12/3/13


De la «microhistoria local» (mexicana) 
a la «microhistoria de escala» (italiana) 
Carlos Antonio Aguirre Rojas *
(Fragmentos)

Aguirre Rojas
Mencionar hoy en México, dentro de la comunidad de historiadores, el término de «microhistoria», es suscitar de inmediato una posible confusión. Porque, desde los años setentas hasta hoy, y cada vez con más fuerza, el término de microhistoria se fue asociando progresivamente al proyecto y al modelo de historia defendido y explicitado por el historiador mexicano Luis González y González, modelo que encuentra su expresión y aplicación paradigmática en el hoy bien conocido libro de este autor titulado Pueblo en vilo [1]

Y sin embargo, si al evocar el término de microhistoria, uno tiene en la mente a la importante y cada vez más difundida corriente historiográfica de la microhistoria italiana, está pensando en un proyecto intelectual que, de hecho, se sitúa realmente en las antípodas absolutas de esta «microhistoria» de Luis González y González. 

Porque al acercarse con cuidado a las reflexiones y a la caracterización que el propio Luis González y González ha hecho de esta misma «microhistoria mexicana», resulta fácil descubrir que se trata, fundamentalmente, de un claro y explícito retorno hacia los horizontes y hacia el universo de la muy antigua y ampliamente difundida rama de la historia local. Un retorno que, por lo demás, no es concebido como una simple vuelta atrás, desde el nivel de la historia general y de los modelos más globales sobre la historia de México, hacia la tradicional historia local y regional, sino más bien como una reivindicación saludable de la necesidad de regresar a ese plano de la historia local y de ámbitos espaciales más restringidos, como salida al agotamiento y a la relativa falta de renovación de esas mismas historias generales.

Con lo cual resulta claro que esta microhistoria mexicana es, en esencia, una explícita llamada para regresar al cultivo y al desarrollo de la historia local. Una llamada que, en el contexto de profunda renovación historiográfica que vivió México después y bajo los benéficos efectos de la importante revolución cultural de 1968,[3] parecería haber sido muy bien escuchada, atendida y respondida por todo un cierto sector de los historiadores mexicanos de las últimas tres décadas.

[...] es pertinente afirmar que la microhistoria italiana está en las antípodas de esta microhistoria mexicana, pues si esta última es en lo esencial solo una nueva versión de la antigua historia local – versión sofisticada y complejizada con algunas de las técnicas y de los métodos historiográficos desarrollados en los años cincuentas y sesentas por la historia demográfica, por la historia de la vida cotidiana, etcétera -, la microhistoria italiana, en cambio, es un complejo proyecto intelectual que solamente utiliza el nivel de lo local o de lo regional como simple y estricto «espacio de experimentación». 

Es decir que la microhistoria italiana no es, en contra de lo que el término «micro» podría equivocadamente evocar, una historia de microespacios o de microrregiones o de microlocalidades – es decir, una historia local o de espacios pequeños y reducidos – sino más bien una nueva manera de enfocar la historia que, entre sus procedimientos principales, reivindica el del «cambio de escalas» del nivel de observación y de estudio de los problemas históricos, y por lo tanto, utiliza el acceso a los niveles microhistóricos– es decir a escalas pequeñas o reducidas de observación, que pueden ser locales, pero también individuales o referidas a un fragmento, una parte o un elemento pequeño de una realidad cualquiera – como espacio de experimentación y de trabajo, como procedimiento metodológico para el enriquecimiento del análisis histórico. Giovanni Levi es muy explícito cuando afirma: «la microhistoria en cuanto práctica se basa en esencia en la reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental», pero para aclarar de inmediato que «para la microhistoria, la reducción de escala es un procedimiento analítico aplicable en cualquier lugar, con independencia de las dimensiones del objeto analizado», agregando que «el auténtico problema reside en la decisión de reducir la escala de observación con fines experimentales».[5]

Y sin embargo, tanto la microhistoria mexicana como la microhistoria italiana han recuperado y luego popularizado, en el ámbito de sus respectivos ámbitos nacionales, y para el caso de la microhistoria italiana en el ámbito europeo y luego de todo el mundo occidental, el término de microhistoria, que por lo demás ellos no inventaron.[6] Y también, ambas microhistorias son hijas de los efectos culturales e historiográficos desatados por la Revolución Cultural de 1968, desplegando sus respectivas curvas de vida en el mismo lapso temporal de las últimas tres décadas, lo que sin duda explica que, en México, la evocación del término se preste a confusión.

Las raíces y el contexto de origen de la microhistoria italiana 

No es posible entender la originalidad y la naturaleza específica del aporte que ha representado la corriente de la microhistoria italiana, si no la ubicamos dentro del contexto general producido por la enorme revolución cultural planetaria de 1968, cuyos impactos se han hecho sentir en la historiografía, como también en toda la cultura del mundo occidental de las últimas tres décadas.[7]

[...] resulta claro que la microhistoria italiana se inscribe en un proceso más vasto que la rebasa y subsume, que la sobredetermina e impacta igualmente, y que es el ya mencionado despliegue de la historiografía de la península italiana como renovada y estricta historia social. Un proceso que todas las historiografías del siglo veinte han tenido que cumplir, más tarde o más temprano, y que en Italia se retarda claramente por la irrupción del fascismo y por el posicionamiento italiano dentro de la Segunda Guerra Mundial.

Así, resulta difícil entender la originalidad y novedad de la propuesta microhistórica si no consideramos ciertos datos característicos y singulares del contexto italiano de los años cincuentas y sesentas, y que aluden, en un caso, a dos situaciones coyunturales de esa Italia de la segunda postguerra, y en el otro, a realidades de larga duración de la historia italiana, que en esa misma coyuntura de postguerra se han manifestado también como elementos importantes y definitorios de esa misma microhistoria.

[...] trataremos más bien de concentrarnos en lo que consideramos su núcleo duro epistemológico, constituido por el procedimiento microhistórico del cambio de escala y de la reconstrucción de la compleja dialéctica entre lo macro y lo micro en historia, procedimiento compartido por los distintos representantes de sus diversas ramas o variantes, y que da sustento y consistencia al apelativo mismo de dicha «microhistoria italiana».

[...] más allá de los aportes específicos de estas dos vertientes microhistóricas, cuyo análisis ameritaría un ensayo aparte, el espacio común compartido por ambas es el del ya referido procedimiento microhistórico. Se trata de un procedimiento que, como su nombre lo indica, implica en principio un claro reclamo de retorno al nivel microhistórico, defendido frente al agotamiento y crisis de los modelos globales y concebido como un camino posible para recuperar esa dimensión viva y vivida de la historia, esa diversidad obliterada en los modelos globales cuestionados, retorno que, sin caer en la falsa salida postmoderna, permitiera renovar y relanzar la historia social italiana.

[...] los promotores de esta visión microhistórica van a abandonar totalmente las clásicas explicaciones que oponen lo general a lo particular, planteando falsas disyuntivas, explícitas o implícitas, del individuo o el contexto, la visión de lo social en contra de lo individual, lo macro al margen, contra o en concurrencia con lo micro, la ley contra el caso o por encima del caso, el caso como forma de invalidar la ley, etcétera, etcétera. Frente a esto, con una visión radicalmente nueva y aún poco explotada por los científicos sociales, los autores italianos propondrán más bien la construcción de lo general desde lo particular, re-situando entonces al individuo en el contexto, y dentro de la sociedad. Con ello, también es posible ver lo macro en lo micro, desde y dentro de lo micro mismo, reubicando el caso en la norma y la norma actuando dentro del caso, etcétera.

Así se desplaza completamente el modo de abordar todas estas dialécticas complejas, tan centrales y debatidas en la historia y en todas las ciencias sociales, superando al pensamiento simple binario de opuestos rígidamente contrapuestos y solo excluyentes, para dar paso a la construcción de modelos más complejos y elaborados, que lo mismo reivindican la nueva biografía contextual que descomponen el tiempo en las múltiples temporalidades; de este modo, se recrean los movimientos de va y viene desde el individuo y la obra hasta el mundo y la época, y viceversa, y se reconstruyen las múltiples cadenas de interdependencia en que se inserta el individuo o el grupo específico estudiados.[28]

Por lo tanto, el verdadero núcleo del procedimiento microhistórico italiano no centra su preocupación sólo en lo micro ni sólo en lo macro, sino más bien en la totalidad de esa compleja dialéctica entre los niveles o escalas macrohistóricas y microhistóricas, más allá de las formas tradicionales de enfocar estos niveles y con una perspectiva no binaria dicotómica, ni de rígidas oposiciones y exclusiones, sino desde una nueva visión de verdadera dialéctica e interpenetración y presuposición mutua, donde lo macro está en lo micro y lo micro incluye a lo macro, sin eliminar sus diferencias específicas y sin olvidar que un nivel o escala sólo tiene sentido y significación dentro de esa misma dialéctica que lo subsume y sobredetermina como una de sus partes componentes.

[...] ¿Cuándo es posible hablar de un plano o escala macrohistórica que incluya dentro de sí otros varios planos microhistóricos?, ¿y cuándo es posible ese movimiento de «reducción de la escala de observación» y el concomitante descenso hacia lo micro? [...]

[...] para entender mejor esta compleja dialéctica entre lo macrohistórico y lo microhistórico, puede ser útil volver al importante y debatido concepto de totalidad histórica. Así, la relación macro/micro puede ser especificada como la relación que existe entre una cierta totalidad histórica y social compleja, y una de sus partes específicas, aquella que pueda ser especialmente reveladora del todo que se investiga. Esto significa que la elección de las dimensiones macrohistóricas y luego de los universos microhistóricos no es para nada una elección casual, azarosa o arbitraria, porque es la realidad misma que estamos estudiando la que se compone de múltiples dimensiones, niveles o escalas orgánicamente relacionados y entre los cuales hay dialécticas y vínculos claramente establecidos.

NOTAS:

[1] Cfr. Pueblo en vilo, México, Fondo de Cultura Económica, 1968.
[3] Al respecto Cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas: «Los efectos de 1968 en la historiografía occidental», La Vasija, número 3, México, 1998, artículo en donde intentamos ubicar las coordenadas generales de ese contexto post 68 en el mundo occidental y sus efectos generales en las historiografías de todo el occidente.
[5] Sobre estas citas cfr. el artículo de Giovanni Levi, «Sobre la microhistoria», en Formas de hacer historia, Madrid, Alianza Editorial, 1993, pp.122 y 124. Giovanni Levi ha sido aún más explícito sobre la contraposición entre la historia local y la microhistoria italiana en algunas entrevistas. Así, dice por ejemplo: «La microhistoria no tiene nada que ver con la historia local. Es decir, se puede hacer microhistoria de Galileo Galilei o de Piero della Francesca… la historia local es otra cosa distinta, la historia local estudia una localidad… en este sentido, no diré nunca microhistoria o historia local, son dos cosas totalmente distintas, enemigas; yo me ofendería mucho si fuese considerado un historiador local. Los dos pueblos a los que en particular he dedicado muchos años, son dos pueblos que considero sin ningún interés, de los que no he escrito la historia. He escrito una historia en ellos». (Cfr. entrevista «Antropología y microhistoria: conversación con Giovanni Levi», Manuscrits, número 11, enero de 1993, pp. 17 y 18. Levi insiste en esta distinción en otras dos entrevistas que son «Il piccolo, il grande e il piccolo», Meridiana, número 10, 1990, pp. 223-224, y en «La microhistoria italiana», La Jornada Semanal, número 283, noviembre de 1994, p. 36.
[6] Carlo Ginzburg ha revisado acuciosamente la historia del término microhistoria en su artículo «Microstoria: due o tre cose che so di lei», Quaderni storici, número 86, año XXIX, agosto de 1994. En este artículo, también Ginzburg caracteriza a la microhistoria mexicana como una simple variante de la historia local, estableciendo su distinción radical con el proyecto intelectual de los microhistoriadores italianos.
[7] Sobre la caracterización de 1968 y sus impactos en la cultura y la historiografía posteriores Cfr. Fernand Braudel «Renacimiento, Reforma, 1968: revoluciones culturales de larga duración» (entrevista a la revista L’Express, noviembre de 1971), La Jornada Semanal, número 226, México, octubre de 1993; Immanuel Wallerstein, «1968: revolución en el sistema-mundo. Tesis e interrogantes», Estudios sociológicos, número 20, México, 1989; Francois Dosse, «Mai 68, les effets de l’Histoire sur l’histoire», Cahiers de l’IHTP, num. 11, Paris, abril de 1989, «Mai 68, mai 88: les ruses de la raison», Espaces Temps, número 38-39, Paris, 1988; así como nuestros artículos, Carlos Antonio Aguirre Rojas, «1968: la gran ruptura», La Jornada Semanal, número 225, México, octubre de 1993; «Los efectos de 1968 en la historiografía occidental», Op. cit.; «Repensando los movimientos de 1968» en 1968. Raíces y razones, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Cd. Juárez, 1999.
[28] Nos referimos, como es evidente, a las obras bien conocidas de Lucien Febvre, de Fernand Braudel, de Jean Paul Sartre o de Norbert Elias, por mencionar solo algunos ejemplos de autores que, en este punto de la superación del pensamiento binario o dicotómico rígido, anteceden y preparan a esta conclusión específica desplegada por la microhistoria italiana.

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* Carlos Antonio Aguirre Rojas es investigador y pensador mexicano, una de las principales figuras de la divulgación de las ciencias sociales y la historia crítica en México. Es fundador de la revista Contrahistorias. La otra mirada de Clío y es autor de Antimanual del mal historiador o ¿Cómo hacer una buena crítica histórica? (2002), Relatos para la historia. Ensayos de contrahistoria intelectual (2006), Fernand Braudel et les sciences humaines (2004), Chiapas, planeta tierra (2006), Contrahistoria de la Revolución Mexicana (2009), entre muchos otros.




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