maria la escuela fisiócrata, [9] adiaforia [10] que anula las mejores aptitu­des.

El maestro es un pobre diablo en la administración argentina. For­ma la conciencia del ciudadano y el caudillaje quiere sombra y no luz.

Las escuelas normales argentinas tienen dos enemigos muy dañinos: el enciclopedismo de sus programas y el excesivo profesorado sin voca­ción, ese que se concreta en exigir del alumno el recitado de memoria de lecciones explicadas por ociosi­dad, por inhabilidad, o porque vi­ve obsesionado por la liquidación puntual de la paga y de no per­der el primer tren, para regresar a su domicilio tan tranquilo como si hubiera hecho algo plausible du­rante su ausencia de casa.

Este profesorado está, constituido por médicos sin enfermos, abogados sin pleitos, seres fracasados en sus ambiciones morbosas de ostentación y lujo y no pocos porque el azar fue esquivo en el verde tapete o en los hipódromos. Justo es reco­nocer que hay universitarios que honran al profesorado. Pero son los menos. Sin figuras oblicuas: monda y lirondamente. El noventa por ciento son buscadores de mendrugos.


Allí donde la cátedra es tribuna de enseñanza metódica, clara, pe­dagógica, el alumnado siempre asi­mila conocimientos y, al finalizar el curso no ofrece el desconsolador espectáculo de esas caravanas de aplazados por culpa, en un alto porcentaje del mal profesorado que además tiene en su seno seres in­feriores que al iniciarse el nuevo año dicen a los alumnos que “ha tenido la satisfacción de aplazar a varios para que repitan el cuarto año.”

La escuela que ofrece este cua­dro es aquella, pues, donde no hay forjadores de cerebros, modeladores de la psiquis juvenil. Que tiene pé­simos instructores para los que de­ben salir gladiadores para la santa cruzada de la redención nacional. El honor de una nación, depen­de mucho más de corregir sus vi­cios que de ponderar sus virtudes, dijo el gran José Mazzini. [11]

CRÍTICA IDEO-PEDAGÓGICA 

El honor de la escuela normal de­pende más de corregir las fallas del profesorado que todos conocen desde afuera, y que no puede igno­rarlas la dirección, que de caca­rear correcciones, ponderar cartas complacientes, si no interesadas, es­cribir exabruptos, ver incitaciones al crimen en quien señala deficiencias graves de otros establecimientos nor­males, pero rinde cumplido homena­je al saber, a la rectitud, a la justicia, a la libertad, al mérito de los ciudadanos sin preguntarles ni in­teresarle quiénes son; detesta por ello la petulancia, los plumajes del pavo real; quiere el eclipse de la mediocracia y el resurgir de educa­cionistas como Victoria, los Carbó, los Herrera, Van Gelsdvestein y tan­tos otros para que sean arrojados de las aulas los universitarios fracasados, lechuguinos de la docen­cia, ganapanes de las escuelas nor­males y colegios nacionales.


 El porvenir de la patria deman­da, con imperio, que las escuelas sean como la Normal de Paraná, de los días de los Herrera, los Car­bó, Torre, Bavio y otros; esos que encendieron la luz potente en la noche del cacicazgo brutal, de la gauchocracia, cleptocracia y clerica­lismo que, nuevamente amenazan a la República Argentina. Esta escuela de Paraná, constitu­ye por sí sola, el honroso pasado de la educación argentina. Aquellos males vigorizados con el ministerio de la presidencia pasada, ofrecen un presente desalentador y, fácil es deducir si la reacción sa­ludable oficial demora, cuál será el porvenir. ¡Es urgente levantar la guilloti­na y decapitar al monstruo! Las escuelas normales deben ser fraguas para templar el carácter del maestro de las generaciones futuras. Sólo así podrán modelar ciudada­nos para la democracia. 


Sin carác­ter formarán parias para feudos. No hay peor esclavitud que la falta de carácter, ha dicho Agustín Álvarez. Y los fracasados universitarios y los ganapanes no forjarán caracte­res ni enriquecerán cerebros. El árbol de fruto amargo, segui­rá dando igual aunque se le riegue con la miel de las alabanzas... 
MARTÍN IBARRA FIGUEREDO 


Investigación y compilación Chalo Agnelli

REFERENCIAS

[1] http://elquilmero.blogspot.com.ar/2011/07/historia-de-la-prensa-quilmena-nota-de_19.html 
[2] http://elquilmero.blogspot.com.ar/2014/05/francisco-cuneo-el-primer-diputado.html 
[3] Fundador de una familia que dio notables figuras en la vida social, política, educativa y cultural de Quilmes y Bernal. 
[4] Toay es la ciudad cabecera del departamento Toay de la provincia de La Pampa. Se encuentra a 10 Km. de la ciudad de Santa Rosa, capital provincial, junto con la cual hoy forma el Gran Santa Rosa. El topónimo es de etimología indígena, significa "claro en el monte". 
[5] Rabindranath Tagore, en bengalí nacido en Calcuta (7/5/1861 – 7/8/1941) poeta, filósofo del movimiento Brahmo Samai, posteriormente convertido al hinduismo. Artista, dramaturgo, músico, novelista y autor de cancines, Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1913, convirtiéndose así en el primer laureado no europeo en obtener este reconocimiento. 
[6] Casimiro Toranzo Calderón. Abogado e Inspector Administrativo y Técnico de las Escuelas para Niños Débiles de la Capital Federal. Ingresó a la Escuela Normal de Quilmes en mayo de 1916. Fue secretario del Consejo Escolar XX de la Capital Federal en 1897 (http://repositorio.educacion.gov.ar) y director de la Escuela Industrial de la Nación “Otto Krause”.
[7] Eudes de Châteauroux, también Ottone de Castro Rodolfi da Châteroux, cardenal francés del siglo XIII.
[8] Es Julia Dominga, no Delia. Egresó con la primera promoción en 1916. 
[9] El origen del término fisiocracia proviene del griego y quiere decir "gobierno de la naturaleza", al considerar los fisiócratas que las leyes humanas debían estar en armonía con las leyes de la naturaleza. Esto está relacionado con la idea de que sólo en las actividades agrícolas, la naturaleza posibilita que el producto obtenido sea mayor que los insumos utilizados en la producción surgiendo así un excedente económico. Los fisiócratas calificaron de estériles las actividades como la manufactura o el comercio donde la incautación sería suficiente para reponer los insumos utilizados. 
[10] Estado espiritual en que no se establecen diferencias entre el valor de las cosas, y no existe, por tanto, emoción alguna. 
[11] Giuseppe Mazzini (Génova, 22 de junio de 1805 – Pisa, 10 de marzo de 1872), apodado "el alma de Italia", fue un político, periodista y activista italiano que bregó por la unificación de Italia. Escritor de los textos: "Italia republicana y unitaria" (1831) y "Una nación libre" (1851).

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