3/2/13

El deterioro de la memoria escrita:

(II) Los insaciables xilófagos



“Percibimos leves movimientos acompañados por sonidos extraños, y un olor ajeno se diluyó en nuestra ya viciada atmósfera. Rápidamente se corrió la voz entre nosotras… ¡se había despertado! La primera en caer fue la vieja “Sepan”, y con una rapidez inusual desapareció “cuantas”. A éstas primeras víctimas le siguieron “esta”, “carta” y “vieren”… Ésta última no murió engullida: se disolvió lentamente, como quien cae por un precipicio, ante la desintegración del soporte que le servía de sustento. Sí, nuestras cinco compañeras habían desaparecido ante el voraz apetito de aquella carcoma. En su lugar había quedado una sinuosa galería que poco a poco se iba haciendo cada vez más profunda en el incansable camino de la larva en busca de su sustento celulósico. Desde la situación que me proporciona ser un número de folio, desde mi esquina -hasta el momento libre del ataque-, pude ser testigo de toda aquella destrucción, con la esperanza de que el monstruo insaciable, atraído por otros sabores más apetecibles, cambiara su trayectoria y no viniera hacia mí. Yo soy el 30 y sabía que, si no resistía la embestida, detrás de mí irían todos los demás, complicándose así cualquier posibilidad de ordenar nuevamente aquellas hojas …”

Si yo fuera escritor -que no lo soy- daría comienzo así a un relato de ficción que tuviera por escenario una escritura de compraventa inserta en un protocolo notarial. Porque, si la tinta tenía un “instinto asesino“, e incluso suicida, actuando a partir del instante mismo de su generación con mucha paciencia y de manera silente desde el interior del documento en detrimento de su conservación, los insectos xilófagos pueden considerarse esos visitantes no deseados y de los que estamos ansiosos de deshacernos cuando aparecen por casa. Su actuación es también lenta, callada y… a traición, revelándose como esos seres molestos, ajenos a la realidad y a la génesis documental, que no sólo destruyen la memoria, sino que ponen a prueba la paciencia de los archiveros y conservadores -vigilantes, custodios y médicos preventivos-, y de los restauradores -cirujanos y médicos especialistas que tratan enfermos en diferentes niveles de gravedad. Aunque con sus actuaciones estos profesionales hacen todo lo posible, no sólo por expulsarlos de casa, sino por intentar que nunca nos visiten, en algunos momentos -ya cada vez menos afortunadamente-, los xilófagos se convierten en una verdadera pesadilla. Y, si tenemos la suerte de que ya no aparezcan, sí podemos apreciar fácilmente su indiscutible rastro alusivo a pesadillas sufridas en el pasado.

Pérdida de soporte por acción de los xilófagos © Archivo de El Museo Canario.

Pero ¿por qué los insectos xilófagos visitan los documentos sin estar invitados? o…¿es que los documentos, sin ellos saberlo, están invitando a estos comedores de papel a un festín irresistible? Eso es. La composición celulósica de los soportes, así como los aprestos, engrudos y adhesivos empleados en su composición suponen un placer gastronómico para carcomas y todo tipo de escarabajos, termitas, lepismas, cucarachas, polillas… Del mismo modo, cuanta mayor sea la calidad del papel, más apetitoso resultará para el insecto, al contener mayor porcentaje de celulosa, de ahí que sean los soportes más antiguos, habitualmente de mayor calidad, los que se vean afectados por este tipo de ataques. Por tanto, los archivos históricos son el caldo de cultivo más propicio para que fructifiquen estas plagas. Si a ello sumamos un ambiente húmedo -característica ambiental dominante en muchos de los depósitos documentales, sobre todo en áreas tropicales y subtropicales-, contaríamos con las premisas oportunas para que aquel número 30 de nuestro relato termine siendo finalmente eliminado por la implacable carcoma.

Documento horadado por acción de los xilófagos. 
© Archivo de El Museo Canario
Las larvas de algunos de estos insectos (termitas, polillas, carcomas) se convierten en muchas ocasiones en verdaderos problemas para los archiveros y conservadores. Es durante ese estado larvario cuando producen los mayores desastres construyendo galerías que describen la trayectoria del animal en su avance alimentario, llegando a horadar profundamente determinados segmentos del documento, debilitándolo y poniendo en peligro su estabilidad y consistencia. Del mismo modo, esta acción devastadora, si es muy generalizada, afecta tanto al soporte en sí mismo como a la grafía sustentada, hecho que dificulta la comprensión de la información en ellos contenida.

Si la celulosa es un compuesto atrayente para los insectos, los adhesivos y aprestos empleados en los soportes y en la composición de libros tampoco son rechazados como fuente de alimentación. Así, el papel puede ser erosionado superficialmente por los lepismas, y las colas empleadas en las encuadernaciones pueden ser el punto de atracción para otro tipo de insectos cuyo menú combina la celulosa con otros compuestos documentales.

Galerías horadadas por los insectos partiendo del área central de un libro 
donde se encuentran las gomas y adhesivos. © Biblioteca El Museo Canario.
La conservación preventiva y la monitorización han de presidir el trabajo de los archiveros en su camino hacia el control de plagas. La limpieza de los depósitos, el adecuado movimiento del aire, la vigilancia, el establecimiento de una planificación de alertas que implique a la totalidad del personal relacionado con la documentación, el control de la humedad y temperatura -evitándose siempre los contrastes acusados-, los planes de fumigación periódicos, son algunos de los medios que están al alcance de los profesionales para tratar de reducir al mínimo la acción de los insectos sobre la documentación. La teoría la conocemos todos. Pero poner en práctica todos estos remedios preventivos no siempre es fácil, ya sea por escasez de personal o por la reducción de la asignación económica que se destina al archivo. Sin embargo, la conservación preventiva debe desempeñar un papel central en las instituciones archivísticas, puesto que sin salvaguardar la documentación el archivo poca razón de ser tiene. Sólo un material bien conservado puede ser útil y consultado. Sólo un material conservado puede ofrecernos una rica información para construir nuestra memoria.

Cubierta atacada por xilófagos. 
© Biblioteca El Museo Canario.
¡Ah!… para los más curiosos y preocupados indicaré que aquel número 30 de nuestro protocolo notarial finalmente se salvó del ataque. La temida carcoma alteró su trayectoria y el folio continuó con su numeración original.



C
ubierta atacada por xilófagos. Detalle donde pueden apreciarse 
los orificios de salida. 
© Biblioteca El Museo Canario. 

Pero… aún le quedarán obstáculos por esquivar, porque la humedad directa provocada por una inundación y los hongos estaban, aunque él no lo esperaba, a la vuelta de la esquina.

Pero por el momento, el 30 puede seguir respirando tranquilo mientras contempla desde su atalaya lo que sucede a su alrededor.

Si estás interesado en la restauración de material de archivo y biblioteca no puedes dejar de consultar el interesante sitio web de la restauradora Berta Blasi. Además, si quieres ser testigo del proceso de restauración de un documento del sigo XVI atacado, entre otros agentes por xilófagos, puedes consultar el artículo Sobre la restauración de un libro del Siglo XVI donde se describe el trabajo realizado por los restauradores del Servicio de Restauración de Documentos de la Consejería de Cultura y Patrimonio del Cabildo de Gran Canaria (Canarias).

Archivero, Licenciado en Documentación, Licenciado en Geografía e Historia.

NOTA: 
xilófago -ga: adj.-s. zool. Díc. del insecto que se nutre de madera. (Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S. L.)

Fuente: http://archivisticayarchivos.wordpress.com/

Posted on 31 de enero de 2013

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