19/12/11

Ángel Mato: «Las escuelas de la República querían formar ciudadanos»
La Voz de Asturias, 11/04/2011 

J. CUEVAS / OVIEDO

Autor de La escuela primaria en Asturias, libro en el que se repasan los procesos de alfabetización y escolarización de la comunidad autónoma desde 1923 hasta 1937, Ángel Mato es experto en el sistema educativo que se desarrolló en Asturias en la última parte del siglo XIX y la primera del XX. Catedrático de Geografía e Historia desde hace cerca de tres décadas en el IES Calderón de la Barca de Gijón, analiza lo que sucedió en esta comunidad autónoma en los años de gobierno tricolor.

¿Qué tipo de educación se encuentra el primer gobierno de la República? Está claro que la educación es uno de los grandes problemas que hay en España desde comienzos del siglo XX. De hecho, todos los regeneracionistas, como Joaquín Costa, incidían en que el problema de la escuela estaba en los orígenes del problema de la modernización y el desarrollo en España. Si eso se traslada a tasas de analfabetismo, hablamos de tasas muy altas a principios de siglo, que en los años 10, y sobre todo en la década de los 20, por el periodo de bonanza económica, se redujeron sensiblemente. Además, hay una diferencia grande entre el norte del sur. Asturias, con León y Soria, son las provincias que tienen una mayor dotación de escuelas y menores índices de analfabetismo, ya desde principios de siglo. Eso no quita que hubiera diferencias, por ejemplo, entre niños y niñas. Las niñas tenían una tendencia menor a ir a la escuela. También había diferencias entre las zonas rurales, donde era muy frecuente el absentismo, porque el trabajo de los niños en el campo era imprescindible, y las zonas urbanas. En ese contexto, ya durante la dictadura de Primo de Rivera hay un aumento muy importante del número de escuelas, respaldado por una conciencia social de la necesidad de mejorar las escuelas y de que todo el mundo vaya a la escuela, porque tanto las instituciones religiosas, como los municipios, las asociaciones vecinales o los ateneos ponen en marcha sus propias escuelas. Por lo tanto hay una red escolar muy diversa, donde la escuela nacional del Estado es la más importante de cuatro o cinco modalidades. Un ejemplo de esta unanimidad social en favor de la escuela son las escuelas de maestros babianos en Tineo. Se contrataba a los maestros que venían de Babia (León) porque hablaban castellano correcto, para que en invierno impartieran clases en las aldeas. Mucha gente lo veía como un deterioro de la actividad escolar pero yo creo que denota el interés que había en la zona rural motivado sobre todo por los viajes a América.

¿Qué sucede al llegar la República? Solo en el año 1931, entre abril y diciembre, se ponen en marcha casi 200 escuelas nuevas, aunque en realidad no son nuevas. Son escuelas nacionales nuevas fruto de una reconversión de antiguas escuelas municipales, particulares o de sindicatos. Es imposible buscar 200 locales de escuela a lo largo del verano. La mayoría de esos locales ya existían, con lo que no son nuevas desde el punto de vista de las plazas de escolarización. Otras fueron improvisadas, como la de Los Campos Elíseos de Gijón, donde se celebraba la Feria de Muestras y se pone en marcha un grupo de 16 unidades. Se dotan con maestros titulados y su sueldo corre a cuenta del Estado. También se inicia un proceso de creación de nuevas escuelas que dará sus frutos a partir de 1932, con una media de 150 nuevos colegios anuales. Es la reconversión de una red escolar muy heterogénea que inicia una tendencia ya definitiva hacia la nacionalización de la red. La República quería convertir la enseñanza en su bandera reformista y desarrolla medidas de emergencia bastante significativas.

¿Descendió la tasa de analfabetismo? Es complicado, porque la tasa de analfabetismo había empezado a descender mucho antes. Los niños no figuran como analfabetos, y en aquella época toda la población entre 1 y 10 años lo era. Lo que había era mucho analfabetismo de adultos en edades mayores, sobre todo en mujeres. La nueva red escolar tiene como objetivo no solamente reducir el analfabetismo, sino también modernizar el país y dotar de un conjunto de instituciones escolares para construir ciudadanos.

¿Cómo se planteaban aquellas escuelas? Era una escuela unitaria y laica. No hay ningún tipo de religión, y está fundamentalmente dirigida a desarrollar valores ciudadanos, objetivo que no se logra porque, como todos los años de la República, están rodeados de un tremendo conflicto ideológico. La prohibición de los crucifijos es un conflicto constante, como se ve permanentemente en el diario socialista Avance , que muestra noticias de conflictos en Aller Oviedo o Navia. La idea de una escuela igual para todos quedó reformada por el conflicto anticlerical, como todo en esos años.

¿A qué edad se iba a clase? La edad de enseñanza obligatoria era desde la Ley Moyano de 6 a 12 años. Había lugares donde había escuelas de párvulos con niños menores, pero sorprendentemente, Asturias, tiene ya desde antes de la República el más alto índice de alumnos entre 12 y 14 años porque se preparan para América. Es frecuente que muchos niños a los 8 o 10 años fueran esporádicamente a la escuela, pero con 13 o 14, en vísperas del viaje, acudían con una asiduidad envidiable para tener un mínimo bagaje de los saberes básicos que allí se enseñaban: leer, escribir y contar. Había también algunas nociones de urbanidad y, en algunas escuelas, algunos estudios de comercio, contabilidad, geografía comercial o idiomas, siempre orientados a una actividad fuera del marco rural.

¿Estaban todas esas enseñanzas centralizadas o había alguna parte exclusiva de Asturias? El programa era estatal. Quizá la única variedad es que los maestros asturianos, dirigidos por Antonio José Onieva, habían organizado varios viajes pedagógicos al extranjero. Para financiar esos libros editan dos libros de texto que están en los orígenes del currículum asturiano. El primero, de 1929, fue Asturias. Libro escolar de lectura y era un mosaico de todo tipo de artículos sobre Covadonga, la sidra, la historia de Asturias, la pesca o el ferrocarril. En 1931 editan un segundo libro, Lecturas republicanas , que no tenía orientación regional sino más bien de orientación cívica. Ahí estaban las biografías de los grandes hombres de las finanzas, como (Emilio) Castelar o (Nicolás) Salmerón. Era un libro de lectura con una orientación ya claramente política. Los dos libros, sobre todo el primero, se utilizaron mucho en las escuelas.

¿Se erradicó por completo la enseñanza privada? Los colegios privados religiosos siguieron funcionando todos salvo los dos colegios de los jesuitas en Gijón y Oviedo, que se cerraron al ser expulsada la congregación. En el de Gijón se instalaron automáticamente 12 aulas y el Instituto Jovellanos. Los jesuitas solo mantuvieron los talleres del Revillagigedo, que era un tipo de enseñanza modélica. En el resto de colegios privados estaban financiados por las empresas mineras en Mieres, Langreo o Sotrondio las órdenes religiosas no tenían posibilidad de ejercer la enseñanza. Ahí los padres de los alumnos establecieron mutuas escolares y mantuvieron la enseñanza con los frailes vestidos de paisano. Esto generó un gran conflicto a la izquierda, que veía que la sustitución de la enseñanza religiosa no era efectiva. Pero el gobierno no podía ofertar plazas escolares para estos miles de alumnos. La sustitución de la enseñanza religiosa fue una medida absolutamente precipitada.

¿De dónde venía el material escolar? Había grandes empresas en toda España que se dedicaban a ello, como Dalmau. Lo normal es que se utilizaran libros que servían para varios años, a la manera de la Enciclopedia. Eran libros para enseñar a leer y escribir. Eran típicas las cartillas de caligrafía o de lectura o El camarada de Dalmau. Pero la principal actividad de la escuela era escribir con pluma sobre cuadernos de la caligrafía y hacer las operaciones en la pizarra y el pizarrín. Eso duró hasta los años 50. La lección la escribía el maestro sobre la pizarra. Eso de llevar la mochila con libros que cuestan 50.000 pesetas es una modernidad de ahora.

¿Qué formación tenían los maestros? Hacían el Bachiller elemental -posteriormente se les exige el superior- y después estudiaban en la escuela de Magisterio de Oviedo. Había una escuela de maestros y otra de maestras que durante la República se funden en una sola, que estaba en la calle Uría. La República dota al programa de estudios de los maestros de un mayor contenido pedagógico y elimina las oposiciones, estableciendo el acceso de los maestros a la plaza una vez que acaban los estudios, tras un cursillo de adaptación. Como necesitaban muchos, esto era bastante sencillo, y el de maestro se convierte en un oficio atractivo, con lo que el perfil se modifica. El maestro rural es sustituido por el urbano, atraído por el mejor sueldo y la posibilidad de trabajar. Además, hay un plantel importante de chicas que ven en Magisterio una profesión que entonces se adaptaba a su situación. Tenían un montón de plazas porque las escuelas de niñas eran más necesarias que las de niños.

¿Había siempre esa división por géneros en las aulas? No siempre. Dependiendo de las necesidades. Siempre existieron escuelas mixtas, pero donde el número de niños era suficiente, había escuelas de niños y de niñas. Esa dinámica tampoco la rompió la República.

¿Cómo era la organización administrativa de la educación en Asturias? Hasta principios de siglo la educación dependía de la Universidad. Los rectores, como Fermín Canella, eran quienes ejercían el control de la enseñanza primaria y la dinamizaban. A partir de 1910 y 1912 adquiere cierta autonomía cuando se crean los inspectores. En los años de la República se aumenta la plantilla de inspectores, que más que una función de control dinamizaban la nueva pedagogía con actividades novedosas en aquel momento, como la prensa escolar, las excursiones, los huertos escolares o el día del árbol. Las actividades complementarias eran uno de los objetivos de la Inspección.

¿Cuál cree que fue el cambio más relevante que introdujo la República en materia de educación? El aumento paulatino de la red escolar y prestigiar el papel del maestro.

¿Alguno de los avances conseguidos se mantiene hoy? No. La escuela cambia tanto que son dos mundos radicalmente distintos.

¿Y cuáles cortó el régimen de Franco con mayor rapidez tras la guerra? Sobre todo la dinámica escolar que entendía la escuela como un lugar de convivencia. El franquismo retorna a una escuela memorística y reiterativa, donde los contenidos religiosos pesan en exceso y, de alguna manera, al niño le da igual que le enseñen una cosa que otra, pero al maestro no.

¿Qué otras actividades hubo relacionadas con la educación popular? Son más importantes las misiones pedagógicas que los ateneos, porque estos últimos tuvieron su momento óptimo en los años 10 y 20, pero con la República entran rápidamente en conflicto, porque intentan ser controlados con las siglas políticas.

¿Cómo nacen estas misiones? Es una iniciativa que pone en marcha la República. Se apoyaban en la idea de la Biblioteca Popular Circulante de Castropol, que era una iniciativa de Vicente Lorante, un indiano del partido reformista de Melquiades Álvarez. Puso en marcha una biblioteca que repartía los libros por las aldeas y organiza actuaciones culturales, como obras de teatro, audiciones musicales y proyección de películas. Esta experiencia la trasladaron a las misiones pedagógicas de Madrid. Se ponen en marcha distintos colectivos que van por Madrid, Guadalajara, Andalucía o la Cordillera Cantábrica, difundiendo la cultura a la manera en la que los misioneros difundían la religión.

¿Qué repercusión tuvo la iniciativa en Asturias? Tuvieron bastante incidencia, sobre todo porque actuaron en Cangas del Narcea, Degaña, Ibias o Besullo, que era el pueblo natal de Alejandro Casona, que fue una de las personas implicadas en el proyecto. Había películas, teatro -normalmente teatro clásico español- música -de los cosacos rusos o de Beethoven-, poesía o reproducciones de obras de Velázquez o Goya que estaban en El Prado. Era una auténtica sorpresa para la gente de los pueblos. Pero evidentemente el valor de las misiones fue más propagandístico que real, porque en aquel momento la España rural era el 60% de la población, y esto fue algo que llegó a cuatro pueblos. Indica el intento de trasladar esa cultura urbana y burguesa a todos los sectores de población. Pasaba un poco como Bienvenido, Mister Marshall . Pasaban, estaban cuatro días y se iban. Después, todo parecía un sueño.

¿Cómo se lograba la financiación necesaria para mantener este sistema educativo? El Gobierno puso en marcha el patronato de misiones pedagógicas. Eran grupos de maestros o estudiantes que los veranos de 1932 y 1933 acudían a estos pueblos. Estaban tres o cuatro días en cada pueblo y después dejaban una biblioteca como legado, para que la gente no tuviera un contacto excesivamente superficial.

¿Qué tuvo que ver Federico García Lorca en esto? Dentro de esta iniciativa estaba el grupo de teatro de La Barraca de Lorca. Estuvo en Oviedo, Avilés y también en Grado. En Oviedo actuó en El Fontán y generó cierta polémica, porque el Ateneo Popular de Oviedo ocupó la mayor parte de las sillas. Algo que se entendía como popular se convirtió en elitista y eso provocó ciertos roces, aunque en realidad Lorca también pertenecía a una élite.

Con la pérdida de peso de los ateneos obreros, ¿dónde se llevaba a cabo la formación para el empleo? El único que realmente preparaba para el empleo era el Ateneo Obrero de Gijón. Aquí había clases de comercio, corte y confección para las mujeres, cálculo, inglés, francés o dibujo técnico. Pero sobre todo eran enseñanzas teóricas para el empleo y Gijón fue excepcional. El resto de los ateneos, por lo general, estaban enfocados a la lectura y a la convivencia. Había periódicos y salas para oir la radio. Llega hasta los años de la República, pero no tiene un peso significativo. Hacía una labor más importante la Escuela de Comercio, que estaba en la calle Tomás y Valiente de Gijón, o lo que se llamaban los Laboratorios, en el Natahoyo, o la Escuela de Aprendices de Trubia. Eran instituciones dedicadas a la formación de aprendices. También había una en la Fábrica de Armas. De alguna manera, la enseñanza profesional no existía en aquellos años más que en el marco de las empresas.

El Autor: 
Angel Mato Díaz es Doctor en Historia por la Universidad de Oviedo y profesor de Geografía e Historia en Gijón. Su línea de investigación se ha centrado en el campo de la historia de la educación en Asturias durante los siglos XIX y XX, con especial atención a los procesos de alfabetización tanto en la enseñanza escolar como en la enseñanza no reglada (educación de adultos, centros de educación popular, bibliotecas populares, ateneos, etc.), temáticas sobre las que ha colaborado en revistas especializadas y en obras colectivas de ámbito regional: Historia General de Asturias y Apéndice de la Gran Enciclopedia Asturiana. Es autor de La Escuela Primaria en Asturias (1923-1937), Los procesos de alfabetización y escolarización, obra que, con la que aquí presentamos -La lectura popular en Asturias (1869-1936)-, constituye la materia de su Tesis doctoral.


SUGERIMOS especialmente la lectura del artículo  "El museo de la escuela rural de Asturias: un ejemplo de conservación del patrimonio", en coautoría con Alejandro Vega Riego, en  

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